Capitulo 2



  El hombre se acababa de fijar en ella. 


  Bueno, era normal, estaba justo delante de él, mirándolo como si fuese la primera vez que había visto a un hombre en toda su vida. Y por eso mismo notó calor en las mejillas. Se giró enseguida hacia el mostrador, pero segura de que él se había dado cuenta.


   Rosa estaba completando la reserva con un ojo puesto en lo que estaba haciendo y el otro puesto en él. Abrió otro cajón y sacó una pequeña carpeta en la que había una llave. Luego tocó la campana que tenía al lado. 


 –¿Se está registrando?
  Alison se sobresaltó. La voz profunda, de melaza, le estaba hablando a ella, tragó saliva y miró en su dirección. 


–Ah, sí – respondió, sin saber por qué se lo preguntaba–. ¿Y usted? 


Él sonrió mucho, pero sin ironía, y Rosa saltó enseguida: 


–El señor Brody es el dueño del hotel. 

  Había desdén en su voz. Entonces apareció un joven de aspecto antillano y lo miró a él. 


–Toby, acompañe a su habitación a la señorita Claiborne –giró la vista hacia ella–. Espero que disfrute de la estancia. 


–¿Claiborne? –le dijo Matt Brody antes de que a Alison le diese tiempo amoverse. 


  Se había puesto a su lado en el mostrador y, de repente, ella notó el calor que desprendía su cuerpo y el olor a limpio de su piel. Era más alto que ella,algo poco habitual.
  Pero lo más inquietante era que le atrajese tanto. Era una experiencia nueva para ella, una experiencia que no sabía cómo manejar. 


Él la estudió con sus ojos verdes, enmarcados por unas pestañas largas y oscuras, unas pestañas por las que habría muerto cualquier mujer. 


–¿Se apellida Claiborne? –repitió él.

–Eso es –respondió Alison, apartando la vista de sus cautivadores ojos–.¿Conoce mi apellido? 


  Él pareció dudar. Frunció el ceño y el verde de sus ojos se hizo más profundo.


 –Tal vez –dijo él por fin–. Lo he... oído alguna vez. No es un apellido muy común. 


–No, no lo es. 


  Alison intentó no apretar los labios, pero se sintió tentada a preguntarle que dónde había oído su apellido antes. ¿Le diría él la verdad? Lo dudaba. Se preguntó qué diría si ella le contaba que Sara Claiborne era su madre. 


–En cualquier caso –añadió él– espero que el alojamiento sea de su agrado–miró al joven que esperaba con impaciencia al lado de su maleta–. Si necesita algo, sólo tiene que llamar a recepción y la ayudarán. 


–Gracias. 
  Alison tenía ganas de llegar a su habitación, quitarse la ropa y darse una buena ducha fría. Y después, llamaría al servicio de habitaciones, si es que lo había. 


Estaba encantada con la isla y con el hotel, pero la presencia de Matt,Matthew, Brody iba a ser una complicación. Sobre todo, teniendo en cuenta el modo en que se sentía atraída por él.


  Se obligó a sonreír y se separó del mostrador para seguir al joven botones,Toby, hacia las escaleras. Estaba casi segura de que al menos un par de ojos la estaban observando, y tuvo que contener las ganas de balancear las caderas para demostrar que no le importaba. 
 ¿O estaba poniéndose paranoica? ¿Y engreída?  Matt Brody no le había dado ningún motivo para pensar que estaba interesado por ella. Sólo le había dicho que le sonaba su apellido. Y si lo que ella sospechaba era verdad, no era de sorprender. 


  Tal y como había imaginado, las habitaciones del piso de arriba daban al vestíbulo, pero por dentro eran espaciosas y aireadas, con un balcón que daba a los jardines traseros del hotel.
  Después de asegurarse de que tenía todo lo que necesitaba, Toby se marchó y Alison se puso a inspeccionar su nuevo territorio. 
  La habitación no era demasiado grande, pero era cómoda, con una cama doble, de estilo colonial,un escritorio y dos sillones.
  También había unas sillas en el balcón, que estaba protegido del contiguo con un enrejado cubierto por una parra. Abajo estaba la piscina, que en esos momentos estaba casi desierta, a excepción de un par de niños que jugaban alrededor de las sombrillas.


  En otras circunstancias, Alison se habría sentido encantada. Siendo objetiva, la isla lo tenía todo, pero, como todos los paraísos, tenía que haber una serpiente y, a pesar de su fascinación, Matt Brody era quien, en ese caso,desempeñaba el papel. 


¿Fascinación? 

  A Alison no le gustaron los derroteros por los que iba su mente. ¿Acaso había olvidado el motivo por el que estaba allí? ¿O sus hormonas le estaban jugando una mala pasada? No era el momento adecuado de encontrar a un hombre peligroso y sexy.


