Capítulo XV


El día después de drogarme con Billie, lo dormí todo. Hace mucho que no podía dormir con tranquilidad por culpa de las punzadas de dolor que amenazaban con lanzarme fuera de la cama a cualquier hora. Y la verdad, es que no sé si me estoy acostumbrando o es que el dolor está desapareciendo. Al caminar al baño en la mañana, me llevé una sorpresa. Una parte de mi había olvidado aquel ataque de quien sabe qué cosa, cuando me rasuré toda la cabeza. Me pasé una mano por donde antes había estado mi tan cuidado cabello. Este cambio se sentía bien.


Y sonreí. Retomé el camino a la ducha, el agua tibia es perfecta por las mañanas. Cuando regresé a mi cuarto noté el porqué de mis sonrisas: Día de ver a mi terapeuta. No sé en qué momento él se transformó en una parte importante de mi vida, o incluso cuando fue que pasó a ser alguien relevante. Pero se siente bien verlo y escuchar su risa, saber que le intereso, aunque sea por trabajo. Y es que al ser yo su primer paciente, está obligado a ello.


Me gusta Frank, es un buen tipo.


Con esto en mente salí a caminar para tomar el autobús, con un gorro para tapar mi nueva cabeza calva. En el autobús un par de personas me quedaron mirando, acepto que desde un tiempo hasta ahora he bajado de peso y me veo más pálido, pero es no es razón para quedarse mirando ¿Cierto? Tomé asiento en el único lugar libre, junto a una mujer de unos cuarenta y tantos. Me sonrió al verme y no me quitó la vista de encima en todo el camino.


— ¿Qué tienes? —preguntó finalmente, yo rodé los ojos.


— Cáncer —contesté sin más, el aire pareció abandonar sus pulmones y se sonrojo un poco al escuchar mis palabras.


— Oh, lo siento tanto... —susurró por lo bajo, yo me puse de pie, estábamos prontos a llegar al hospital.


— ¿Por qué lo siente si no me conoce? —Le dije volteándome hacia ella antes de empezar a caminar por el pasillo— Y dudo mucho que nos volvamos a ver algún día —agregué haciéndole un gesto con la mano antes de bajar, ella se me quedó mirando con un aire confundido. Yo reí, la parte más divertida de esto; si es que la tiene, es dejar a las personas sin palabras.


Crucé el camino hasta la consulta de Frank con una velocidad impresionante, mis pies conocían ya de memoria el lugar y mi nariz supo reconocer de inmediato a qué distancia se encontraba la sala de Quimioterapias. Mis ojos revolotearon sobre un calendario cuando llegué a la sala de espera. 16 de Julio, poco más de cuatro meses habían pasado desde que me enteré, el 9 de abril para mi cumpleaños. Casi cuatro meses viendo a Frank todas las semanas. El tiempo sí que vuela cuando estás desempleado.


Mi teléfono comenzó a sonar, era mi mamá quien se enteró gracias a Billie de mi separación con Lindsey diciéndome que ella me cuidaría y cocinaría a diario, intentando convencerme de que me fuera a vivir con ella, pero yo no quería que me vea marchitarme tal como pasó con el resto del núcleo familiar. Con negativas disimuladas intenté quitármela de encima, pero era imposible. La puerta de la consulta se abrió, Frank apareció con una camiseta negra y jeans oscuros bajo el delantal blanco. Una enorme sonrisa atravesó su rostro cuando intercambiamos miradas y una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo. Sonreí también.


— Lo siento mamá, no puedo hablar más —le dije, caminando hacia la oficina de Frank— Tengo una cita con mi terapeuta, estoy atrasado. Voy a colgar mamá.


— ¿Qué vas a cenar hoy? ¿Necesitas que te lleve comida?


— No sé qué voy a cocinar Donna, cuando vaya camino a casa pensaré en algo —Frank sonrió nervioso, cerró la puerta a mis espaldas y caminó hasta su escritorio— Voy a colgar, hasta pronto.


— Adiós hijo, te quiero.


— Igual yo, adiós —me quedé mirando la pantalla por unos segundos después de cortar y luego suspiré. Mi mamá tenía miedo y me lo estaba transmitiendo. Yo no quería tenerle miedo a esto, estaba bien así—. Lo siento —me disculpé, sentándome sobre la butaca, Frank sonrió.


