Capítulo 4

Hola, Eira,

Todos estamos bien. Ojoloco Moody fue el único mago que falleció, y George perdió una oreja. Hedwing también falleció. Pero los demás estamos bien.

Muchas gracias por querer ayudarnos. Gracias a ti, Orión y Montague quedaron rezagados, y el mortífago que te persiguió no participó en la persecución. Sabemos que no quieres unirte a la Orden, pero aun así, es posible que nos salvásemos gracias a tu ayuda.

Queremos invitarte a la Madriguera, a la boda de Bill y Fleur. Nosotros queremos que vengas, y la señora Weasley también. Será un día después del cumpleaños de Harry, pero nadie debe saber que se celebrará, ni tampoco dónde será.

Hermione ha encontrado un hechizo para que la carta se destruya si la toca alguien que no seas tú, por lo que por el momento, este es un medio de comunicación seguro. La lechuza tiene un encantamiento para no ser detectada.

No respondas a la carta; es peligroso. Si tu respuesta es que vendrás, envía a la lechuza de vuelta con un pergamino en blanco.

Esperamos que todo te vaya bien,

Harry, Ron y Hermione

Eira apenas tuvo que pensar para saber qué hacer. Por supuesto, iría a aquella boda, aunque en su casa diría algo diferente, como que iba a ver a Daphne. No quería poner en peligro a sus amigos.

Quemó la carta con magia, y colocó un pergamino en blanco en la pata de la lechuza después de alimentarla. El animal se marchó entonces volando.

Eira bajó entonces al comedor, donde sus padres y Orión estaban sentados en la mesa, esperando para cenar.

—Eira, hija, ve sentándote —indicó Thomas—. Tu hermano y tu tío deberían llegar ya...

Un par de segundos después de haberlo dicho, la puerta de entrada se abrió, y Tom Riddle entró acompañado por Jonathan. La relación entre ambos había mejorado, hasta el punto en el que, si a Tom llegaba a sucederle algo, nadie dudaba de que el joven sería su sucesor.

—Sentimos llegar tarde, Mel —comentó Tom. No se disculpó con los demás—. Tenía un tema importante que tratar con tu hijo.

Se sentó entre Melody y Orión, mientras que Jonathan lo hizo entre Eira y su padre.

—Voy a contarle la verdad a Luke —comentó Eira cuando comenzaron a comer—. Creo que merece saberlo.

—Sí —coincidió Orión—. Además, no se lo dirá a nadie. Es un buen chico.

Todos estuvieron de acuerdo con él. Respetaban la decisión de Eira de no contar nada, pero pensaban que Luke al menos merecía saberlo.

—Hazlo pronto —pidió su tío—. Ocurrirán muchas cosas en poco tiempo, y es posible que necesite a Montague.

Eira también quería decirlo cuanto antes. A ser posible, antes de la boda de Bill y Fleur, para no demorarlo más de lo necesario.

—¿Cómo funcionará Hogwarts este curso? —se interesó Thomas.

—La asistencia será obligatoria hasta séptimo —explicó Tom—. Quiero tener a los jóvenes controlados. No diré mucho más, pero personas de mi confianza irán también a Hogwarts. No podemos permitirnos no controlar el colegio.

—¿Y Orión y yo? —preguntó Eira—. Podremos no ir, supongo...

—¡De ninguna manera! —respondió su tío—. No voy a preocuparme por si mi sobrina pretende hacerse la heroína. Orión y tú iréis al colegio, como todos los demás.

—No aprenderemos nada que no sepamos ya...

—Al menos estaréis controlados. Es lo único que me interesa. Cuando volváis... bueno... todo habrá cambiado ya.

—No me parece justo —protestó la joven—. Somos mayores de edad y, por lo tanto, tenemos derecho a...

—¿Crees que me importan vuestros derechos?

—Eira —intervino Jonathan, dándose cuenta de que ni su tío ni su hermana cederían en aquella discusión—. Me encargaré personalmente de Hogwarts. Discutiremos vuestra situación más adelante.

La joven no dijo nada más, y Orión, a pesar de estar de acuerdo con ella, no se atrevió a protestar delante de su padre. Le respetaba y temía demasiado como para hacerlo.

