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No era como se veía en la tele. Estaba segura que su cabello no se  ondeaba de manera sexy. A decir verdad, en muchas ocasiones se colaban cabellos en su boca.


El parecía disfrutar de la velocidad y ella se aferraba más a su cintura. Había terminado recargando su cabeza en su espalda, y en ocasiones cerraba los ojos cuando barreaban alguna curva. Nunca se había subido a una moto. Y la verdad es que había dudado de hacerlo cuando se ofreció a llevarla, pero hubiera sido peor admitir que sentía pánico. 


—¿Ya me vas a decir a donde llevarte o quieres que te siga dando vueltas por la ciudad?


Su voz la pilló por sorpresa. Sintió la resonancia de su hablar en su espalda.


Era cierto. Llevaban un rato dando vueltas en la moto, pero ella solo estaba enfocada en alejarse de aquel sitio, y ahora en recordar la película del vampiro y los lobos.


—No sé 


—¿Qué?


Matty no había entendido. Su voz fue muy suave y el sonido del motor opacó todo.


—No tengo a donde ir -aclaró, esta vez con volumen más alto.


—¿Como que no...? 


Ámbar sintió que la velocidad disminuyó un poco.


—Espera —continuó hablando él —¿Acaso esta es otra de tus fantasías? ¿Qué numero en la lista soy?


—¿Cuál lista? ¿De qué hablas?


Sintió una respiración profunda de parte de él.


—Lo he visto antes. No te hagas la única.


—¡No me estoy haciendo la maldita única!


La moto se detuvo en seco. La calle estaba sola y el semáforo en verde.


—Perder la virginidad con un desconocido. Conseguir un sugar daddy —Matty había soltado la moto con una mano para levantar un dedo con cada oración —¿Y ahora? ¿Tener una aventura con el chico malo?


—¿Chico malo? —ironizó —¿Eso crees que eres?


—En realidad no, pero es un estereotipo que me han puesto por andar en moto y vestir de negro. Y juzgar por ti, creo que eres de esas niñas que idealizan y fantasean con esas cosas.


Ámbar se movió, pero la moto arrancando de nuevo la hizo tambalearse de más.


—Detente. Me quiero bajar —chilló.


La ignoró.


—¡Que te pares o me aviento!


—No creo que sea buena idea estropear tus lindas piernas. Pero adelante.


Se quedó callada.


Respiró hondo y trató de calmar sus impulsos.


—¿A donde vamos? —habló después de un rato, cuando ya estaba relajada.


Las calles y las casas que pasaban por sus ojos no le eran familiares. Parecía un lugar apagado. Las luces de la ciudad habían quedado atrás. Y en su lugar, dominaban las calles solitarias y casas apagadas. Y estas, estaban algo alejadas unas de otras. Ya no habían tantos locales. Los espacios vacíos eran rellenados por árboles y maleza sin cortar.


—Tal vez tu no tengas a donde ir, pero yo sí.


La velocidad aumentó. Y después de dar dos giros muy cerrados en distintas esquinas, se salió del camino, para subirse a una colina verdosa, llena de pastizal crecido. Y cuando llegaron al tope, pudo ver lo que había debajo, justo en la dirección que ahora se dirigían.


Un conjunto de remolques. Casas rodantes, más bien (donde  todas lucían casi iguales). Enseguida pasaron entre varias, esquivando algunas mesas, barriles o muebles que estaban entre el camino.


—Aquí termina el tour -dijo Matty una vez que se detuvieron, y comenzó a bajarse del vehículo.


Mientras ella aun seguía arriba, él se giro para verla de frente y continuó —Este es el momento donde deberías agradecerme por salvar tu pellejo por segunda vez —volvió a hablar—pero sabemos que no lo admitirás, así que entraré.


Se giró hacía su puerta y subió un escalón pero se detuvo. 


—Ah -agregó- Y si lo siguiente en tu lista es robar una moto. Te aviso que tiene truco, así que suerte con el arranque.


Ámbar abrió mucho la boca. Era increíble todo lo que ya le había insinuado en el poco rato que llevaban juntos.


Él tenía pinta de drogadicto y no se lo echaba en cara.


Y aun así te fuiste con él, pensó. 


No dijo nada ante su acusación, y después de verlo desaparecer por la puerta, se bajó de la moto. 