— No te preocupes, todos tenemos padres —me dijo con la vista fija en los papeles de su escritorio.


— ¿Los tuyos también te producen migraña? —dije en tono de broma.


— Antes hablaba sobre mis padres, con mi terapeuta —respondió mirándome a los ojos.


— ¿En serio? —Mierda. No creo que sea de esos terapeutas que aparecen en la televisión con ganas de interpretar roles.


— Hagamos una simulación —rodeó el escritorio y se sentó cerca de la butaca, como acostumbramos—. Yo seré tu madre —agregó con tono solemne.


Mierda, si es de esos terapeutas.


— No gracias, mi mamá es una persona demente —suspiré mirando al techo— Se preocupa de todo y de todos, todo el tiempo. Molesta demasiado, no tienes idea. Y ella cree que está haciéndolo bien, pero no ayuda. No puedo hablar con ella, no me gusta llamarla tampoco.


Frank hizo una mueca de desagrado.


— Eres su único hijo, vive sola. No tiene nadie con quien hablar y la única persona con la que puede hacerlo no quiere.


Yo asentí levemente, aunque duela tenía razón.


— Eres un idiota —dijo frunciendo el ceño, se escuchaba enojado y tenía fruncida la nariz. Se veía malditamente tierno haciendo eso.


— ¿Eso es un término médico? —bromeé mirándolo de reojo.


— Gerard, no puedes cambiar a tus padres. Simplemente tienes que cambiar la forma en la que relacionas con ellos —hablaba totalmente concentrado en sus ideas, moviendo las manos en el aire.


— ¿No se supone que tienes que decirme todo esto, pero con sutileza? —le pregunté y él se sonrojó levemente al notar que estaba alzando la voz.


— Llevamos como cuatro meses en esto, hace mucho pasamos a la siguiente etapa —respondió como si fuera obvio y posó una mano sobre mi antebrazo, mi respiración se detuvo cuando sentí su tacto y nuestras miradas se encontraron. Ambos suspiramos y se sentía como si el tiempo se hubiese detenido en torno a nosotros dos. — Lo siento, no debí hacer eso —negó rápidamente, quitando su mano como si el contacto quemara.


— No, está bien —sonreí buscando su mirada.


Frank se levantó rápidamente y regresó a su escritorio, se veía notoriamente nervioso y comencé a preguntarme si es que era yo el motivo de sus nervios ¿Pero por qué?


— Pues... —murmuró luego de un rato— Bonito corte de cabello.


— Gracias —contesté yo, los tiempos en los que me gustaba ponerlo nervioso parecieron haberse extinguido y mi mente corría a la velocidad de la luz intentando adivinar qué fue lo que lo puso nervioso esta vez— Mi amigo dice que me da un aire a Billy Corgan.


— Oh —sonrió forzado, mirándome con los ojos achinados— Tiene razón, no lo había notado.


Ambos nos quedamos en silencio nuevamente, mirando a un punto totalmente diferente y distante entre sí. La verdad es que sigo sin comprender el porqué de su nerviosismo me parece extraño. Somos dos personas maduras, grandes, entonces ¿Por qué? Los nervios son para niños y enamorados. No somos niños y tampoco estamos enamorados.


— Bueno... hasta pronto —dije poniéndome de pie, él se levantó también. Lucía contrariado más luego de algo que parecía una ardua lucha interna, se acercó a mí para despedirse también. Nos tomamos de la mano y eso parecía algo demasiado distante, se supone que si avanzamos de nivel, eso es algo que debe cambiar igualmente ¿No?


Acerqué un poco mi cuerpo al de él, me miró sorprendido. No es un abrazo lo que quería, solo un beso en la mejilla y ya. Él notó mis intenciones y volteó su rostro, yo lo hice también. Pero un problema de cálculos nos hizo equivocarnos, y terminamos besándonos los labios. Ambos nos quitamos de inmediato y yo sonreí. Pero él no estaba riendo, se veía aún más confundido que antes.


— Entonces... nos vemos, adiós —dije rápidamente, atropellándome con mis palabras y caminando hacia la salida, él se quedó estático en su lugar. Mis labios se sentían extraños bajo mis dedos ¿Los labios pueden sentir cosquillas? Porque eso es justo lo que sentían en ese momento.



Comment