#Extra1


Aquel 22 de noviembre todos aprendimos una valiosa lección: No somos eternos, la vida se puede extinguir en cualquier momento, un latido, un beso, un pestañeo... somos terriblemente frágiles. Tenemos que apreciar el presente, no hay un mañana, no hay un 'Y sí' sólo hay un 'ahora'. Una vez leí que morir es como quedarse dormido y eso es bastante acertado, no recuerdo como fue, ni qué sentí después de aquello. Sólo sé que en un momento estaba besándolo y luego... luego no había nada. Algunos creen que cuando pasas al otro lado viene el cielo y el infierno, que tienes que rendir cuentas ante un ser superior o algunas de esas cosas. Pero no, déjame decirte, no hay nada de eso, no hay nada en lo absoluto.


Eso es morir; conocer la nada.


No hay tiempo, ni espacio, es como una pluma suspendida en el vuelo.


Es como estar ahí afuera, en el universo.


Eres dueño del infinito. Eres dueño del universo.


Supe que estaba muerto cuando dejé de sentir el intenso dolor, era terrible soportar todo eso, ni siquiera podía respirar por mí mismo, ni levantarme, ni ir al baño. Era una tortura peor que cualquiera. La mayor parte del tiempo estaba despierto, pero demasiado cansado como para avisarles que de hecho estaba ahí, oyéndolo todo... Les escuché rezar por mí, llorar porque me estaba yendo... más de una vez escuché a Billie maldecirme porque no había peleado más duro contra la enfermedad. Pero no podía hacer nada, y eso era horrible.


Cuando pienso en ello, es como si los labios de Frank me hubiesen liberado de todo. Cuando él me besó, cuando lo sentí nuevamente... supe que podía irme. Él había aprendido a aceptarlo y yo estaba camino a lograrlo.


Cada uno de mis días junto a Frank estuve aprendiendo cosas nuevas sobre él, sobre el mundo, incluso sobre mí mismo. Ese hombre fue lo mejor que pudo haberme pasado y aunque fue poco el tiempo que estuvimos juntos, sé que jamás alguien amó tanto a otra persona como nosotros lo hacíamos. Porque cuando el límite temporal está presente, entonces aprendes a dar y dar y dar, porque mañana todo puede terminar y entonces... entonces el tiempo se reirá en tu cara.


Pero no creo que lo importante acá sea como un hombre que tenía sus días contados llegó al final de su historia, el cómo se le acabaron las hojas para seguir escribiéndola. No es él, en este caso yo, quien más importa sino que las personas que estuvieron conmigo. Fueron poco más de siete meses lo que duró mi enfermedad. Y el tiempo siguió su curso sin traspiés cuando morí aquel 22 de noviembre.


Yo solía decirle a Frank que después de mí habría alguien más, y tenía razón. Fui tan feliz cuando se dio una oportunidad para volver a amar a alguien, compartí el brillo en sus ojos cuando ella dio el 'Sí' y lloré de emoción cuando nació su primera hija. Frank vivió más vidas, Frank conoció a más personas, Frank pudo superar la muerte de su amado y seguir adelante. Porque Frank es la persona más valiente, brillante y amable que alguna vez conocí, sé que nadie ama como él.


Fui tan afortunado de tenerlo.


La historia de Frank, su verdadera historia, comenzó cuatro años después de mi muerte. Fue un martes por la mañana cuando él retomó su puesto en el hospital como terapeuta, fue la primera paciente después de su receso. No era una desconocida, sino que alguien que lo necesitaba tanto como él a ella. Su nombre era Jamia y se habían conocido tiempo atrás, ella le había transmitido parte de su paz y resignación, ella le había dado esperanzas y tranquilidad.


Y ahora... ahora era momento de que él le devolviera el favor.


Jamia tenía cáncer de mamas en etapa III, acaban de hacerle una terrible mastectomía y necesitaba terapias para superar aquel trauma y salir de la depresión. Al principio no fue fácil, pero Frank lo logró y la sacó de ese agujero negro, sin saber que ella estaba haciendo lo mismo con él. Las quimioterapias se llevaron su cabello, pero también el cáncer. Un año después de que comenzaron las terapias, ambos tenían algo importante que decirse en aquel café al que solían ir.


El cáncer de Jamia se había extinguido por completo, estaba a salvo.


Frank había decidido comprar un anillo, le pidió matrimonio.


Frank amaba a Jamia, pero había algo en ella y aunque jamás lo admitiría ni siquiera a sí mismo, ese 'algo' era un parecido físico a mí. Cuando veía el brillo en sus ojos oscuros pensaba en los míos, su nariz se parecía increíblemente a la mía y su sonrisa... más de una vez contuvo las lágrimas de emoción al verla sonreír porque según su subconsciente, me estaba mirando a mí. Frank la amaba, pero también seguía amándome. O quizá era a mi recuerdo.


En su tercer aniversario de bodas Jamia le dio otra noticia importante, estaba embarazada, la pequeña se llamaría Geraldine, en mi honor.


Mamá por su parte comenzó a disfrutar su vida, su propia vida. Ya no tenía hijos moribundos a los que cuidar y no planeaba volver a casarse. Disfrutó hasta el último minuto de sus días, viajó por el mundo, conoció a muchas personas; fue feliz.


Se preguntarán por Lindsey y Billie –quizás no-.


Yo creo que incluso ellos están sorprendidos por lo bien que fue todo en esa relación, nadie les daba más de un año, algunos dudaron incluso que el pequeño Dave, nombre que escogieron al final, fuese hijo de Billie, pero lo era. De hecho era idéntico a él. Billie la amaba, Lindsey también a él.


Recuerdo cuando Frank presentó mi caso en un seminario sobre el tratamiento del cáncer, el mío seguía siendo algo casi sin precedentes. Frank lo hizo de maravilla, fue tan profesional para describir cada una de mis etapas, casi no salieron lágrimas de sus ojos cuando fue mostrando las fotos en la pantalla del proyector.


Yo sonreía feliz a verle, estaba tan orgulloso de él, Frank lo había logrado y, como yo había predicho... el caso de su primer paciente lo había marcado de por vida. Para mí fue un honor ser el primero, aun con sus malos intentos para hacerme sentir mejor conmigo mismo, esa pésima música de ambiente y aquella foto que casi me quita el don de la vista.


Cuando él bajó de aquel escenario, con sus casi cincuenta años a cuestas y una pequeña barriga que se fue acumulando por culpa de los años, lo abracé y besé sus labios. Y él lo supo, porque pude sentir como su corazón se detuvo por una fracción de segundo cuando él sintió mi aroma y mis caricias. Mis sentidos enloquecieron al escuchar aquel mudo "te amo" salir de sus labios y me quedé de pie a una corta distancia, viendo como su esposa junto a sus, ahora, cuatro hijos corrían a felicitarlo por tan magno discurso.


Mi foto, esa primera foto que él me había tomado, seguía en el proyector, robándose la noche, dándome por una vez más el placer de ser eterno...



Comment