Terminada la comida, Jonathan se levantó para hacerse cargo de algunos asuntos, que todos supieron al instante que estaban relacionados con su tío. Acababa de salir por la puerta cuando Orión se levantó también y, haciendo caso omiso a las miradas de sorpresa de sus familiares, siguió a su primo.

Jonathan no se había alejado más de unos pasos cuando su primo menor salió para buscarlo.

—Jonathan —llamó.

El mayor se volvió hacia él, algo sorprendido, pues no acostumbraban a hablar a solas.

—¿Ocurre algo, Orión?

—Bueno... ocurre que apenas te conozco, pero me he metido en tu familia, y... siento como si hubiese estado el lugar que realmente te pertenecía a ti.

Orión no podía evitar sentirse un intruso en la familia de Jonathan, como si hasta aquel momento hubiese estado ocupando un lugar que realmente no le pertenecía y, ahora que su verdadero ocupante había regresado, debiera retirarse. El verdadero hijo de Melody y Thomas era Jonathan, y no él. Y tampoco era hermano de Eira.

Desde que su primo mayor había llegado, él estaba inseguro en cuanto a su lugar en la familia.

—No me molesta, si es lo que te preocupa. No has ocupado ningún lugar que no te correspondiese.

—Tus padres me han tratado como a un hijo...

—Eres un miembro más de esta familia, Orión —dijo Jonathan, colocando una mano sobre el hombro del menor y mirándolo a los ojos—. Para mis padres, eres como un hijo, y como un hermano para Eira. Y todos ellos están felices. Eres de la familia.

Tras decir aquello, sin dar más muestras de afecto ni agregar nada más, dio media vuelta y se marchó para terminar los asuntos que tenía pendientes.

Más tranquilo por ser aceptado, Orión regresó al comedor, donde el resto de la familia continuaba reunida. Su padre le dirigió una mirada un tanto extraña, pero no comentó nada al respecto.

—Padre, ¿puedo participar yo también en tus planes? —le preguntó entonces Orión.

Todas las miradas se dirigieron hacia él. Thomas parecía orgulloso de su sobrino, pero Melody negó con la cabeza en dirección a su hermano. Voldemort captó el gesto, y suspiró.

—¿Por qué ahora?

—Porque, como ha dicho Eira, soy mayor de edad. Y permites que Jonathan participe en todos tus planes. Yo...

No podía encontrar las palabras para describir cómo se sentía. Era hijo del Señor Tenebroso y, sin embargo, no se le permitía participar en ninguno de sus planes. Su primo, en cambio, podía hacerlo, y había llegado a convertirse en la mano derecha de su propio padre al poco tiempo de llegar y conocerlo. Se sentía un tanto desplazado, y sentía impotencia ante aquella situación. También él quería tener la oportunidad de demostrar su valía.

—Orión, eres mi hijo —comenzó diciendo Tom, seleccionando cuidadosamente las palabras—. Pero te falta mucho que aprender. Tu tía y yo hemos hablado... y pensamos que lo mejor es esperar; no estás preparado todavía. Jonathan, en cambio, lleva años entrenándose, y es mayor que tú. Es un mago poderoso y preparado.

—Yo también tengo poder, padre. Si me dieses una oportunidad, como a él...

—Él no te sustituirá, Orión. Ni desea hacerlo. Es algo que debes entender. Tendrás una oportunidad cuando considere que estás lo suficientemente preparado. Y, créeme, soy consciente de lo que sabes.

Eira escuchaba la conversación, intentando ocultar lo perpleja que estaba. No esperaba que su tío hablase de una manera tan sentimental para hacer sentir bien a su hijo. No, al menos, después de haberle visto lanzarle una maldición cruciatus.

Orión se limitó a asentir con la cabeza, pero parecía más contento.

Melody, por su parte, le dirigió una sonrisa de orgullo a su hermano, y Eira comprendió entonces que habrían hablado acerca de aquel tema. Habrían hablado sobre aquello en más de una ocasión, de hecho.

—Si me disculpáis —comentó Eira—, tengo que enviar una lechuza.

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