Capítulo 2

Aquel verano estaba siendo completamente diferente a los anteriores, aunque Eira apenas sabía lo que estaba sucediendo porque apenas le daban información. Su tío apenas pasaba ya por casa para comer, como había hecho el verano anterior, y Luke la visitaba unos pocos días, cuando no tenía que trabajar para su tío.

—Quiere darme un cargo en el Ministerio cuando caiga —le había contado a Eira un día, orgulloso—. No sé si es para mantenerme fuera de los combates, por ti, o porque realmente cree que valgo...

—Eres más inteligente que la mayor parte de sus mortífagos —había sido la respuesta de ella.

Sus padres, que trabajaban en el Ministerio de Magia, estaban muy serios aquellos días. Por lo que Eira había podido escuchar, Voldemort estaba intentando hacer caer el Ministerio de Magia y al primer ministro, lo cual afectaría directamente al matrimonio Sayre y a decenas de magos y brujas que trabajaban en el Ministerio.

Aquella tarde de sábado, Eira había recibido una carta que la había inquietado. Era una carta de Hermione, donde la joven decía que aquella noche sacarían a Harry de su casa para llevarlo a un lugar seguro. Habían trazado cuidadosamente un plan, y Hermione le decía que, si lo deseaba, podía unirse para ayudar, a pesar de contar ya con aurores experimentados.

Eira pasó casi toda la tarde pensando en qué hacer.  No sabía si ayudar a Harry le supondría un enfrentamiento con su familia que, por supuesto, no deseaba. Pero algo la hizo cambiar de opinión. Una conversación que escuchó en el salón de su casa, entre sus padres y Orión.

—No me quedaré a cenar esta noche —comentó Orión.

—Dime que no harás nada para tu padre... —le pidió Melody, a quien no le gustaba verlo implicado en aquellos asuntos.

—Esto es importante, Melody —le dijo Orión.

La mujer no insistió, consciente de que no podía hacer nada más por su sobrino. No podía simplemente decirle que no siguiese a su padre y esperar que él lo hiciese.

Si Orión iba a hacer algo importante para su padre aquella noche, Voldemort debía de saber que trasladarían a Harry a un lugar seguro, donde ya no podrían atacarlo. Pero Eira no tenía tiempo de enviar una lechuza que llegase a tiempo, y tampoco podía aparecerse porque no sabía dónde se encontraba Hermione o los demás miembros de la Orden. De modo que optó por hacer lo único que se le ocurrió.

—Yo tampoco me quedaré a cenar —le dijo a su madre justo después de que su primo saliese de la casa, con su escoba.

—Eira, no vas a ir a detener a tu tío, si es lo que estás pensando hacer —advirtió Melody, cruzándose de brazos.

—Mamá, soy mayor de edad. Creo que todos tenemos derecho a escoger un bando... y Harry es mi amigo. No voy a dejar que lo maten, ni mi novio, ni mi tío, ni nadie.

Había cogido su escoba también, y estaba abriendo la puerta para salir cuando su madre dijo algo más.

—Jonathan está con ellos.

Eira se giró. No esperaba escuchar aquello, y era algo que cambiaba la situación. Harry corría más peligro aún, si Jonathan estaba de por medio.

—En ese caso, ¿quién mejor que yo para distraerlo? —preguntó—. No me hará ningún daño.

—Lo sé... pero ten mucho cuidado, Eira.

La joven asintió y salió de la casa. Al igual que Hogwarts, su casa también contaba con encantamientos protectores, y nadie podía aparecerse en el interior, de modo que tuvo que caminar hasta el exterior del terreno para poder usar la Aparición.

La calle en la que Harry vivía, donde ella se trasladó, era muggle. La gente se sorprendería si veían a una joven con una escoba, por lo que se aseguró de que nadie estuviese mirando y después montó en la escoba y se elevó. La oscuridad de la noche la ayudaría a camuflarse.

En un primer momento, todo parecía tranquilo. Se preguntó si habría llegado demasiado pronto o demasiado tarde, de modo que dio varias vueltas sobre las casa, a una altura considerable, esperando. Hasta que lo vio.