  El cuarto de baño era funcional, pero cómodo. Alison se dio una refrescante ducha y luego se puso los calzoncillos y la camiseta que utilizaba para dormir. Le había dado mucho gusto quitarse los pantalones de lana con los que había llegado. El febrero de San Antonio no tenía nada que ver con el febrero de Londres.
  Echó un vistazo a la información del hotel y vio que había servicio de habitaciones. No tenía demasiado apetito, ya que era aproximadamente medianoche en Londres y, a esas horas, ella estaba siempre en la cama, pero sino tomaba nada entonces, no aguantaría hasta la hora del desayuno.


      Pidió una ensalada y un helado, y esperó a que se los llevasen asomada al balcón. En el exterior se había hecho de noche, pero los jardines estaban bien iluminados. El aire era suave y olía a una docena de fragancias ajenas a ella. Alison apoyó las manos en la barandilla y respiró hondo, intentando grabar aquel olor en su memoria.


   Se le había olvidado la poca ropa que llevaba puesta, y al levantar los brazos por encima de la cabeza, notó cómo sus pechos se movían con toda libertad debajo de la camiseta. Se sintió libre y elemental. El aire de la noche la acarició. 


  Y entonces lo vio.
  Estaba casi segura de que era él, Matt Brody, que estaba debajo de una de las sombrillas, mirando hacia arriba, hacia su balcón.


  Alison retrocedió de inmediato y bajó las manos. Se preguntó si la habría visto. Por supuesto que sí. ¿Qué estaría haciendo allí? Seguro que no vivía en el hotel. 


  Llamaron a la puerta y Alison sintió pánico, pero entonces recordó que era el servicio de habitaciones. Se puso una camisa de algodón encima de la camiseta y fue a abrir. Era un hombre joven, al que no había visto hasta entonces, que la miró con apreciación. 


–Que disfrute de la cena, señorita Claiborne –le dijo, aceptando la propina. 


Ella pensó en el modo tan diferente en que había reaccionado su cuerpo ante dos hombres casi igual de atractivos.
  Se comió la ensalada y casi todo el helado y luego se metió en la cama mientras mordisqueaba una galleta. Todavía tenía el pelo húmedo, tenía que habérselo secado. Lo haría, después de la galleta. 




Era de día cuando Alison se despertó. La noche anterior no había cerrado las cortinas, así que el sol entraba a raudales por las puertas del balcón.


  Sólo eran las siete de la mañana, pero ya hacía demasiado calor en la habitación. Había apagado el aire acondicionado al llegar, pero salió de la cama y avanzó por la moqueta para volver a encenderlo.


  Entró en el baño y examinó su rostro en el espejo que había encima del lavabo. Tenía un poco de ojeras, y estaba segura de que le había salido una arruga nueva, pero tenía la piel limpia, aunque fuese demasiado clara para su gusto, y, a pesar de no considerarse una mujer guapa, sus rasgos eran aceptables.


  Suspiró y tomó el cepillo de dientes y empezó con su rutina matutina.Nada complicado: una leche limpiadora para la cara y desodorante.
  Todavía no sabía si iba a volver a hablar con Matt, Matthew Brody, ni cómo iba a ponerse en contacto con su madre. Suponía que sería demasiado esperar que estuviese alojada en aquel mismo hotel. Su padre no le había dado ninguna dirección, pero Alison sospechaba que debía de estar alojada en casa del hombre al que había ido a ver.


¿Dónde viviría?


Se puso una falda corta que dejaba al descubierto una cantidad tolerable de carne y una camiseta amarilla. Y, en vez de los tacones con los que había viajado el día anterior, se calzó unas chanclas, pensando que, si se encontraba con Matt Brody, le resultaría mucho más alto y, tal vez, más intimidante.


  Pero no quería pensar en eso. Salió de la habitación, cerró la puerta, miró a ambos lados del pasillo y fue hacia las escaleras. 


  Al otro lado del rellano vio unas puertas dobles. Mientras bajaba las escaleras, se preguntó qué habría detrás de ellas. Tal vez oficinas, o una sala de reuniones. ¿O la residencia del dueño del hotel? Se encogió de hombros y pensó que eso podría esperar hasta más tarde.
 Bajó al vestíbulo y la recepcionista, que no era Rosa, sino otra chica, la saludó. Alison tuvo que admitir que el personal del hotel era muy simpático. Se preguntó si era por la política de la empresa, o porque la gente era así.

¿Como Matt Brody? 


  Pero no quería pensar en él, así que siguió andando hasta el comedor,donde había algunas mesas ocupadas, aunque la mayoría de las personas estaban sentadas en el patio. Alison salió al sol y no pudo evitar sentirse optimista. 


