Capítulo XVI


— Billie no, estoy bien solo.


Respondí como por enésima vez en el día. Mi amigo se quedó mirándome por un buen rato, con la espalda apegada a la pared, los brazos cruzados en su regazo, el ceño fruncido y mordiéndose los labios. Llevaba días ofreciéndose para venirse a vivir conmigo, pero realmente no quería vivir con alguien más. No ahora que estaba disfrutando de mi solitaria vida: En silencio.


— Gerard, no siempre vas a estar bien y lo sabes —replicó él— Llegará un momento, en que... ambos lo sabemos, no podrás cuidarte sólo. Simplemente no puedo quedarme a mirar desde una distancia como te arruinas día a día.


Suspiré fuertemente. Estaba siendo difícil.


— Es eso exactamente lo que no quiero que veas Joe —sonreí de lado— No quiero que te conviertas en una puta enfermera, ya encontraré a alguien cuando ese momento llegue.


— Pero en serio quiero ayudarte —dijo haciendo una mueca, su tono ya no era desafiante, ahora era súplica lo que más notaba en él.


— Siendo mi hermano ya ayudas demasiado —respondí acariciándole el cabello— Y mi chofer también, en quince minutos tengo Quimio ¿Me vas a dejar?


— Hijo de puta —se rió abriendo la puerta principal y desactivando la alarma de su auto.


A los minutos lo seguí, luego de haber ido a buscar un gorro de lana y una bufanda a juego. Últimamente mis centros de la temperatura parecían haberse averiado, siempre sentía frío. Aunque esa era una de las cosas que me advirtieron antes de empezar la quimio. Junto con el hecho de que mientras estuviera en esto, no me crecería el cabello, mi cabeza, ahora calva, brillaba como una maldita y pálida bola de boliche.


— ¿A qué hora regreso? —preguntó Billie cuando me bajé.


— Como a las... —miré mi celular, marcaba las cuatro de la tarde— como a las seis es buena hora.


— Otra cosa ¿Dónde dejaste la hierba? —el idiota me guiñó un ojo y yo sonreí de lado. Desde que me empezaron a dar las recetas para marihuana medicinal, quien más las disfruta es él.


— En el mueble de la sala, junto a la televisión —respondí— En el frasco de galletas.


— ¡ADIÓS HERMANO! —gritó Billie mientras el auto se alejaba por la calle.


Sonreí enormemente y negué con la cabeza antes de girarme para iniciar mi camino hasta la sala de Quimioterapias. A pesar de todo, las cosas parecían estar floreciendo últimamente, Lindsey se había ido definitivamente de mi vida, mi madre parecía haber aplacado su sed de saber todo acerca de mí y se comportaba de manera normal, Billie estaba a mi lado y a pesar de todo, realmente agradecía este gesto de él. Y Frank... sólo pensar en él me traía cosquillas en el estómago y sobre los labios también, recordar ese beso accidental me hacía sonreír. No soy homosexual, aunque tampoco soy una persona de etiquetas. Quizá... quizá... Negué rápidamente. El hilo de mis pensamientos se estaba alejando terriblemente por la calle de las ilusiones estúpidas.


¿Yo y Frank? Já...En mis sueños.


Terminé el camino hasta la sala de quimioterapias y crucé aquellas puertas, esperando encontrarme con Jeff y Paul para conversar, comer de los cupcakes que preparaba la esposa de Paul y reír mirando nadie en particular. Pero sólo Paul estaba ahí, se veía diez años más viejo y me miró con ojos aguados cuando me acerqué a él.


— ¿Qué hay Paul? —sonreí sentándome en mi lugar, de inmediato la simpática enfermera caminó hacia mí con los implementos para conectarme el suero mágico.


El hizo una mueca como respuesta y cerró los ojos.


— ¿Y Jeff? —pregunté al aire, aun mirándolo a él.


— Falleció anoche —contestó la enfermera con una sonrisa maternal. Abrí la boca enormemente.


— Pero... lo vi hace sólo unos días, estaba bien —balbuceé, Paul esbozó una sonrisa.


— ¿Y eso qué importa? Sus pulmones ya no resistieron más... —contestó lacónico. Yo cerré los ojos, una lágrima bajó por mi pálida mejilla.


¿Así nada más? ¿Un día estás perfectamente bien... y al otro estás dentro de un cajón? Quiero decir, es realmente injusto. No te da tiempo siquiera para despedirte de tus seres queridos. Cuando te diagnostican, sabes que es demasiado probable que mueras... pero no dicen cuándo. Deberían darte una póliza o algo.


