Capítulo XXXI


Había estado casi una semana en perfectas condiciones –al menos en la medida de lo posible–, pero desde un momento al presente todo se había arruinado en mí. Por las noches no dormía por el terrible dolor de espalda. Aunque mi cabello había comenzado a crecer nuevamente y ahora medía casi medio centímetro, se caía sobre la almohada como si me lo arrancara con las manos. Había días en los que no podía alzar la cabeza de la cama porque todo comenzaba a dar vueltas y ni hablar de comer. Era imposible que algo bajara por mi garganta sin vomitar medio segundo después. Y cada vez que abría los ojos, Frank estaba ahí. Cuidándome, dejando de dormir por velar mi propio sueño, era increíble.


Pero finalmente cedí, luego de que Frank me amenazara con llamar a mamá para que viniera a ayudarle con las cosas en casa, accedí a ir con él al hospital. La visita sería breve, simplemente buscaríamos un par de recetas de medicamentos que si bien no calmarían mi malestar completamente, lo harían más manejable y me permitirían comer algo puesto que realmente estaba bajando de peso.


Era casi medio día cuando, luego de ducharnos juntos nos fuimos camino al hospital. Frank hablaba poco pero me miraba mucho de reojo y cada vez que nos deteníamos en un semáforo. Yo me sentía en una extraña cita con mi niñero y se me hacía terriblemente cómico.


— Espero que no me den inyectables —me quejé apoyando un codo en el vidrio, Frank rió.


— Creí que después de tanto tiempo con quimioterapias habías superado tu miedo a las agujas —replicó presionando el acelerador.


— Pues créeme que no fue así —contesté seguido de una carcajada, el rió también.


Sólo un par de minutos después por el mismo camino en la carretera llegamos al hospital y desde el estacionamiento sentí el asqueroso olor a anestésico y con ello, las palabras que me recitó el doctor la última vez que estuve ahí regresaron a mi mente. Me había dado tres meses y había pasado dos semanas ya desde eso.


¿Podría seguir durante los dos meses y medio restantes con esos medicamentos o cedería antes? Eso era algo que solo el tiempo diría, aunque el morbo me obligaba a utilizarme a mí mismo como un sujeto de experimentos acerca de cuanto se puede prolongar una vida que ya fue dada por perdida.


— Llame esta mañana, venimos a ver al doctor Williams —Frank se apresuró a hablar con una enfermera, ella nos sonrió y entró a una oficina con el apellido antes citado escrito en un placa sobre la puerta.


Con Frank tomamos asiento en la sala de espera y pronto sus dedos se entrelazaron con los míos, primero suave, luego presionando ligeramente, lo miré de reojo y sonreí, él sonreía también. Solo un par de minutos después la mujer nos indicó que el doctor nos estaba esperando y viendo como Frank le dedicaba una sonrisa, entramos. Era similar a la oficina de mi doctor, sólo que el hombre tras el escritorio lucía unos veinte años más joven y sonreía.


— Hola Gerard, Frank me habló acerca de ti —me saludó poniéndose de pie y acercándose a nosotros para saludarme de mano, yo accedí algo sorprendido. No sabía que fuese amigo de Frank— Tomen asiento, por favor —agregó apuntando a dos sillas, él se sentó sobre el costado de su escritorio.


Frank me miró sonriente y comenzó a hablar.


— Desde hace un mes más o menos que estamos viviendo juntos, ya viste la ficha de Gerard y sabes que le retiraron las quimioterapias. Pero últimamente sus malestares son terribles —informó, el hombre se levantó y volvió a su asiento para poder mirar mejor mi ficha clínica, yo no era más que un espectador.


— ¿De qué tipo es tu cáncer? —el doctor me preguntó, yo contraje mi gesto. Hace mucho tiempo que no pronunciaba adecuadamente la palabra con C, aunque la tenía siempre en mente.


—... Un schwannoma lumbosacro maligno —contesté tratando de pronunciar bien el tipo de tumor, el doctor asintió.


— Bastante raro y difícil de tratar. Acá dice que renunciaste a la operación ¿Por qué? —me miró y luego miró Frank, sentí como Frank apretaba los puños bajo el escritorio más no dijo nada.


— Porque las probabilidades de que saliera bien de eso eran casi nulas. Y se resumían a: O moría o quedaba parapléjico —dije tranquilamente.


