Capítulo cuarenta: Finales felices.


Daniela.


Es la noche antes del que será el gran día de mi vida. Es la noche antes de que me case con Fran, y decido responder a la llamada de Eme. Mis padres están durmiendo en su cuarto, y en mi casa no hay nadie más que pueda escuchar nuestra conversación. Estoy hecha un mar de dudas. No sé si quiero casarme con él, no sé si puedo simplemente perdonarle. No sé si es Fran lo que quiero para el resto de mi vida porque sencillamente no sé si todavía le quiero. No sé si podré soportar despertarme cada día a su lado por el resto de mi vida. Pero es lo que mi madre desea. Pero es lo que mi padre desea. El final feliz que todos quieren menos yo. Porque quizás no había sido nunca tan consciente como en este mismo momento. Estoy obligada a casarme con un monstruo. Estoy obligada a dar el sí quiero cuando no quiero casarme con él. Detesto a Fran. De quien estoy enamorada es de Eme. Eme, a la que he estado esquivando desde que me fui de Italia. Eme, la que está al otro lado del teléfono. Eme... Se me forma un nudo en la garganta, y los ojos se me inundan de lágrimas. Las primeras de las que caerán durante el resto de mi vida. Pero no es Eme quien está ahí, al otro lado del teléfono, sino Yago.


-Jesús, Daniela, he intentado localizarte desde que te fuiste, y no me respondías.


Tiene la voz rota. Esa voz que te sale después de haber llorado durante horas.


-Yag... Yago. Creía que... Pensaba que eras Eme.


Lo que me dice a continuación, me rompe el corazón en mil pedazos, me abrasa las entrañas, me quiebra por dentro. Al cabo de un rato, he despertado a mis padres con mis gritos. Porque sí, grito. De tanto que lloro, grito, sollozo a gritos. Porque no puedo aguantarlo dentro. Porque me ha destruido.

Comment