Capítulo VIII


Punto de vista de Frank.


— Hasta la próxima semana.


— Hasta la próxima semana.


Él había hecho un gesto con la mano y luego se marchó. En cuanto su presencia abandonó físicamente la habitación de la consulta todo quedó en silencio, vacío, como si toda la alegría del mundo se hubiese evaporado de pronto. Dejando a sus espaldas una terrible huella de desolación pura.


"Eres un tarado, Iero" Sonreí corriendo a cerrar la puerta con el seguro, bajé laspersianas y regresé a mi escritorio con paso decidido. Hasta entonces no habíaleído completamente la ficha clínica de mi primer paciente, mi curiosidad conrespecto a él, al menos antes de verlo, era puramente por el hecho de que seríami primer paciente. Pero ahora las cosas eran diferentes, Gerard no era unviejo amargado como antes había creído al leer su nombre.


— Gerard Way... veintitantos... —era sólo unos años mayor que yo... mis ojos siguieron bajando, aquellas palabras marcadas en rojo, gentilmente abreviadas para ocultar su verdadera identidad estaban al final de la hoja. Pero no había que ser un genio para descubrir lo que "Ca" significaba y luego de buscar en Google lo que la palabra siguiente quería decir, descubrí que era un hombre joven, que estaba muriendo irremediablemente.


Que injusta es la vida a veces, que cruel es el destino al ponerte al ser más bello ante tus ojos y llevárselo antes de poder disfrutarlo siquiera. La presencia curiosa y angelical que cruzó mi umbral un par de horas antes pronto partiría, dejando una estela vacía a sus espaldas, tal como lo había hecho al abandonar mi despacho.


Con la misma prisa me levanté en busca de la foto antes tomada, ya estaba lista y el Gerard de la foto me miraba inexpresivo. Sin duda ese será uno de mis más grandes tesoros, la primera vez que mis ojos lo vieron. Sonríe guardando la foto en mi billetera, intentando grabar esa imagen en mi cabeza y no la que sin duda veré dentro de unos meses.


Aunque él es mi primer paciente, no es la primera persona con cáncer con la que trato, muchos años atrás vi extinguirse a mi abuela producto de la misma enfermedad, poco a poco, lentamente. Primero cayó a la cama, su cabello jamás la abandonó porque cuando se lo descubrieron era demasiado tarde como para empezar con las quimioterapias y murió con su largo y sedoso cabello negro. En cosa de meses los medicamentos le quitaron la noción del tiempo, la memoria, la capacidad de valerse por sí misma. Mi abuela era una niña, de sus labios brotaban monosílabas, evacuaba dentro de un pañal para adultos y luego de un tiempo, descubrí que ella no sabía quién era yo. Cuando ella murió yo tenía 13 años y un odio tremendo contra el mundo, contra mis padres por no haberla salvado y también contra ella por irse de esa manera, por dejarme junto a unos padres a quienes no le importaba en lo absoluto.


Desde entonces odié el cáncer y decidí ocuparme en ayudar a las personas que lo padecían. La Medicina nunca fue lo mío, muchas cosas que aprender, mucho tiempo dentro de las aulas y cuando sales te conviertes en un títere al que no le importa el bienestar de tus pacientes, sólo el dinero. Por eso esta carrera fue lo mejor. Por eso también, a mis veinticuatro años pude ya empezar a ejercer, por eso, el destino me puso a Gerard ante mis ojos.


— ¿Vamos a comer? —la voz de mi amigo y colega me sacó de mis asuntos, sus nudillos seguían golpeando el pequeño cristal de la puerta detrás de las persianas.


— Claro Mike, dentro de unos minutos —contesté guardando la billetera en un lugar seguro, tomando mis cosas también y largándome de aquel hospital con olor enfermizo de una vez por todas.


La única razón para volver ahí, es Gerard. Dentro de una semana....


— ¿Me escuchas? —Mike habló, a juzgar por su tono no era la primera vez que repetía aquella línea.


— No, disculpa —confesé sonriendo de lado, restándole importancia a su ceño fruncido.


— ¿Qué te sucede, Frank? —me interrogó apuntándome con su tenedor. Siempre se ha jactado de conocerme más de lo que me conozco yo mismo. Quizá el que seamos mejores amigos desde secundaria tiene algo que ver en eso.


— Hoy conocí a mi primer paciente —comencé, sin dudas explayar lo que da tantas vueltas por mi cabeza sería bueno— Tiene veintiséis o veintisiete años, es un chico increíble y... tiene sólo unos meses de vida.


— Un chico... —repitió él, como si hubiese sido esa la parte más importante de lo que acababa de decir.


Rodé los ojos llevándome un tenedor lleno de arroz a la boca, masticando con rabia. Desde que le conté acerca de mi bisexualidad cualquiera de los entes masculinos presentes en mi vida son posibles conquistas. Y aunque con este último no se equivoca, no le daré en el gusto.


— Es injusto ¿Sabes? —Proseguí, ignorando su mirada perspicaz— Es alguien tan joven, tan lleno de vida, con tantas cosas por hacer y... morirá irremediablemente.


— Todos moriremos —dijo él, intentando reconfortarme quizá.


Puse los ojos en blanco una vez más, llevando el vaso de regreso a mis labios.


— A lo que voy es que —me interrumpí para limpiarme la boca con la servilleta— Odio esta puta enfermedad, si por mí dependiese, habría erradicado el cáncer hace siglos atrás. No puedo creer que... ahora se ve tan bien y dentro de unos meses, estará 3 metros bajo tierra.


Mike bufó sonoramente, dejando caer el tenedor. Ambos nos quedamos en silencio, mirando a la nada. Analizando las palabras, los hechos, las injusticias del día a día. Quizá no sea saludable crear lazos con pacientes, quizá no sea lo mejor sentir ganas de verlo sin importar qué, quizá ver su fotografía y suspirar es un error. Pero Gerard es mi primer paciente y puedo permitirme errar, para aprender de él. Y aprender de mí al mismo tiempo.


Puedo dejar al destino jugar sus cartas, puedo dejar arrastrarme por ese torbellino de emociones. Puedo cerrar los ojos e imaginar su piel bajo mis dedos. Puedo ser lo quiera ser. Pero sin dudas dentro de un año estaré sólo, cobijado en mi apartamento, abrazando mis rodillas, con la cabeza contra la pared, mirando al vacío, repitiendo todas las palabras que ahora dije dentro de mi cabeza.


Pero eso es parte de aprender también. Y quiero aprender.



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