Sobre ruedas

—No creo que haya sido correcto de nuestra parte dejar que Itia nos persiguiera 4 kilómetros corriendo.


Krest valoró la situación, la verdad empezaba a sentirse asqueado de su comportamiento tan recto y particular, deseaba ser libre, poder expresar lo que quisiera sin sentirse cohibido y al parecer su querido bicho se había dado duenta de la situación que lo opacaba sin haberle mencionado algo al respecto.


—Algo de ejercicio le caería muy bien... a la siguiente puede que se inscriba a un maratón.


Zaphiri soltó una estruendosa carcajada. Sip, había creado un monstruo.


Después de que todos sus nuevos amigos que parecían zombies recién salidos de sus tumbas, decidieran bajar a desayunar, quisieron darles las gracias y despedirse con todo el afecto del mundo, les escribieron sus números telefónicos en un papel, les dieron comida y agua para su largo recorrido y justo cuando iban a irse el libriano alcanzó a ver las llaves de su preciado Ford verde.


Cabe destacar que terminaron discutiendo por el auto, discusión que ganaron el dúo dinámico al enseñarle la grabación donde aún estando conciente, le había cedido el auto a los dos. Pero no, Itia no se daría por vencido tan rápido así que prácticamente se abalanzó contra el auto en movimiento y estuvo ahí por lo menos 5 minutos hasta que en un tope Krest había frenado muy de repente causando que se soltara mas no se detuvo y los correteó por varios minutos, al final les gritó que algún día se vengaría y les deseó feliz viaje.


—Cubito, admito que me gusta esta nueva faceta tuya.— miró por la ventana para luego girarse y ver la graciosa expresión que su compañero tenía mientras manejaba —Solo prometeme que no vas a perderte en el camino.


Krest sonrió.


—Te tengo a tí para traerme de vuelta ¿no?— giró por un momento la cabeza para verlo a los ojos y después regresó su atención hacia el camino de en frente. —Parece que seremos tú y yo contra el mundo desde ahora.


Ambos se sonrieron para perder su atención en los alrededores mas la vista de ambos se clavó en un solo lugar en especifico.


*^*^*^*^*^*^*


—¿Estás seguro de esto, Krest?


Teminaron por subir la escalera que llevaba a aquél establecimiento adornado con dibujos abstractos y mucha pintura negra, un mostrador bastante grande de cristal donde se observaban diversos adornos como expansores, aretes y piercings, uno que otra pipa e incienso además que encima del mueble había tres recopiladores bastante gruesos y detrás de este un hombre de aspecto foribundo que llevaba unos cuantos vendajes en el rostro y su cabello de un negro muy intenso.


—Bienvenidos sean caballeros ¿puedo ayudarles en algo?


Los dos chicos tragaron grueso.


—Sí, queremos dos tatuajes.


—¿Para aquí o para llevar?— el sñor que atendía se burló. —Pasen y vean que les agrada, los diseños están en estos libros cuando sepan lo que quieren me avisan para poder llamar al tatuador.


Diciendo esto desapareció detrás de la cortina negra del cubículo que se encontraba dentro.


Algo nerviosos, tomaron los recopiladores y se dispusieron a ver los tatuajes que ahí se podían apreciar. Largos, pequeños, grandes, muy coloridos y otros sin color al principio buscaron juntos opinando sobre los gustos del otro, pero no concordaban en ninguno, así que decidieron que iban a hacerlo separado.


Por fin, después de largos veinte minutos ambos decidieron y tratando de mantenerlo en misterio los dos concordaron en verlos cuando estuvieran terminados.


Llamaron al recepcionista y le mencionaron su elección.


—Muy bien chicos, pasen por aquí por favor.


Abrió la cortina donde se asomaron otros dos chicos de al rededor de 20 años uno tenía las hebras plateadas en el rostro casi ocultandole los ojos era blanco y tenía una sonrisa muy tétrica en el rostro el otro simplemente era rubio, tenía una uniceja dorada y unos ojos color oro que estaban más vacíos que el pozo más seco del mundo.