–¿Mesa para dos? –le preguntó una camarera. 


–Para uno –respondió ella.


 Le gustó que la camarera se mostrase sorprendida.
 La siguió hasta una mesa que había al fondo del patio. Todavía era temprano, no eran ni las ocho, pero el sol ya estaba empezando a apretar. Por suerte, todas las mesas estaban protegidas por un toldo. Alison no quería empezar su viaje con una insolación. 


  Se bebió un zumo de frutas y varias tazas de café solo. Jamaica era famosa por su café y aquél estaba delicioso. Sólo se comió un panecillo caliente y un pastel, pasando de las tostadas y de los bollos, a pesar de su apetitoso aroma.
Después de desayunar, se sintió tentada a darse un baño. Normalmente,cuando estaba de vacaciones, hacía turismo por la mañana, antes de que el sol se hiciese insoportable, y luego se bañaba o tomaba el sol por la tarde. Pero allí no estaba de vacaciones, se recordó. En vez de irse a hacer turismo, debía ir en busca de su presa.


 Estaba disfrutando de una última taza de café cuando se dio cuenta de que alguien se había detenido al lado de su mesa. Alguien tan alto y moreno que le resultó inquietantemente familiar, tanto que se puso nerviosa y se le aceleró la respiración, y no le hizo falta levantar la vista para saber de quién se trataba. 


–Buenos días, señorita Claiborne.
 La voz de Matt Brody hizo que se le erizase el vello de la nuca. Alison se llevó una mano a la parte de atrás de la cabeza y casi le sorprendió que la cola de caballo que se había hecho esa mañana siguiese en su sitio. 


–Eh... buenos días.


 Él también se había vestido esa mañana con pantalones cortos, que dejaban al descubierto unas piernas morenas y musculosas. Una camisa blanca le marcaba el torso. 


Alison no entendía cómo podía sentirse tan atraída por él. De todos los hombres que había conocido a lo largo de su vida, ¿por qué se ponía así cuando tenía cerca a Matt Brody? ¿De tal palo, tal astilla, tal vez? Se negó a pensar así. 


–¿Ha dormido bien?
 Alison pensó que le dolería el cuello si tenía que seguir mirando hacia arriba, así que se levantó.
 Aun así, tuvo que seguir inclinando la cabeza hacia arriba para mirarlo a los ojos. Unos ojos verdes que la miraban de manera tranquila e inofensiva.
 Se preguntó por qué se habría parado a saludarla.¿Habría adivinado qué había ido a hacer allí? 


–Muy bien, gracias –le respondió–. ¿Y usted? 


–Yo siempre duermo bien, señorita Claiborne –le dijo él, haciendo una mueca, como si aquello le pareciese divertido–. Me preguntaba si tendría planes para esta mañana. 


Alison se quedó sin habla. 


 –¿Planes? –repitió–. Eh... no. La verdad es que estaba pensando qué hacer. 

  Como averiguar dónde vivía y si su madre estaba en su casa. O si debía esperar a que él le contase a su madre que estaba allí y ver cómo reaccionaba. 


–Bien. ¿Quiere conocer mejor la isla? 


Alison volvió a quedarse sin habla. 


–Bueno... sí –respondió, sin saber a qué se estaba comprometiendo, pero decidida a hacerlo de todos modos–. Eso pensaba hacer –respiró hondo–. ¿Hay visitas guiadas? 


–Podría decirse así.


  Matt sonrió y a Alison se le hizo un nudo en el estómago. Cuando estaba relajado, como en esos momentos, era impresionante. 
  –En realidad, le estaba ofreciendo mis servicios –le aclaró él–. Nací en Inglaterra, pero, salvo durante los años de universidad, he vivido siempre en San Antonio. Conozco bien la isla, en profundidad. Supongo que sé de lugar es que no aparecen en las guías de viajes.


 Alison estaba segura de ello, pero no sabía cómo tomarse aquella invitación. Era una oportunidad ideal para hacerle preguntas sin delatarse, pero también era una propuesta demasiado atractiva, y no estaba segura de que a su padre le pareciese bien. 


–Bueno... ¿va a venir alguien más? –preguntó de manera inocente. 


–No –le confirmó él–. ¿Le importa? Si le prometo que mantendré las manos quietas, ¿vendrá? 


Alison se ruborizó. 


–Ah, no quería decir... 


–Sí, claro que sí –le dijo Matt, encogiéndose de hombros–. ¿Entonces?¿Qué me dice? 


 Alison exhaló con nerviosismo. 


–¿Tengo que llevar algo? –le preguntó. 


