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¿Era joda?


Lo miraba a lo descarado. No le importaba si lo hacía sentir incómodo o no. Simplemente intentaba encontrar la mínima similitud de su rostro, con la imagen de su foto de perfil.


No existía.


O tal vez, si se tratara de un viajero en el tiempo. Que se hubiera encontrado un Delorean y...tenía que dejar de pensar estupideces.


—¿Cuantos años dijiste que tenías? —le preguntó de repente, interrumpiendo una conversación que solo para él parecía interesante. 


—Ahora que sacas el tema, yo...—empezó titubeante —siempre he pensado que la edad solo es un numero y que no...no importa cuando dos personas se quieren, así que...


—Cállate ya —Ámbar agitó la cabeza con una mueca incrédula—¿Estas escuchando lo que estas diciendo? Porque yo creo que solo escupes una frase popularizada en facebook y no estas consciente de lo que significa realmente. O al menos no es valido aquí.


El se había quedado en blanco y ella cambió a un rostro serio. Lo miraba a la cara frunciendo el ceño y con total seguridad.


Debió adivinar que eso de conocer a alguien por Internet no era buena idea. 


De repente recordó todas las platicas tenidas con él y todo lo que le confesaba creyendo que hablaba con alguien de su misma edad.


Menos mal nunca se le ocurrió mandarle una  foto en ropa interior. O pedirle algo a él. 


¿Acaso de haber sido así le hubiera mandado una foto real o también robaría fotos de desnudos en algún sitio de pornografía? 


Peor aun. Ella pudo haber terminado en un sitio de esos.


—¡Todo esto es tu culpa! —gritó desde el baño. Se tapaba un oído con una mano y sostenía su teléfono en la otra oreja. 


¿Disculpa?


—¡Estoy sentada con el viejo Ben Kenobi! 


—¿Kenobi qué?


Ámbar mofó. Su amiga nunca entendía las referencias.


—Quiero decir que Ben no es quien creíamos. No es el chico mono que practica waterpool —empezó a explicar, intentando guardar los estribos —Ni siquiera tiene esa espalda de nadador.... Es un puto anciano.


Y pervertido. Le faltó decir.


¡No jodas! -se escuchó una fuerte carcajada.


—¿Puedes pasar mi por? —preguntó mientras ella aun seguía mofándose. 


Ámbar estaba recargada junto a los lavabos. Habían entrado dos chicas tomadas de la mano y luego se metieron al baño. Juntas.


¿Ahora?  Ni lo pienses, ya habías quedado en una hora.


—¡Pero eso fue antes de saber que pasaría la noche con tu abuelo!


Zara no respondió enseguida. Guardó silencio un instante pero se escuchaba mucho ruido de su lado.


—Despachalo. Has que se vaya y quédate ahí un rato. Cuando te vean sola, más de uno se te pegara tal cual rémora. 


Pero cuando regresó a la mesa e intentó terminar de una vez por todas con esa farsa, el tal Ben pareció desesperado de que Ámbar lo hubiera rechazado por descubrir realmente quien era. 


Empezó a hablar demasiado y a ser insistente, pero no estuvo todo tan mal sino hasta que sintió su mano subir por su pierna y colarse debajo de su vestido, ni siquiera pensó y le arrojó lo primero que tuvo a la mano.


De todos modos esa bebida sabía a rayos.


Y cuando pensó que sus problemas habían acabado al verlo marcharse, notó que su billetera no estaba.


[...]


—¿Donde rayos estabas? -gruñó Allan cuando vio a Matty aparecer de un salto.


Los tres ya estaban en el escenario esperando que el baterista apareciera.


—¿Y desde cuando te tengo que dar aclaraciones? —contestó el recién llegado, ocupando su puesto y tomando las baquetas sin mirarlo?


Adam mostró una sonrisa fugaz desde el teclado. Nadie lo notó.


Allan rodó los ojos y les dio la espalda, quedando frente al micrófono y mostrando una sonrisa para iniciar otra ronda de música.


El cambio de luces se hizo notar en cuanto empezaron a tocar. Los focos cambiaban de verde a morado, de morado a rojo, y de rojo a azul.


A pesar de que Matty estaba hasta el fondo, desde ese ángulo podría ver casi todo el sitio. A excepción de cuando Allan se atravesaba y caminaba por todo el escenario. 


Y durante la segunda canción, el ruloso vio a la chica del cabello rojo cruzar de extremo a extremo, acompañada por Tory, hasta perderse a la oficina de Richard.


Experimentó intriga, por saber como terminaría todo. Tal vez fuera morbo o chisme, pero tenía ganas de ir y espiar por la puerta.


[...]


—¿Qué me harán?


Dijo Ámbar con cautela cuando el dueño del bar la miraba con gesto dudoso. Ya había contado su historia por segunda vez.


Había seguido a la mesera hasta un cuarto minúsculo. Apenas había una mesa con una silla detrás, y atrás una ventana. Ah y otra puerta al costado, cerrada.


El hombre de mediana edad la miraba mientras inhalaba un cigarrillo. Parecía cansado pero pensativo a la vez.


—Tengo que llamar a la policía —soltó sin mas.


—No, por favor. Juro no volver a hacerlo. Pero ya dije que no era mi intención huir de todos modos...


—Niña -detuvo su berreo —a mi solo me importa que pagues. En dado caso llamare a tus padres.


Esa opción vendría siendo lo mismo. Ellos no debían enterarse de nada. Se suponía que ella no debería estar ahí.


—Dame el número.


El hombre ya tenía el teléfono en su oreja y la miraba impaciente para comenzar a marcar. 