— ¿Cuánto te queda? —me preguntó nuevamente, yo inspiré fuertemente. Frank estaba a punto de comenzar a botar humo.


— Hace dos semanas me quedaban tres meses, no sé ahora —bromeé pero nadie rió.


El hombre siguió mirando los papeles y Frank comenzaba a calmarse poco a poco, yo rodé los ojos. Me sentía increíblemente incómodo ahí, quizá era por las preguntas que había hecho y sin duda por las que planeaba hacer. Y algo no me daba buena espina, quizá por lo fruncido que Frank tenía el ceño.


— Te voy a dar esta receta, unos son para tus refuerzos porque están nulos y hasta un resfrío podría arrastrarte al otro lado —dijo y yo recordé mi terrible fiebre de hace una semana. Asentí— Estos otros son analgésicos, no vale la pena que vivas el poco tiempo que te queda con dolor así que te daré unos de alto espectro...


Pero sus palabras fueron detenidas por él mismo, Frank se había puesto de pie de pronto y me miraba fijamente.


— Vámonos —dijo apretando los dientes, yo lo miré interrogante.


— Esperemos a que termine de anot... —pero me interrumpió nuevamente en un repentino ataque de cólera.


— Vámonos ahora. No quiero que un tipo que cada dos frases te recuerda lo poco que te queda de vida te de esa receta ¡Cerdo insensible! —Ahora miraba a su amigo, o ex amigo, no sé— Lo traje contigo porque se suponía que tú eras un poco más humano que los demás doctores de este maldito lugar ¡Pero me equivoqué! ¿Es que no piensas antes de hablar? ¡Gerard no necesita más mierda! Sólo... sólo quiero que esté bien y...


— Pero si estoy bien —intervine poniéndome de pie y deslizando una mano por su espalda—. Estoy de maravilla, cariño.


— No ¡No lo estás! ¿Crees que no me duele verte sufrir por todos esos malditos dolores? Y cuando intento solucionarlo es para peor... Discúlpame, no creí que este tipo fuese tan malditamente insensible.


El doctor se había puesto de pie también, pasando por mi lado me entregó una larga receta y luego se paró frente a Frank.


— Lo siento. Y no soy un insensible, es sólo que su caso se me hace interesante —dijo antes de salir de su propia oficina.


Frank se dejó caer sobre uno de los asientos y yo me senté frente a él, apoyando su cabeza en mi pecho comencé a acariciar su cabello, escuchando como sus sollozos se calmaban cada vez más, hasta desaparecer. Luego de un rato alzó la mirada, tenía los ojos irritados y la nariz roja, pero sonreía y sólo eso me hacía sonreír también.


— Vámonos —dije y luego agregué en tono de broma—. Pero intentemos pasar desapercibidos porque creo que todos en el hospital te escucharon.


Caminamos abrazados hasta el estacionamiento y luego nos subimos en silencio a su automóvil, yo no tenía ganas de ir a casa y sabía que Frank lo que menos necesitaba era volver a encerrarse en ese lugar. Sus repentinos ataques de furia me indicaban lo nervioso y ansioso que se encontraba y posiblemente era por culpa mía. Últimamente sus lágrimas y gritos eran más recurrentes y me enfermaba lo mucho que mi situación deterioraba sus nervios.


Pero había un lugar mágico para él y para mí.


Conversándole de cosas triviales e indicándole tranquilamente el camino lo lleve a las afueras de la cuidad sin conducir y luego, un par de minutos manejando por el mismo camino llegamos a la playa en donde le confesé mis sentimientos por primera vez.


— ¿Recuerdas esta playa? —pregunté poniendo mis pies en la cálida arena, Frank rió.


— ¿Cómo olvidarla? Lo que aquí sucedió fue memorable —contestó abrazándome por la cintura.


Juntos comenzamos a caminar hasta orilla, eran casi las seis de la tarde y el sol estaba color naranja. La playa estaba prácticamente vacía como la vez anterior y las olas reventaban solo unos metros antes de llegar a lamer la orilla. El aroma invadió mis sentidos y de pronto me sentí increíblemente mejor. Tomé asiento y Frank se sentó delante de mí, entre mis piernas. Crucé mis brazos en su pecho y él apoyó su cabeza en el mío. Ambos suspiramos fuertemente y cerramos los ojos, no hacía falta palabras, no hacía falta nada.


Sólo éramos los dos y en momentos así el mundo se detiene. O se va a la mierda, da igual. 



Comment