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Y así es como empezó todo.


Una casa llena de desconocidos.


Una chica en apuros.


Y un chico haciéndose el héroe.


A veces se preguntaban, ¿qué hubiera pasado si él no hubiera salido en ese instante de aquella habitación? o ¿sí ella no hubiera escapado de casa para ir a una fiesta de universitarios? (esas donde las chicas de preparatoria no deberían estar), mucho menos cuando hay alcohol y drogas de por medio, pero más que nada, chicos en busca de sexo a toda costa.


-¿Sabes que ya no podremos volver aquí después de eso? -dijo alguien sosteniendo una bolsa de hielos contra el ojo del casi héroe.


-Sabes que no soporto el machismo.


Después del increíble momento de película, se habían apartado de la multitud.


-¿Al menos la conoces? Digo, sino acabas de perder clientes gracias a una desconocida.


-La desconocida se llama Ámbar.


La chica en apuros acababa de pronunciarse frente a ellos. Con una mano sostenía un teléfono, mientras que con la otra jalaba la falda de su vestido hacía abajo.


Lindas piernas, pensó él del hielo contra el ojo. Él otro se limitó a verla con aburrimiento.


-Moría por saberlo... -soltó entre dientes.


-¿Disculpa? No escuché por la música -ella había elevado la voz y se acercó un poco más.


Al contrario de ella, el herido había escuchado perfectamente: -Dijo que él se llama George...y yo Matthew, por si querías saber quien era el imbécil que le gusta recibir golpes gratis.


Ahora si había escuchado, y de inmediato cambió su rostro.


-De hecho... por eso te estaba buscando... no debiste... -normalmente no miraba a los ojos al hablar, pero la piel inchada en su ojo color morado, pedía ser vista.


-No -se apresuró a decir -No fue nada.


Ámbar negó.


-Es que no debiste hacerlo -dijo con seguridad -Yo tenía controlada perfectamente la situación.


-¿Disculpa?


Hasta George había puesto cara de no entender nada. Sí, porque seguía ahí parado como fantasma. Había dejado de sostener la bolsa de hielo, y ahora lo hacía el propio Matthew. Ante su silencio, éste último volvió a hablar.


-¿Estas diciendo que estabas dispuesta a perder la virginidad con Christian Grey?


George mofó.


-¿Ese es su nombre? -preguntó confundida.


-¡Ni siquiera sabes su nombre!


-Mira, ese no es tu problema... -había empezado a alzar la voz de nuevo, pero esta vez de manera de furia -Además, ¿Quien dice que soy virgen?


El chico chasqueo la lengua y rodeó los ojos.


-¿Cuantos años tienes? ¿Quince?


-Dieciséis... pero eso tampoco debería interesarte...


-¿Sabes que? Tienes razón. No me interesas -Y dicho eso saltó del barandal en que estaba.


Ahora parado junto a George, no se veía tan alto como pensaba.


-Lo que debería interesarme-continuó diciendo- es saber si aun sigue disponible aquella chica que dejé en la cama. ¿Tendrás un condón, acaso? Es lo menos que me debes -terminó mientras se quitaba el hielo de la cara.


Ella dio un paso atrás, pues Matthew ya estaba por pisar sus pies.


-¿Me ves cara de farmacia?


-Te veo cara de niña que le hace falta tomar un vaso de leche antes de dormir.


-Seguro eso estaba buscando allá arriba -se metió George, volviendo a murmurar.


-Te daría un poco de la mía, pero no eres mi tipo -sonrió socarronamente.


-¡Idiotas! -alegó Ámbar, aunque no había entendido muy bien, pero solo le faltó ver sus gestos burlones.


Matthew volvió a la habitación. Estaba vacía. Tomó sus cosas, ocultas abajo de la cama, y abandonó el sitio.


Y de nuevo, el pensamiento en ambos sobre los sucesos de aquella noche... el que él hubiera ignorado los golpes contra la pared de la habitación, y ella se hubiera quedado en casa... no hubieran servido de mucho, pues estaban destinados a volverse a encontrar de todos modos.


...


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