Capítulo veinticuatro: Crujidos. [EDITADO]


Aitor:


Cogimos un tren hasta Atocha, y de la estación nos fuimos directos al parque de El retiro, pasamos cogidos de la mano por una calle llena de puestos de libros, y atravesamos de la mano las enormes puertas metálicas del parque. No dijimos nada sobre lo que había pasado en la cafetería, fingimos olvidarlo. Probablemente ella seguía pensando que yo no llevaba razón, mientras que yo pensaba justo lo contrario. Laura era mi amiga, y nunca permitiría que nadie le hiciera daño.


-¿Quieres que comamos juntos después de ver el parque?- Le propuse, temeroso de una negativa por su parte.


Ella frunció el ceño por un segundo, luego sonrió y asintió con la cabeza.


-Antes quiero llevarte a un sitio.


Y llegamos, diez minutos más tarde, llegamos. El parque estaba lleno de gente. Guiris echándose fotos frente al estanque, mendigos disfrazados de personajes de cuento pidiendo limosna por hacerse una foto con cualquier caprichoso niño pequeño, un chico en el centro de un círculo de amigos sentados en el suelo tocando la guitarra, y parejas por todos lados. Las barcas azules flotaban por el estanque. Nos detuvimos delante del estanque. Yo me apoyé en la barandilla, observando los peces, y Laura hizo lo mismo. Permanecimos unos segundos en silencio, hasta que ella pasó su brazo por mi espalda.


-Es mágico, ¿verdad?


Yo estaba empezando a sentirme incómodo de tenerla tan cerca, así que me aparté de ella con disimulo. Ella me miró, interrogante.


-¿Te pasa algo?- Me preguntó, con un hilillo de voz. Suspiré.


-No, no te preocupes.- Evité mirarla.


Volvió a pasar el brazo por mi espalda, y yo me tensé.


-Creo que estás confundiéndote.


Se apartó, y noté su mirada fija en mi cara. Yo seguía mirando el estanque. Me estaba comportando como un imbécil. El beso del día anterior nos había confundido a los dos, y la sorpresa con beso de aquella mañana ahora la estaba confundiendo a ella. ¿Por qué la había besado de aquella manera? ¿Por qué la noche anterior había dibujado sus ojos, queriendo dibujar los de Daniela, como siempre? Laura solo era mi amiga.


-¿Qué quieres decir?- Me preguntó. Entonces sí que la miré.


-No lo sé. Debo de ser imbécil, pero creo que estás malinterpretando todo esto. Los besos, el haberte defendido esta mañana, todo eso... No significa nada. Sólo... Sólo somos amigos.


Laura se rió.




Laura:


Al escuchar esas palabras, tuve que hacer de tripas corazón, y sacar una carcajada de donde había dolor. Estaba acostumbrada a hacerlo así.


-Bueno, ¿y quién te ha dicho que para mí haya significado algo? No es la primera vez que un tío me besa, ¿lo sabes?


En realidad sí que había significado algo para mí. No era mi primer beso, sin embargo, Aitor era especial, y por un segundo, llegué a creer que podría olvidar a Daniela conmigo, pero estaba claro que no. Que ni él podía quererme como algo más, ni yo verlo a él como un amigo. Acabaría haciendo finalmente lo que había planeado; pasaría un último día con él, le ayudaría con Daniela, y me retiraría. Intenté que no se me notara en la cara, forzándome a sonreír. Aitor también se rió, aliviado.


-Efectivamente soy imbécil. Por un segundo pensé que tú... Que tú y yo..., Que te podía gustar yo. Y no veas qué movida habría sido, yo te quiero, muchísimo, pero como amiga.


Cualquiera en ese parque escuchó el crujido de mi corazón al romperse, menos él. Él nunca se daría cuenta.


-¡Estás tonto! Si yo tengo clarísimo que tú y yo nunca tendremos nada.


Mentí. Mentí lo mejor que supe.

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