Capítulo cinco: El banco. [EDITADO]


Daniela:


Entré estimulada a la pequeña librería cuando Yago me indicó que habíamos llegado.


Lo dejé fuera cerrando el paraguas y me adentré en un minúsculo paraíso lleno de estanterías con libros. Se acercó a mí mientras ojeaba una edición italiana de Orgullo y prejuicio, la reconocí porque su título era parecido al español, y además estaba el nombre de Jane Austen en la parte baja de la portada. Quizás me lo acabaría comprando como recuerdo de aquel viaje, pero lo que yo necesitaba era un libro en español, ya que de italiano no tenía ni idea.


-Eme es muy fan de ese libro.- Comentó a mi lado Yago.


-¿Quién es Eme?


-Esmeralda, mi mejor amiga. Está ahí.- La señaló y la saludó con la mano.


La chica desde el mostrador le devolvió el saludo, y en cuanto terminó de atender a un cliente, se acercó a nosotros.


Me pareció atractiva. Llevaba la voluminosa melena roja recogida en un improvisado moño sujeto con un lápiz, y un mechón de pelo que se le había escapado, colgaba de su cara acariciando su mentón. Tenía unos enormes ojos verdes, alrededor de su nariz chata unas cuantas pecas, y unos labios finos.


Intercambiaron un par de frases en italiano mientras yo miraba las estanterías de las paredes buscando algún libro en castellano. Entonces, Yago, comenzó a hablar en mi idioma.


-No hables más en italiano. Daniela no nos entiende, está aquí de vacaciones.


La chica me escrutó con la mirada, y con una sonrisa tímida me dijo:


-Encantada de conocerte. Mi nombre es Esmeralda, ¿de qué zona de España eres?


Me sorprendió la pregunta de la chica. ¿Habría estado allí alguna vez?


-Soy de Madrid.


Sonrió.


-Yo soy de Asturias.


-Ella es quien me ha ayudado con el español en la universidad.- Añadió Yago, orgulloso de su amiga.


-Vaya, ¿y qué te hizo acabar aquí?- Le pregunté.


Estaba a punto de hacerme una amiga, que era lo que más necesitaba allí, por eso no me corté para preguntarle cosas. La vergüenza no me ayudaría a poder hacer amigos, y no quería pasar sola el verano.


Esmeralda miró a Yago, y ambos se sonrieron.


-El amor.


No entendía el motivo de esa sonrisa. Yago, unos minutos antes, me había hablado de Eme refiriéndose a su mejor amiga.


-¿Vosotros dos...?


Eme negó con la cabeza, sonriente.


-No, no, claro que no. Yago es mi mejor amigo. Ya te contaré esa historia en otra ocasión, ¿cena contigo esta noche? Si quieres, puedo pasarme luego por tu piso, y charlamos los tres. Ahora tengo trabajo.


Yago asintió con la cabeza, y yo negué al mismo tiempo.


-No voy a cenar en tu casa, Yago.


Esmeralda nos miró con los ojos brillantes, y se alejó riendo al mostrador.


-¿Por qué? Iba a proponértelo en cuanto saliéramos de aquí.


-Porque no. Bastante te he molestado ya, que has tenido que acompañarme hasta aquí porque si iba sola, me acababa perdiendo.


Me mostró esa sonrisa tan bonita.


-Sabes que no ha sido ninguna molestia. Me ha encantado charlar contigo, y presentarte a Eme. Ésta noche cenas en mi casa, que además vivimos en el mismo edificio, y así te cuenta la historia de cómo llegó aquí. Es una historia súper curiosa, no tiene desperdicio.


Estaba claro que quería despertar mi curiosidad. Y lo había conseguido. Pero no quería que se confundiera conmigo. Esa noche, de paso, le contaría que en España me estaba esperando mi novio.




