Nostalgia




            Quizás era una total estupidez, cuando no estaba llorando a causa de ello lo consideraba una estupidez. Pero la verdad era que extrañaba su antiguo cuerpo y era obvio que no iba a regresar nunca a él y que su piel nunca iba a recuperarse y que sería gordo y su abdomen estaría destruido hasta el final de su vida natural. Sólo cuando estaba en soledad se permitía mirarse al espejo y realmente sufría porque después de años de esfuerzo había conseguido estar en la forma en que deseaba estar... y sólo había disfrutado de ese cuerpo por uno o dos años antes de que lo inevitable tuviera lugar.


O, bueno, era evitable. Pero con Frank como novio era bastante complicado estar cuerdo cada vez que el momento se ponía caliente y él realmente disfrutaba hacerlo sin condón y el mundo actual no era conocido por más métodos anticonceptivos diseñados para hombres que podían tener hijos.


Así que pronto había quedado embarazado de su primer hijo, y con eso se habían acumulado quince kilos en los primeros siete meses de embarazo. Todos decían que era totalmente engordar, sobre todo en su caso, sobre todo cuando se trataba del primer embarazo, pero entonces su hijo había nacido y sólo había tenido un año y tres meses para bajar seis kilos y medio y entonces había quedado embarazado de su segundo hijo del cual llevaba sólo seis meses de embarazo y catorce kilos acumulados.


Era un cerdo y realmente se daba asco, pero la ansiedad de cuidar a un niño de casi dos años con un embarazo avanzado a cuestas era terrible y en sus ratos libres sólo podía recostarse en el sofá a mirar la televisión mientras llenaba su boca de comida y frituras. No podía culparse, era su hijo quien necesitaba comer para desarrollarse en su interior, pero el peso lo acumulaba él, no el niño.


Se secó las lágrimas cuando su teléfono comenzó a vibrar junto a él en el sofá y aclaró su voz antes de contestar. Quien llamaba era Frank, ¿quién más iba a ser? Después de todo el ser padre le había arrebatado casi a todos sus amigos.


— Amor —sonaba cansado—. No sé a qué hora vamos a terminar el ensayo porque Evan tuvo un asunto familiar y todavía no llega. Pero te prometo que en cuanto acabe me iré a casa. ¿Qué quieres que te lleve?


Gerard frunció los labios. Se había enojado porque su amado nuevamente iba a estar demasiado tiempo fuera y lo iba a dejar sólo con su diabillo, pero tenía oportunidad de pedir lo que quisiera.


— Cerca de tu estudio hay una pastelería, ayer por la tarde vi unos enormes pasteles de chocolate en la vidriera... quiero uno de esos.


— Pero no te gustan los dulces, Gee... de seguro comerás un par de rebanadas y lo demás se irá a la basura.


— Entonces ven a casa ahora mismo —dijo con voz demandante—. Tu hijo se quedó dormido y no tengo nada que hacer y sabes que cuando estoy desocupado me deprimo, sobre todo ahora que estoy tan gordo.


— Gee... —suspiró Frank, ya no tenía sentido intentar llevarle la contraria— Haré lo que pueda. Dame quince minutos.


— Te amo —respondió Gerard, y sin darle tiempo para responder cortó la llamada.


Cuando más sentía el peso acumulado y el peso del bebé era cuando tenía que ponerse de pie por su cuenta. Le dolía la espalda y tenía que caminar de forma extraña porque su vientre, al igual que con su anterior embarazo, era extrañamente enorme. Fue hasta la habitación de su bebé y sonrió al verle dormir tan plácidamente en su cuna. Se acercó para ahuyentar el dolor de espalda tomó asiento en la mecedora cerca de la cuna. La luz solar se sentía tan bien sobre su piel y no pudo evitar cerrar los ojos, con ambas manos sobre su vientre comenzó a hacerse dormir a sí mismo, y sin darse cuenta cayó en la inconciencia.


Sus ojos se abrieron a causa de unos pasos, pero al parecer llevaban bastante rato ahí. Sus ojos tardaron en volver a la normalidad, pero cuando lo hicieron vio a su pareja con el teléfono en la mano.


— ¿Por qué me tomas fotos cuando estoy durmiendo, psicópata? —se quejó Gerard, pero no estaba molesto.


— Luces endiabladamente atractivo. Y súper adorable —respondió su pareja—. Ese es un buen pie de foto, ¿te molesta si la subo a instagram?


— Claro que me molesta... —suspiró él— Así que usa muchos filtros.


— Tú no necesitas filtros —replicó Frank, y luego de subir la foto se puso de rodillas ante él. Sus dos manos fueron a acariciar el vientre de su pareja por sobre la ropa, respetaba su privacidad, aunque él pensaba que con estrías y todo era el vientre más bonito que alguna vez había visto.


— Te extraño cuando no estás... —suspiró Gerard— Y mis inseguridades se hacen súper intensas.


— ¿Por qué te sientes inseguro? —Frank alzó la mirada, eso era nuevo.


— Eres un músico famoso —dijo Gerard—, yo sólo soy tu pareja... de seguro las personas hablan sobre nosotros. Eres tan atractivo y yo... mírame. Antes estaba bien para ti, pero con los niños me convertí en...


— En padre, en algo hermoso. Gerard, amor —una de las manos tatuadas de Frank fue a su mejilla, y acarició suavemente con el pulgar antes de seguir hablando—. Somos padres sin ayuda de la ciencia, sin ayuda de una mujer. Has hecho algo que pocas personas en el mundo pueden hacer... eres un ser tan mágico, tan lleno de luz... y tengo la suerte de estar contigo. Eres perfecto ahora y eras perfecto antes, ¿no lo entiendes?


— Pero engordé —murmuró, aunque después de todo lo que su pareja había dicho sentía que sus palabras perdían sentido.


— ¿Y qué? Yo igual engordé un tiempo, ¿Recuerdas? —Sonrió él— A mí me encantas de todos modos, pero si te acompleja pondremos un gimnasio aquí en casa y me ejercitaré contigo una vez nazca nuestro hijo. Pero mientras tanto no te estreses por ese tipo de cosas... son tan superficiales que no tienen sentido.


— Sólo sentía nostalgia —dijo Gerard—, y... quizás quería que me dijeras cosas lindas.


— ¿Lo hice bien? —dijo Frank entre risas.


Gerard asintió y se acercó a besarle los labios.

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