Estancados

—Mierda, Mierda, ¡Mierda!
—Ya, cálmate no vas a arreglar nada quejándote.
—¿Qué hacemos entonces, genio?


Zaphiri estaba que se lo llevaba el diablo.
Todo iba bien ese día, habían dormido bien los dos, desayunaron lo que sobró de la cena y en el camino todo iba bien, algo callado pero los huecos de silencio se llenaban con las canciones del reproductor musical.


Hasta que depués de parar a comer en un local de hamburguesas en el camino ambos iban tan absortos en su propia conversación que no recordaron jamás que debían cargar gasolina por lo que unos cuantos kilómetros más adelante el auto se apagó completamente.


Zaphiri estuvo a punto de perder la cabeza, recriminandose por ser tan distraido y no recordar algo tan importante como eso, por lo que se la pasó quejandose creandole una jaqueca a Krest que estaba a punto de soltarle un buen zape para que se callara.


—No lo entiendes, ahora nos quedaremos estancados aquí y vendrán los lobos a comernos... ¡O peor! Alguien vendrá a matarnos y luego nos descuartizará para vender nuestros órganos en el mercado negro.


Al girar la cabeza, el cubo lo veía asombrado realmente nunca pensó que Zaphiri podría tener tanta imaginación.


—Deja de ser tan dramático, mira tengo una idea... ¿Tienes algún recipiente de esos rojos para almacenar gasolina?


El bicho estuvo a punto de golpearse en la frente, de verdad estaba muy nervioso y no pensaba con la cabeza fría, algo demasiado... peculiar, pues sus compañeros siempre lo veían como un consejero o intermediario para resolver algún problema (malditos convenencieros) pero algo le pasaba con ese chico desde que había visto sus ojos llenos de tristeza esa noche se había propuesto no volver a ver rastro de eso en él por lo que estaba empeñado en poder hacer todo perfecto con tal de que su compañero no estuviera triste.


—Sí, creo que está en la cajuela.


Tomó las llaves y se dirigió a abrir la parte trasera del auto para sacar un recipiente rojo con una tapa negra.


—Aquí está.
—Perfecto, ahora solo debemos esperar a que alguien quiera darnos un aventón a la estación más cercana.


Ambos se acercaron a la carretera donde múltiples autos pasaban, algunos con prisa y otros disfrutaban de la vista que el cielo del atardecer les brindaba.


Krest estaba haciendo la típica seña con el pulgar para pedir ayuda mientras Zaphiri estaba a punto de reírse, al parecer veía demasiada televisión.


Después de que varios autos estuvieron apunto de arrollarlo (regalandoles maldiciones por parte del bicho) por fin un hermoso Ford 2000 color verde muy brillante se estacionó junto al cubo.


—Hola.


Un apuesto castaño de ojos chocolate le dirigió la palabra mas el otro se quedó embobado viendo las bellas facciones de ese desconocido y el bicho al ver esto... algo se revolvió en su interior, su saliva se volvió amarga y su sangre hirvió ¿por qué Krest lo miraba así?


—H-Hola.
—¿Puedo ayudarte en algo?- el chico sonrió.
—Ehmm... bueno... sí- Zaphiri rodó los ojos con fastidio
—Hola, disculpa que el inadaptado de mi compañero no sea capaz de formular una oración pero necesitamos ayuda, nuestro auto se quedó sin combustible así que queríamos pedirte si podías darnos un aventón a la estación más cercana.


El castaño lo miró de arriba a abajo despectivamente algo que hizo más intenso las ganas de tomarlo por el cuello hasta estrangularlo.


—Ah... claro, suban.


Zaphiri rodó los ojos y le abrió la puerta a un Krest completamente sonrojado ¿por qué tenía que avergonzarlo de esa manera?


—Y... ¿a dónde se dirigen?
—Bueno, no vamos a algún lugar en especifico, solo estamos llendo por la carretera a donde el auto nos lleve.


Al parecer el cubo había recobrado la compostura y le respondió con amabilidad.


—Oh ya veo, eso debe ser fascinante.
—Sí, lo es.
—Siempre he querido hacer esos viajes en carretera, una vez lo planeamos unos amigos y yo pero al final no resultó.
—¿Por qué?
—Discutimos y nunca más volví a hablar con ellos...


Ambos soltaron una risita que a Zaphiri le pareció el sonido más detestable de todo el mundo.


