Capítulo treinta: Rotos.


Alessandra:


Ni siquiera arranqué.


-¿Dónde vamos hoy, cariño?


A romper.


-Antes de nada, quiero darte una cosa. Abre la guantera.


La abrió con toda la ilusión de una niña pequeña un día de Navidad, y la cerró con el ceño fruncido. Había cogido la foto de mi beso con Eme y el sobre rosa, tal y como lo había planeado. No iba a hacerlo a la cara. No iba a romperle el corazón delante de mis ojos. Me negaba a verla llorar, y a sentirme peor persona. Fue cobarde, pero más cobarde era mirarla a los ojos y decirle no te quiero. Más cobarde era observarla, sin saber bien qué decir mientras lloraba.


-¿Qué significa esto?- Preguntó, sin comprender nada.


-Puedo explicártelo todo. Es más, todo cuanto necesitas saber está dentro del sobre.


Empezó a abrirle, pero la frené.


-No quiero que la leas aquí.


-¿Qué mierda planeas, Ale?


-Hazme caso, vete a casa, y léela tranquilamente allí. Será lo mejor.


Se negó y la abrió.


-Esto me huele demasiado mal. Si es lo que planeas, no vas a dejarme por carta. ¿En qué siglo estamos?


Empezó a leer.


Y mientras lo hacía, me recordé a mí misma escribiéndola después de comer en la mesa de la cocina.


Cariño, la verdad es que no sé muy bien cómo empezar esta carta. ¿Querida Elisabetta? No, me parece demasiado típico, y me suena demasiado a película. Y no es lo que te mereces. Siento no ser yo tampoco lo que te mereces. Siento haberlo intentado y fallar. Siento estar fallándote, cuando leas esta carta, pero siento aún más haberte fallado antes siquiera de coger el bolígrafo. No me pude enamorar de ti. Te juro que lo intenté, deseé con todas mis fuerzas ser ese alguien, que tú fueras ese alguien y por fin, pensar en un futuro juntas, tú y yo, una segunda oportunidad que me brindaba la vida para ser feliz. Eli, eres perfecta. Eres la chica perfecta en el momento más equivocado en el que pudiste llegar. Creía que podías cerrar todas mis heridas, todas esas que un viejo amor; la chica de la foto me dejó. Has soportado de mí hasta lo insoportable, mis cambios de humor, y mi manera de ganarme la vida. Has aguantado muchas cosas, y todo porque me quieres. Y quiero que sepas que, también yo te quiero. Te guardo demasiado cariño, ya que contigo he aprendido demasiadas cosas, cosas de las que te estaré eternamente agradecida. Pero no podemos seguir así. Sigo pensando en ella, sigo deseando estar con ella, sigo anclada en el pasado, cariño. Nunca me pude enamorar de ti porque todo este tiempo, he estado enamorada de Eme. Y aunque te duela, creo que lo justo es que lo sepas. Perdóname por todo lo que dolerá, por todo el daño que saber la verdad te está haciendo, pero ya lo sabes, la verdad es siempre mejor que vivir una mentira. Y la verdad es que no puedo enamorarme de ti, por mucho que me esfuerce, a pesar de ser la maravillosa persona que eres. Espero que seas feliz, y que encuentres a alguien que esté a tu altura y te trate bien. Pero sobretodo que seas feliz. Te lo mereces, no te imaginas cuánto. Espero que algún día, puedas perdonarme y podamos ser amigas, porque no quiero perderte. Y si no puedes, ya lo sabes: Esperaba que esto no llegara a tanto, esperaba enamorarme de ti, esperaba hacerte feliz, y ahora sé que sin mí realmente será cuando seas feliz. Con cariño, Alessandra.


-Esto...- Murmuró con lágrimas en los ojos.


Yo esperaba seria su reacción.


-Esto es demasiado cobarde, incluso para ti, Alessandra.


Las dos primeras lágrimas cayeron de sus ojos azules.


Abrió la puerta, hizo una bola con la carta y la tiró. La foto la rompió en cuatro trozos y la dejó en el salpicadero.


Se bajó, no sin antes gritarme que no volviera a hablarle en la vida, y desapareció sin poder contenerse las ganas de llorar. Sus sollozos se quedaron grabados en mi cabeza.




María:


-¿Dónde estabas? Te he estado buscando por el bar, hasta que la camarera me ha dicho que te habías marchado. ¡Estaba en el baño!