Entre las nubes, procedentes de la casa de Harry, varias escobas y Thestrals se elevaron a gran velocidad. Hagrid conducía una motocicleta que volaba, con sidecar. Los magos iban de dos en dos, y en cada pareja, una de las personas era Harry Potter. Eira supuso que habrían tomado poción multijugos por si resultaban encontrar a algún mortífago por el camino, para que nadie supiese cuál era el verdadero Harry Potter.

Eira voló rápidamente hacia ellos en cuanto los vio.

—¡Saben que trasladaréis a Harry esta noche! —gritó a modo de advertencia.

Ojoloco la miró y asintió con la cabeza, haciéndole un gesto de agradecimiento.

—¡Volvamos y hagamos el traslado en otro momento! —propuso alguien.

—¡Imposible! ¡Ya es demasiado tarde! —respondió Ojoloco.

Eira se dio cuenta de inmediato de quién era el auténtico Harry. Por la manera en la que la miraba, era el que iba en la motocicleta de Harry. No cabía la menor duda. Solamente él podía mirarla de aquella forma.

Pero no tuvo tiempo de pensar en ello, pues se vieron de pronto entre treinta figuras que esperaban suspendidas en el aire, en forma de medio círculo. Y ellos se habían metido en medio, sin darse cuenta.

Se escucharon gritos, y se vieron rayos de luz verdes, sin duda la maldición asesina.

Sin tiempo para sentir miedo, Eira sujetó con fuerza su escoba y voló a gran velocidad hacia dos figuras que conocía a la perfección, en un intento por distraer su atención. Ambos se separaron, dejándola pasar por el espacio entre ellos, y la apuntaron al instante con sus varitas.

—¡No le lances ninguna maldición! —gritó Orión, que era uno de ellos—. ¡Puede caer!

El otro asintió y trató de razonar con ella.

—¡Vuelve a casa, Eira! —gritó Luke, en un intento por alejarla de allí.

Eira era consciente de que, si defendía a sus amigos, pondría al mismo tiempo su propia vida en peligro. Era consciente del riesgo, pero lo aceptaba.

—¡Encárgate tú! —le gritó Orión a Luke—. ¡Yo voy a buscar a Potter!

Justo en el momento en el que se estaba girando para marcharse, una figura pasó a gran velocidad a su lado, directamente hacia Eira, quien tuvo tiempo justo para esquivarla. Jonathan comenzó entonces una persecución, y se colocó ante ella en cuestión de segundos, impidiéndole continuar. Siempre había sido demasiado bueno volando.

—¡Márchate a casa! —le gritó él.

Habían dejado atrás a Orión y a Luke, y ambos estaban solos, aunque aún se escuchaban los gritos y se distinguían rayos de luz en la lejanía. Eira se preguntó qué estaría ocurriendo. Pero ya no podía hacer nada. No sabía hacia dónde había ido Harry, y ya estaría considerablemente lejos, por lo que no lo alcanzaría para ayudarlo.

—¿O qué harás? ¿Piensas atacarme?

Lleno de rabia, Jonathan se acercó a ella en un rápido movimiento, y sujetó su brazo con fuerza. La joven fue consciente de lo que estaba sucediendo demasiado tarde, cuando ya se habían aparecido junto a los límites de la mansión Sayre. Jonathan la empujó con rabia al interior para evitar que volviese a marcharse, y ambos caminaron, enfadados el uno con el otro, hacia la casa. Melody, que los había escuchado llegar, los esperaba en la puerta.

—¡Jonathan! ¡Eira! ¿Estáis bien? ¿Qué ha ocurrido?

—Estamos bien, mamá —dijo simplemente Eira.

Pero, viendo la rabia que ambos sentían, Melody no se apartó para dejarlos pasar.

—Vuestras varitas. Ahora. No quiero que os ataquéis en casa.

Tendió la mano.

Los dos jóvenes se miraron mutuamente y, finalmente, ambos sacaron sus varitas para entregárselas a Melody, quien asintió, satisfecha. Aunque ninguno había tenido intención de atacar al otro o, al menos, no haciendo daño real.

—Ahora, quiero que nos contéis a vuestro padre y a mí lo que ha ocurrido.

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