El foco que quedaba encima de la puerta, fue encendido, a la vez que una luz del interior, la cual se reflejaba por las ventanas del costado.


Ahora estaba sola, lejos del peligro. ¿O estaba por meterse en otro y más grande? Bueno, ahora estaba parada en quien sabe donde. Y se culpó por haber permanecido parte del camino con los ojos cerrados.


¿Si los hubiera tenido abiertos hubiera tenido sentido de la orientación o al menos recordar algo del camino? 


Seguramente no. Comenzando por el hecho que era nueva en aquella ciudad. Y esa era una de las distintas razones por la que Zara era la que la llevaba a todos lados.


Zara.


Esa bastarda mala amiga le tenía que contestar. Volvió a intentar pero fue en vano. Tuvo el instinto de aventar aquel aparato de mierda. Pero contuvo el impulso.


Miró la hora y lo que la relajó (al menos un poco) fue que la hora en la que había quedado por verse, ya se estaba acercando.


¿Pero como sabría donde buscarla? Tenía que avisarle que ya no estaba donde la dejó. Pero ni siquiera atendía las llamadas (de nuevo hizo el intento y nada). Así que se metió a su chat y le mandó ubicación.


La noche que había planeado con fines lucros, se había transformado en un mal sueño. Sin dinero. Perdida en quien sabe donde. Abandonada a la deriva por su supuesta mejor amiga.


Miró a su alrededor. Todo lucía solitario. Apenas y había iluminación. Desde ese punto solo podía ver las casas mas cercanas, pues más allá solo veía oscuridad. 


Un ruido hueco la hizo regresar la vista por donde desapareció el ruloso. Y así fue como pudo notar que la puerta no había sido cerrada completamente. Quedaba un filo por donde se filtraba luz. También se oían voces, pero no lograba entender que decían.


No es asunto tuyo, pensó.


De pronto, sintió que su mano comenzó a vibrar. Era el teléfono. Estaba llamando un número desconocido.


¿Debería contestas? Bien podría ser su amiga, quien tal vez llamaba de otro telefono pues se había quedado sin saldo.


—¿Bueno? -dijo con una voz algo grave. Porque al menos ella, cuando hablaba con personas desconocidas por teléfono, sentía que su voz sonaba diferente. Al menos las primeras palabras.


Nadie le contestaba, ni siquiera se escuchaba ruido o respiraciones. Se despegó el telefono para mirar si no se había cortado la llamada, pero no. En su lugar, la barra de la señal había desaparecido, pero la llamada seguía en curso.


—¿Bueno? ¿Quién habla? -continuó diciendo mientras se alejaba intentando conseguir recepción. 


Un pequeño sonido logró percibir en la otra linea, así que continuó avanzando para ver si se restablecía por completo la señal.


Mientras atendía la llamada, no percibió cuando una puerta de uno de los remolques de los que se había acercado, se había abierto y con ello liberó el sonido de una música con una letra no muy agradable. Cundo se giró vio a dos hombres de mediana edad tambaleándose. Parecían reírse de algo muy gracioso, entonces uno volteó y la vio.


Notó como sus labios se movían en dirección a ella, y luego le daba una palmada a su compañero para que la viera también. Al instante intercambiaron miradas y luego uno le silvó.


—¡Oye lindura! ¿A cuánto el rato?


Su risa sacarrona se volvió más audible y contagió al otro.


Ellos continuaron diciéndole cosas que ella prefiera no escuchar. Se sentía incómoda y temerosa.


¿Que pasaría si se acercarán a ella? Ya había probado que correr con esos zapatos no era una opción. Pero ellos mostraban intenciones de acercarse a ella. Así echó un vistazo rápido hacía atrás, al lugar donde se había alejado. 


La distancia no era muy larga. Y tal vez aquel chico de negro podría hacerle un favor más. Y esta vez si le daría las gracias.


Ya se había girado completamente para volver por donde vino, entonces las voces a su espalda se volvía más  fuerte. Eso podría significar dos cosas. 


1. Que comenzaban a gritarle para que lo escuchara


2. Que la estaban siguiendo. 


Pero no se daría la vuelta para averiguar que opción era. Y dio los pasos más alargados rezando porque no se le doblara el tobillo.


Estaba por tocar la puerta cuando esta se abrió y unos ojos interrogantes la miraron de arriba para abajo. Y de hecho ella también lo miró de la misma manera.

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