—Ellos son los tatuadores, Radamantys y Minos se encargarán de ustedes mientras atiendo a la mujer que está en el mostrador.


Sin decir más salió de ahí, dejando a los novatos con la cara llena de confusión.


—Bien ¿quién es la primera víctima?— el peliplata trató de burlarse de él pero al parecer la nueva conducta del cubo no tenía mucha paciencia y dedicándole la mirada más fría que pudo le respondió:


—Yo lo haré.


Pasó al lugar donde iban a marcar su tersa piel dandole oportunidad al bicho de escoger al otro chico e hizo exactamente lo mismo que él.


Tardaron al rededor de 3 horas y lo admitían, dolió como el infierno. Ambos no eran amantes de las agujas pero no pudieron evitarlo, algo dentro de Zaphiri quiso detener todo cuando la primera parte del adorno en el cuerpo de Krest estaba hecho, se sentía culpable por dejar que él hiciera una estupidez tremenda como esa pero todo se tranquilizó cuando el cubo posó sus ojos en él, tranquilizandolo con la sola mirada.


Salieron muy felices del establecimiento después de pagar al parecer habían congeniado con ese trío de rufianes que atendían en el local, eran escalofriantes pero muy buenos tatuadores.


—Okey... ¿entonces esperaremos tres horas para retirar esta cosa?


—Hey, paciencia corredor je.


—¿Crees que digan algo en la universidad por esto?


—No lo creo, además aprenderás a vivir con él después de todo ese año.


—¿Año? Pero si falta menos de 1 mes para que inicien las clases.


De pronto, Zaphiri frenó de golpe asustando al pobre cubo que iba de copiloto a su lado.


—¿Qué sucede?


Zaphiri giró su cabeza y lo vió a los ojos mas no supo interpretar el sentimiento que se reflejaba en su mirada.


—¿Vas... vas a ir a la universidad, ahora?— Krest se confundió por su tono de voz tan... apagado.


—Pues sí, era mi plan inicial ¿por qué preguntas?— el sarcasmo en su voz lo irritó.


—¿Por qué pregunto? Oh no lo sé, tal vez porque pensaba que me acompañarías en este tiempo.


—Pues... no, Zaphiri. Voy a ir a la universidad ya lo he decidido.


—Oh, bien por tí.


—¿Está... molesto por eso?


—Oh no, claro que no, me encanta saber que la mejor persona que ha llegado a mi vida sea tan egoísta como para pensar solamente en él.


Krest le miró ofendido.


—¿De qué estás hablando, torpe? Habíamos establecido este plan desde que nos aventuramos a esta loca idea.


—Creí que por lo que habíamos hablado eso iba a cambiar.


—No voy a abandonar mi sueño por un capricho tuyo.


Zaphiri hirvió en rabia ¿Cómo se atrevía a tratarle como un chiquillo?


—Para tu información, tu compañía no es un capricho mío, pensé que al exponerte mis sentimientos tal cual los sentía, pensaríamos como dos en vez de uno y...


—Tal vez no lo sepas, querido amigo, pero tú y yo no somos nada más que amigos.


Zaphiri hizo una mueca de dolor y arrancó de nuevo el auto en completo silencio. Las palabras de Krest le habían dolido mucho y si le contestaba de nuevo algo en él se quebraría... solo esperaba que fuera el enojo el que hablaba por él porque ¿entonces todas a esas palabras melosas que le dijo al oído eran simple coqueteo? ¿o esas noches donde sin pensarlo ambos buscaban el contacto mutuo o cercanía de alguna forma u otra eran una farsa? la forma en que lograban entenderse con solo una mirada ¿era falso? Todas esas preguntas lo torturaban una y otra vez al rededor de su mente.


Krest se estaba dando una paliza mental por haber sido tan idiota ¿Cómo se le ocurre decir semejante estupidez cuando ya les había costado demasiado admitir lo que sentían el uno por el otro? Se sorprendió cuando el bicho paró el auto cerca de un mirador y salió a mirar desde la cerca el cielo adornado por nubes gigantes y esponjosas.


¿Qué había hecho?

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