¿Qué se hacía en estos casos? 


¿Dar un numero falso? La descubrirían.


¿Dar el teléfono de alguien más? Funcionaría si la otra persona estuviera sobre avisada, sino era muy probable que la echara de cabeza, y no por ser mala persona, sino porque la hubiera agarrado en curva, sobre todo si te llaman a media noche.


Ámbar respiró hondo y empezó a dictarle el número de su mamá.


[...]


—Termino en treinta.


Había dicho Tory, y cuando Matty comprendió lo que había escuchado, supuso que el aviso era para él.


Estaba aun arriba del escenario con sus compañeros, guardando sus instrumentos. Ella debió gritarle cuando pasó por la mesa de enfrente. Ahora estaba en una del costado izquierdo, recogiendo copas y vasos.


El sitio comenzaba a vaciarse. Por lo general eso ocurría cuando la música en vivo terminaba. Pero siempre se quedaban unos cuantos terminando sus tragos y ocasionando escenas por exceso de alcohol.


Matty se sentía muy cansado, y quería decirle a Tory que no tenía deseos de esperarla, ni hoy, ni  todo el tiempo. Pero este día ya no sería. 


En uno de sus tiempos muertos, lo había buscado para decirle que quería hablar con él.


—Tengo cinco minutos -le dijo para invitarla a decir lo que quisiera decir.


Tory negó de inmediato y miró por su hombro.


—Aquí no. ¿A la salida en la tuya o la mía?


—Da igual -contestó, no muy convencido con aquella decisión.


Así que debía esperarla, no tenía de otra.


—Bueno, ¿quien se va conmigo? —preguntó Allan mientras se llevaba a la espalda una mochila.


Adam y Ross enseguida se le pegaron. Matty sintió sus miradas.


—Hoy no. 


—Bueno, nos vemos mañana.


Y sin más, se fueron.


El chico se sentó al borde del escenario, con las piernas colgando. Sacó su teléfono para matar el tiempo y vio varios mensajes no leídos.


Abrió el de George:


"Llegó mercancía


Pero tuve que meterlo a tu casa


No es seguro en mi casa ahora" 1:20






También tenía otro de Tatum:


"¿Tienes el dinero? 12:52


"*Matty ha enviado una foto*" 2:02




"???? 


¿Ese puto anillo qué?" 2:04 




"Fue lo único que me dio 


Dijo que no tenía más, que si podría esperarlo otro día" 2:04






"Mis huevos


Ese gato si tiene dinero


pero se hace pendejo para pagar


Te di un arma, Truman


Si no empiezas a usarla el jodido serás tú


Quiero mi dinero mañana SIN FALTA" 2:05






—Cabrón, ¿qué crees que estas haciendo? 


La voz rasposa de Richard sonó como eco. Había salido de su guarida y se dirigía a una de las mesas próximas a la entrada del local. 


Matty enfocó su vista y comprendió la escena.


Habían cuatro jóvenes en la mesa. Y uno tenía una de las periqueras rodeada con sus brazos. 


Lo que estaba intentando hacer era arrancarla del suelo. Claro que eso lo pudiera lograr si fuera superman, de otra manera dudaba que se despegara el cemento que la sujetaba. Pero al aplicar fuerza, estaba dañando la silla en si. 


Richard empezó una discusión con los hombres de la mesa.


Para este momento ya solo quedaban ellos y otra mesa con dos mujeres. Ellas parecían no darse cuenta de nada. 


Tory observaba todo desde el espacio donde limpiaba y recogía cosas junto con otra mesera.


Y la chica del cabello apareció a gatas entre las mesas. 


¿Qué rayos estaba haciendo?


La siguió con la mirada. Se conducía hacía la salida. ¿Creía que podría escapar sin ser vista?


Que ingenua.


¡Y que ciegos estaban todos!


[...]


—Responde, maldita sea.


Hablaba sola mientras el teléfono estaba marcando.


Aguardó en la linea hasta escuchar la entrada al buzón de voz para colgar. Repitió aquello dos veces mas y Zara nunca contestó.


¿Qué iba a hacer ahora?


No tenía ni dinero para un taxi, y si fuera así, ¿a donde iría? Su amiga no le dijo a donde estaría. Y regresar a su casa sin ella, no era una opción.


De repente una luz la empezó a alumbrar desde la entrada del callejón.


Estaba jodida. 


La policía había llegado.


Estaba por alzar los brazos en señal de derrota, hasta que empezó a divisar el cuerpo que  sostenía el teléfono con lampara encendida.


No podía ser cierto.


—De una vez te aviso que intento escapar de nuevo, y esta vez no me detendrás —se giró. Y empezó a travesar el callejón en el sentido contrario a donde entró.


—Creí decirte que no hicieras las cosas peor —lo escuchó decir a sus espaldas —Estas yendo a la dirección equivocada...


Sí, claro. No iba a caer, así que lo ignoró, pero sintió sus pasos seguirla.


—Es el colmo, que vayas a ser tu quien me entregue a las autoridades.


Dijo cuando la tomó del brazo, como hace unas horas, pero esta vez su agarre fue mas suave.


—Andando.


Ya ni siquiera puso resistencia. Lo siguió. Iba caminando un paso atrás.


La puerta del Zona Zero quedaba a cinco pasos, pero él se detuvo antes.


Se puso en cuclillas junto a una moto y empezó a desatar la cadena.


—Sube -le dijo cuando lo hizo él  y la miraba de soslayo.


—¿Vamos a la policía? —preguntó en susurro y sin dejar de mirar su perfil. 


Notó la comisura de su labio elevarse.

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