Quizá yo muera mañana. Y no he hecho nada importante.


No he escrito un libro.


Ni plantado un árbol.


Ni siquiera soy padre.


Demonios...


No quiero morir así nada más. No quiero que mi existencia se desvanezca en unos diez o quince años, no quiero que me olviden. Son quizá cuatro o cinco personas las que me conocen realmente y patéticamente, cuento a mi terapeuta entre ellas. Pero no tengo amor, tampoco he hecho algo que realmente valga la pena.


He desperdiciado completamente mi vida. Y probablemente muera uno de estos días.


¿Cómo será morir? ¿Despiertas un día y ves tu cuerpo ahí acostado, luego flotas hasta la luz y... todo termina? Tengo miedo. Demonios, no había pensado en lo cerca que está mi final. Voy a morir. Eso es todo. Y no hay nada que pueda hacer al respecto. Debo hacer algo importante antes de que eso pase. Amar a alguien, dibujar algo, escribir un libro, embarazar a alguien ¿Qué se yo?


Tengo que hacerlo. Y pronto.


Cuando llegamos a casa, saludé de inmediato a Skeletor. Este perro es quien me acompaña todos los días últimamente y aunque está terriblemente viejo, es una buena compañía para alguien... como yo. Como esos perros que ayudan a los ciegos, creo yo.


— ¿Vamos a pasear a Skeletor? —le dije a Billie, él accedió.


— No sé cómo planeas tener sexo paseando con un perro tan flaco y patético —murmuró intentando sonreírle a una chica que miraba a Skeletor con cara de asco. Yo rodee los ojos.


— Billie, no estoy buscando una novia o algo —respondí devolviéndole la sonrisa a otra chica, ella se acercó. Traía ropa deportiva y esa pequeña camiseta resaltaba realmente sus senos.


— ¿Cómo te llamas? —preguntó ella revoloteando sus pestañas.


— Gerard —balbucee frunciendo el ceño.


— Oh, qué lindo nombre —exclamó, yo la miré extrañado.


— Sí y deberías escuchar su número de teléfono —intervino Billie con una frase totalmente cliché, haciéndola reír frenéticamente. Parecía una loca. Yo parpadee un par de veces, mirando a mi amigo para seguir caminando.


— ¡Y miren a este muchacho! —Dijo como si acabara de mirar a mi perro de casi un metro de altura— Me encantan los galgos ¿Cómo se llama?


— Skeletor —contesté, ella rió.


— ¿Viven por aquí? —preguntó sonriéndole a Billie al notar que yo no le estaba prestando atención.


— Claro que sí —dijo Billie, volteándose para enseñarle mediante a señas el camino a casa, en cuanto él alzó su brazo yo lo bajé.


— Deberíamos irnos —murmuré— Se siente frío cuando no estás en movimiento...


Miré a mi amigo con el ceño fruncido, esperando a que él entendiera mi gesto de desagrado. Y al cabo de una conversación sin palabras, pareció entender y girándose a ella, se despidió.


— Fue un gusto —masculló besándole la mano.


— Un placer —respondió ella buscando mi mirada, yo simplemente hice un gesto con la mano. Y luego de notar que la estaba esquivando, se alejó con gesto de ofendida.


— Pudiste habértela cogido —me reprendió Billie cuando retomamos la caminata.


— Nadie quiere tener sexo conmigo, parezco... no lo sé, Voldemort —dije en tono de broma.


— Claro que no —intervino él, sin notar el tono de mis palabras—. A la siguiente le empiezas a hablar de los perros, la invitas a salir, le dices que tienes cáncer y te la coges.


— ¿Tú crees que saldrán conmigo sólo porque tengo cáncer? —lo miré con gesto escéptico.


— ¡Por enésima vez, sí! —Refutó, un par de chicas se voltearon a mirarnos— Hermano, déjame ayudarte a tener sexo —murmuró mirándome a los ojos.


— No me interesa... —contesté sonriendo— Hay... hay alguien. —agregué, sin saber bien por qué.


Sus ojos se abrieron enormemente, junto con su boca y sonrió.


— ¿Quién?


— Alguien...


— ¿La conozco?


— No.


— ¿Quién es?


— Mi terapeuta —confesé suspirando. La verdad era, que la única persona en quien pensaba desde que decidí amar a alguien antes de morir. Es en él. Frank.


— Tu terapeuta, es un hombre ¿Cierto? —Preguntó arrastrando cada sílaba, yo asentí y él sonrió enormemente— Oh hermano, tu madre te va a matar cuando se entere. 



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