10.



Llegué a casa unos 25 minutos más tarde. Había tardado más de lo habitual por la pesada maleta que llevaba arrastrando. Al menos ya había dejado de llorar. 


Dejé el abrigo en la entrada y me giré dispuesta a subir a mi habitación pero lo que menos me esperaba era ver mi casa completamente decorada para navidad. Se me escapó una sonrisa. Amaba la navidad.


Escuché un ruido que venía de la cocina y Aitana apareció por la puerta con un bol en las manos. En cuanto me vio, dejó el bol en la mesa y prácticamente se lanzó a abrazarme. 


-¡Has vuelto!- me reí un poco y asentí acariciándole el pelo.


-¿Lo has hecho tú sola?- pregunté señalando con la cabeza todos los adornos.


-Bueno...- empezó a mirar detrás de mi. Me giré sin entender mucho y me llevé las manos a la boca de la sorpresa.


-Hola hermanita- Miriam estaba sonriendo desde las escaleras.


-Madre mía- ahora era yo quien se lanzaba a abrazarla a ella. Noté como Aitana se nos unía en el abrazo. Como cuando éramos pequeñas -Te he echado mucho de menos-.


-Y yo también-.


No me podía creer que Miriam hubiese vuelto ya. En teoría aún quedaba como una semana para tenerla de vuelta, o eso nos dijo ella cuando se compró los billetes de avión. Es cierto que la había echado muchísimo de menos y tenía tantísimas ganas de hablar con ella, pero claro, aún estaba el tema de Roi, el de Mimi y todo lo que había ocurrido y que yo intentaba esconder a toda costa pero también es cierto que se me daba fatal mentir, pero bueno, eso ya era otra cosa.


-Cuéntanos, ¿qué tal Escocia?- preguntó Aitana mientras le pasaba una bolita de masa de galletas que acababa de moldear, yo mientras las miraba hacerlo sentada en un lateral de la mesa.


-Bueno, increíble, incluso cuando estaba helando, las escocesas se ponen pantalones cortos y tacones cuando salen de fiesta-.


-¿Sales de fiesta?- Aitana parecía realmente asombrada mientras yo me aguantaba la risa.


-Claro, todo el mundo lo hace, al menos todos los de mi residencia beben-.


-¿¡Tú bebes!? Quién eres y qué has hecho con mi hermana- Miriam se empezó a reír dándome un golpe cariñoso a Aitana en el hombro quien estaba sonriendo.


-Es la nueva Miriam- me empecé a reír también.


Seguimos haciendo galletas y las metimos en el horno cuando a Aitana se le ocurrió la gran pregunta -¿Vas a invitar a Roi a cenar? -me tensé en seguida y quité la mirada de ellas. Miriam me miró pero contestó sin más.


-¿Hacemos noche de chicas mejor?-


-Más papá-.


-Más papá, sólo familia- Miriam asintió.


-Entonces ya no puedes invitar a Mimi- Aitana me miró y yo me tapé la cara con una mano. Facepalm.


-¿Mimi?- Miriam ahora estaba confundida, iba a preguntar más cosas pero escuchamos que alguien llamaba a la puerta.


Aprovechando la situación me levanté rápidamente.


-Ya abro yo- y fui hacia la entrada para ver quien era. 


Abrí la puerta sin mirar por la mirilla y lo que menos me esperaba era a Mimi ahí plantada.


-Tenemos que hablar- dijo bastante seria. 


-Aquí no- miré dentro un segundo y salí con ella a la calle. Realmente no tenía ganas de escucharla pero me quedé igual.


-Sólo para que no sepas, no pasó nada entre Shana y yo anoche- Mimi trataba de excusarse-.


-Para empezar, tu fuiste que fue a su habitación en primer lugar- seguía dolida por aquello.


-Shana y yo salimos durante mucho tiempo. Los sentimientos no desaparecen sin más, hay un pasado del que me acuerdo-.


-Estoy harta de ser una segunda opción o una farsa, Mimi-.