–¿En qué está pensando? –le preguntó él. Y luego, como si fuese consciente de su vergüenza, añadió–: Sólo crema solar, supongo. Y un traje de baño. 


Alison puso algo más de espacio entre ambos. 


–De acuerdo –contestó, asegurándose a sí misma que no metería el bañador en la bolsa  –¿Cuándo salimos? 


Él se miró el grueso reloj dorado que llevaba en la muñeca. –¿Tiene suficiente con quince minutos? 


Alison asintió.–Eso creo. 


Él sonrió con ironía. 


–Una mujer que no necesita una hora para prepararse. Qué suerte tengo. 


«Eso ya lo veremos», pensó Alison, pero no dijo nada. 


–En ese caso, nos veremos en el vestíbulo dentro de quince minutos –concretó Matt, antes de marcharse hacia el interior del hotel. 


Alison tuvo que sentarse un minuto al quedarse sola. Se dijo a sí misma que lo hacía para terminarse el café, pero lo cierto era que le temblaban las piernas.

 Se preguntó dónde se había metido.

 Pensó que no podía quedarse allí sentada indefinidamente. Tenía que subir a su habitación por la crema solar, aunque no tomaría el traje de baño. De todos modos, ya llevaba una falda bastante corta. Cuando había hecho la maleta no había esperado que el... ¿novio?, ¿amante?, de su madre fuese, como mucho,diez años mayor que ella.
 Intentó no darle más vueltas al tema, tal vez siguiese siendo virgen, pero era capaz de cuidar de sí misma. Tal y como su padre le había aconsejado, había ido a clases de kárate y de taekwondo, y a pesar de no ser cinturón negro de ninguno de los dos deportes, sabía defenderse. 


  Subió a la habitación, sacó la mochila del armario y metió la crema y las gafas de sol. Luego decidió incluir también un bañador negro que se había comprado el año anterior en Barcelona, y una toalla del hotel.
  Se miró al espejo y se soltó el pelo. Solía llevarlo liso, pero no se había llevado las planchas para alisárselo, así que lo tendría que llevar rizado. Se lo peinó con los dedos y decidió que tendría que salir así.


 Habían pasado casi quince minutos cuando volvió a salir de la habitación.Para su sorpresa, vio a Matt Brody saliendo por las puertas dobles que había al final del rellano. Si las puertas estaban abiertas, Alison iría a echar un vistazo esa tarde.


 Sintió un escalofrío y bajó las escaleras delante de él. Aquel viaje iba a resultar ser mucho más emocionante de lo que había previsto. Fingió no haberlo visto, pero él la llamó: 


–No tenga prisa –le dijo, acercándose y apoyando una mano en su espalda–. Estoy justo detrás. 


A ella le sorprendió que tuviese callos en las manos y sintió el calor de su piel como si fuese una corriente eléctrica. Fue sólo un momento, ya que se echó hacia delante para evitar el contacto y estuvo a punto de matarse cuando el pie se le salió de la chancla.


Pero entonces Matt la sujetó por la cintura, evitándole un desastre. Sólo uno, porque al verse atrapada contra su cuerpo, lo único que pudo hacer Alison fue echarse a reír. 


–Gracias –balbuceó. 

 Sin saber cómo, consiguió zafarse de él, tomar la chancla rebelde y terminar de bajar las escaleras con un pie descalzo. Al llegar al vestíbulo levantó el pie y volvió a ponérsela. 


 –¿Está bien? –le preguntó Matt. 


–Supongo que sí –respondió ella–. Es culpa mía, por ponerme estas cosas en los pies –dijo, señalando las chanclas–. Me habría ido mejor con unos zapatos planos. 


–Le habría ido mejor si no hubiese intentado escapar de mí –replicó él–.¿Qué le ocurre, señorita Claiborne? ¿La pongo nerviosa? 


Alison estuvo a punto de negarlo, pero cambió de opinión. 


–Tal vez un poco –admitió–. Me temo que no soy una persona a la que le guste tocar ni ser tocada. 


Matt frunció el ceño. 


–Supongo que quiere decir que sólo le agrada si la persona le gusta. 


–Usted, ni me gusta ni me disgusta, señor Brody –le dijo ella, dándose cuenta de lo difícil que iba a ser aquello. Miró hacia el exterior–. ¿Tiene coche? 


 Matt la miró en silencio durante unos segundos y Alison pensó que iba a deshacerse de ella. Y eso no era lo que quería, aunque la pusiese nerviosa. Al fin y al cabo, había ido a eso a San Antonio. 


 Entonces, él se encogió de hombros y le hizo un gesto para que saliese delante de él. Alison lo hizo, pensando que tenía que haberse puesto unos pantalones, habría sido más adecuado.

 Se sentía demasiado expuesta con aquella minifalda.   

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