Me reí.


-¿Enserio estabas en el baño? Qué oportuno.


-Sí, menuda vergüenza me has hecho pasar en el bar. ¡Y menudo carácter tienes!


-No lo sabes tú bien.


-Al principio, pensaba pelearme con Fran, luego te he visto en acción a ti y oh dios. Contigo así cualquiera borra las fotos, me has dado miedo hasta a mí.


-Las ha borrado por la camarera. Fran es un gilipollas que no teme a nada.


Quien se rió fue él, que agarró la mano que tenía libre, y comenzó a andar.


-¿Vamos?- Preguntó, tirando de mí.


-¿A dónde?


¿Qué estaba haciendo Álvaro?


-Ahora que nos han descubierto, tengo claro lo que quiero, ¿sabes?


-¿Y tu mujer... y tu hijo?- Pregunté, confundida.


-Acompáñame. Esta noche no tendré dónde dormir cuando se entere.


-¿Cuando se entere...? Fran ha borrado las fotos, no tiene por qué enterarse. Si no nos vemos más a escondidas, nadie sabrá nada. Y podemos hacerlo. Yo puedo hacerlo. Está bien que en este último día me has despertado muchos sentimientos, pero joder... no puedes arriesgar tanto. No puedes, Álvaro.- Me sonrojé con la última confesión.


-No voy a dejar que Olivia se entere por otro, y tampoco puedo dejar de verte, después de descubrir cómo eres realmente, María. No me perdonaría nunca dejarte escapar. Vamos a Juan de la Cierva, voy a contárselo a mi mujer.


-¿Estás seguro? Quiero decir, una vez que lo hagas, ya no habrá vuelta atrás...


No me dejó terminar, me dio un beso en pleno centro de la plaza de Sol que me robó el aliento.


-Estoy seguro.


-¿Y tu trabajo? Álvaro, tienes que trabajar, no puedes perder tu puesto... Has estudiado mucho para llegar hasta donde estás.


Volvió a besarme.


-Aún nadie nos ha descubierto, el año que viene cambiaré de centro y ya está. Podremos seguir con esto, sin necesidad de escondernos de nadie.


Pintaba, con palabras, un futuro demasiado bonito, y aún no era el momento de hacernos esas promesas. Aún quedaba la parte difícil. Y la noche no podía pintar peor.




Laura:


Cuando abrí los ojos, suspiró aliviado y me sonrió.


-¿Te encuentras mejor?


-Sí... No sé lo que me ha pasado.


-Te has desmayado por no comer nada en todo el día. Me has dado un susto de muerte. Y me ha dado tiempo suficiente para unir las piezas en mi cabeza. Odio jugar a los policías, tú y yo tenemos una conversación pendiente, y espero que la mantengamos pronto, porque estoy realmente preocupado, Laura.


Me incorporé hasta sentarme. Aitor se sentó en el suelo enfrente de mí, me pidió que no me levantase en unos minutos para prevenir que volviera a marearme.


-No sé si lo que voy a preguntarte es una locura, y no sé si debería de preguntártelo. No sé si soy la persona adecuada, o esto debería de preguntarlo un especialista. Por un lado, tienes una herida enorme en el puño, el espejo de tu ascensor está roto, no creas que no me he dado cuenta, y además, hoy no has probado bocado. Comiendo has logrado distraerme lo suficiente como para que no me diera cuenta, pero pensándolo mientras estabas inconsciente, he recordado la hamburguesa intacta en tu plato. No sé si esto es solo casualidad, o si tienes algún problema, pero te agradeceré si me eres sincera y me lo cuentas, porque aunque no lo creas, puedo ayudarte, Laura. Si lo ocultas, nadie podrá sacarte de ahí, ¿lo entiendes?


Me quedé muda. Aitor estaba preocupado por mí.


-Sí, ahora es cuando se lo cuentas, y os acabáis enamorando el uno del otro porque te salvará, te ayudará a superarlo, y serás feliz para siempre a su lado. ¡Já! ¿En qué película te crees que vives? Esto es el mundo real, y nadie va a ayudarte. Aitor, o pensará que estás loca, o sentirá pena por ti. ¿Es eso lo que quieres? ¿Que esté a tu lado por pena de la ballena que se siente gorda? No eres Daniela, nunca sentirá por ti ni la mitad que por ella.


Tenía que disimularlo como fuera.

Comment