"¿Pero que diablos me está pasando?"


Trató de calmarse, al parecer estaba acostumbrado a la atención de Krest solo para él por lo que pensó que era eso así que poco a poco fue haciendo a un lado la molestia que al principio le provocó ese tipo, incluso se integró a su platica después.


—Oye, castaño ¿cuál es tu nombre? O ¿prefieres que te llame castaño?


El chico rió.


—Mi nombre es Itia.
—Bueno, dime Itia... ¿quién eres tú?
—Bueno, soy el presidente de una compañía de armas, justamente en este momento voy a una junta muy importante de unos accionistas y...


Blah, blah, blah.


Es lo único que escucharon de ahí en adelante pues a Zaphiri no parecía interesarle y Krest lo escuchaba mas no entendía ni jota.


Cuando por fin llegaron a la estación le agradecieron a Itia su amabilidad y bajaron del auto pero antes de que Zaphiri cerrara la puerta, la voz del castaño lo detuvo.


—Tienes suerte, amigo.
—¿Eh? ¿Por qué lo dices?
—Ese chico que te acompaña es muy lindo, si yo fuera tú no perdería el tiempo.
—¿De qué diablos hablas, hombre? ¡Apenas lo conozco!
—También yo y eso no me impidió darle mi número de teléfono.


Enojado el bicho le cerró la puerta en la cara y fue directo junto a Krest esperando nunca más ver a ese idiota.


—Eh...Zaphiri, mira, ya llené esta cosa.


Krest levantó sonriendo con algo de dificultad el recipiente lleno de gasolina.


—Bueno, parece que fue muy rápido pero ¿ahora como lo llevaremos?


Eran casi las 8 y la carretera por donde venían parecía ser una de las más importantes por lo que estaba atascada en tráfico.


—Pues no estamos tan lejos del auto, quizás podemos ir caminando.


Ambos se miraron a los ojos.


—¿Qué?
—¿Caminar?
—¿Qué tiene de malo? Hemos estado prácticamente todo el día sentados en el auto, no está de más caminar un poco ¿no crees?


Comenzó a andar mientras hablaba y a Zaphiri no le quedó más remedio que seguirlo, tenía razón de aquí que conseguían otro aventón para llegar al auto era lo mismo que caminar a el.


Todo el camino fue refurfuñando y quejandose, algo que a Krest le fastidió por completo por lo que empezaron otra discusión.


—¡Ya basta, Zaphiri! ¡Deja de quejarte, por el amor de Dios!
—No quiero caminar
—Ya falta poco, además te hace falta bajar un poco de peso, esas hamburguesas se te están llendo a las caderas.
—¿Me estas diciendo gordo?
—Gordo es un término muy cruel, yo diría... rellenito.
—Gordo o relleno, no me importa ¡tengo curvas y me gustan! En cambio tu pareces desnutrido.
—¿Desnutrido yo?
—Sí mira nada más, apuesto que en una tormenta donde el viento sople con fuerza es capaz de llevarte volando.


Entre discusiones y gritos llegaron al auto donde después de recargar gasolina se metieron a el para seguir con su infantil pelea.


—Deberíamos ir a correr por la mañana, después de todo no estamos haciendo ningún esfuerzo físico.
—¿Correr? ¿acaso estás loco?
—Pues no, correr es una de las actividades físicas más enriquecedoras...
—Pff... yo no corro, a menos que haya un buen motivo para hacerlo.
—Intenta por lo menos caminar o en tres días voy a tener que sacarte rodando.
—Listo, ahora si sacaste boleto.


Zaphiri se acercó a hacerle cosquillas en venganza por meterse con su peso mientras que Krest se retorcía de la risa pidiéndole que parara o tendría que enfrentar las consecuencias... dicha consecuencia fue una patada en la cara.


—¡Zaphiri! ¡Dioses, lo siento mucho!
—Bueno golpe ¿anotaste las placas?


Krest soltó una carcajada y se rió con fuerza por lo menos cerca de 15 minutos a lo que Zaphiri se unía a el al poco tiempo.


—Bueno, vamos a dormir enano... al parecer va a llover.


Varios truenos resonaban con fuerza a la distancia.


—Tienes razón.


Pero ninguno se movió de su lugar, se limitaron a ver hacia el frente donde las grandes nubes cargadas de lluvia brillaban con fuerza acompañada de los fuertes tronidos.

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