-No, no, no, no lo entiendes. Anoche fue...- intentó acercarse más pero me eché hacia atrás.


-Anoche fue un error- ella se calló de golpe sin saber qué decir -No tendrá importancia para ti pero para mi sí-.


-Ana, ¿quién dice que no?- se notaba ya el desespero y el cansancio en la voz.


-Todos los machitos de tus amigos que iban en el bus, te aplaudían y todo y tú encantada-.


-Verás, yo...yo...-.


-Mimi, de verdad vete- dije ya en un tono derrotada. Mimi me miró y suspiró.


-¿No podemos entrar y hablarlo tranquilamente?- su voz sonaba más calmada, casi en un susurro.


Iba a contestar a su pregunta pero una voz habló a mis espaldas -Te ha dicho que te vayas- el que faltaba ahora. Roi.


Resoplé -Roi, estoy bien, vuelve dentro-.


-No, tranquila-.


Mimi estaba incrédula -No, ¿hablas en serio?- su mirada se alternaba entre Roi y yo y podía notar como un enfado empezaba a crecer -Esto no va sobre mi y Shana, va sobre tú y Roi- se la notaba alterada -¿Me estás tomando el pelo? ¿¿Por esto cortaste conmigo?- Mimi me miró fijamente a los ojos -¿Sigues enamorada de este aspirante a Bon Iver?-.


-Si Ana cortó contigo fue probablemente ha visto la luz y se ha dado cuenta por fin de que es demasiado buena para ti-.


Lo que no sabía es que no éramos los únicos en la escena -¿Estás enamorada de Roi?- la voz de Miriam sonó desde la puerta.


-Miriam, no...- me acerqué a ella pero entró rápidamente a casa cerrando la puerta y asumí que se iba a su cuarto. Me quedé parada delante y cerré los ojos, que se me estaban empezando a aguar. Me giré dirigiéndome a los dos -Mimi, vete a casa-.


Ella me miraba, suspiró y bajó la mirada al suelo mientras empezaba a andar hacia atrás -Nunca fuiste la segunda opción- la vi marcharse.


Roi seguía ahí parado con cara de circunstancia -No sabía que había vuelto-.


-Pues si, acabó los exámenes antes. Era una sorpresa- mi voz se rompió por un segundo y carraspeé. Roi supo que ya no pintaba nada allí y se fue también.


-Pediré una pizza- habló Aitana haciéndome rodar los ojos y que entráramos las dos en casa.


Resoplé. 


No sabía qué hacer ahora. 


Miriam. 


Roi.


Mimi.


Todo eran dudas en mi cabeza. La mirada de Miriam aún seguía en mi cabeza, así como las palabras que intenté ignorar de Mimi pero que terminaron calando igualmente. Y Roi era un caso a parte porque era de lo poco que tenía más claro: ya no sentía nada por él. Pero eso no significaba que no quisiera seguir siendo su amiga, era mi mejor amigo.


Estaba tumbada en la cama y un dolor de cabeza empezaba a surgir de todo lo que tenía en la mente. 


Ya estaba harta. 


Me levanté de un impulso y fui directa a las estanterías. Cogí todos los libros de romance y los metí en una caja cabreada. Seguí por el escritorio y encontré el famoso contrato. Sin dudarlo mucho, lo rompí en trocitos.


Al menos, lo peor ya ha pasado. 


De repente, escuché que tenía una notificación en el móvil. Lo desbloqueé y no me lo podía creer. Era un mensaje de Amaia. Un vídeo concretamente. Mimi y yo besándonos en el jacuzzi. Lancé el móvil a la cama y me senté en el suelo. Esto tenía que terminar ya. Así que me levanté de un salto casi y fui a la habitación de Miriam. La puerta estaba abierta pero llamé igualmente, estaba guardando sus cosas en la mochila que había traído. 


-Estoy ocupada- me dijo en cuánto me vio, con desgana.


-Miriam, espera. Necesito tu ayuda-.


Realmente, necesitaba su ayuda. 

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