Aitor:


La llamé quince veces esa tarde. Las quince hasta que saltó el contestador. Y en ninguna obtuve respuesta. Estaba enfadado con ella por haberme ocultado que Fran había sido el culpable de nuestro distanciamiento, pero sobretodo estaba preocupado por mi mejor amiga. ¿Qué me estaba perdiendo en la vida de Daniela? ¿Qué era eso de que se casaba con Fran? Rezaba porque sólo hubiera sido una mentira de Fran, para hacerme daño. Lo rezaba, y no sólo lo rezaba esa parte egoísta de mí, que estaba perdidamente enamorado de ella. También la parte más racional, la del mejor amigo que no puede tenerla y antes que perderla para siempre, prefiere condenarse a ser solo eso; su mejor amigo. Daniela no había tenido más novios además de él. Pero es que había elegido al peor, y no era envidia por no ser yo el elegido. Había algo en Fran que no me gustaba. Desde que lo conocí, ya supe que no sería trigo limpio, y aunque hasta ahora con ella había demostrado serlo, yo estaba seguro de que llevaba careta.


Me sentía decepcionado con Daniela, pero al orgullo le vencía la preocupación. ¿De verdad iba a casarse con él?


-¿No te responde?-Me preguntó Laura, apoyando una mano en mi hombro.


Estábamos sentados en un banco del parque del Retiro.


-No. Estoy preocupado, Laura. Sería capaz de cogerme un vuelo ahora mismo, sólo por saber que está bien.


-Estoy segura de que está bien. No la conozco mucho, la verdad. Ni a Fran. Pero no parece que él la trate mal.


Solté un bufido.


-El puñetazo que me ha soltado en la cara no dice lo mismo.


-Porque tú le habías pegado antes.


Quería reprimir las ganas de llorar.


Ya había llorado bastante antes de llamar a Laura, y me había consolado entre sus brazos.


-Si es que ni yo estoy tan seguro de que la trate mal. ¡Van a casarse, por Dios!


Laura enarcó una ceja.


-¿Qué dices?


-Eso era lo que quería contarte. Se van a casar... Y no sé si ese capullo podrá hacerla feliz.


-¿Cómo estás tan seguro? No estoy defendiendo a Fran, como ya sabes, apenas lo conozco. Pero tú tampoco, Aitor.


-Es que no necesito conocerle. Sé que le hará daño. Y es que como le haga daño...


-Te tocará consolarla.


-Me tocará matarlo.


Laura negó con la cabeza.


-A todos nos ha tocado que nos rompan el corazón. Si él se lo rompe, tú no podrás hacer nada, excepto apoyarla. Y créeme que te necesitará. Mucho.


-No puedo quedarme tan tranquilo. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras ellos dos planean casarse. ¡Casarse, Laura!


-¿Tan enamorado estás?


Tragué saliva.


-Te juro que esto no tiene nada que ver con mis sentimientos. Quiero su felicidad, aunque no sea conmigo. Pero es que hay miles de hombres, que sea feliz con cualquiera, pero no con él.


-¿Y qué planeas hacer?


-Por eso también he venido a verte. Necesito tu ayuda.


-¿Qué pasa?


-Necesito que hables con Fran. Quiero que le entres. Quiero saber si te rechazaría.


Negó con la cabeza.


-No me metas en esto...


-Por favor, Laura. Me lo debes. Por favor.


Suspiró.


-Está bien, si así te quedas más a gusto, lo haré. Pero con dos condiciones.


-¿Cuáles? Haré lo que quieras.


-La primera que si Fran me sigue el rollo, y acaba intentando algo conmigo, no podrás decirle nada a Daniela. No quiero que te metas entre ellos, sobretodo porque al final acabarás tú malparado. Y ella debe de darse cuenta de con quién se casa por sí sola.


-¿Y la segunda?


Laura se ruborizó.


-Sé que estás enamorado de Daniela, pero alguna vez a mí también me gustaría sentir que alguien tan mono y tan fiel como tú podría estar conmigo. La segunda condición es que me des un beso.


No me lo esperaba.


Laura movía nerviosa los pies en el aire, y se tocaba las manos.


-Siento que esto no pueda ser tan real como te mereces. Pero algún día, también tú, encontrarás a tu príncipe azul.


Acaricié su mandíbula, y atraje su boca a la mía.


La besé en aquel banco, mientras el sol se escondía en el horizonte, y las nubes y el cielo se tornaban naranja. 

Comment