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"La apuesta III"

Hubo un momento en que lo único que se escuchaba era la ansiedad en forma de dos cansadas respiraciones; que en muy retribuidas veces paraban y volvían a asomarse con pesadez. Siendo una un poco más turbulenta que la otra, y la segunda más preocupada que la primera. Rusia tenía en cuenta que al aceptar el trato de México su padre haría todo lo posible para ganar nuevamente, sin embargo ahora la cuestión era otra: ¿Por qué pelearían esta vez?. Se talló por última vez la cara no sin antes mirar al mexicano, que con un rostro apacible le miró también.

--Tuviste que proponerle algo muy alto para que aceptara, en todo caso no hubiera tocado el tema contigo-- dijo con en un gélido suspiro, casi lamentando lo que desde un principio no quería que pasara ¿Pero cuando era el tiempo correcto para cambiar de postura? si seguía así: el trabajo era lo único que le llenaría la vida y nada más.

México no quería responder aquella cuestión, pues ciertamente todo esto parecía una guerra trivial de la edad media, peleando por la mínima libertad de un amor que, efectivamente, se llevaba ocultando desde hace meses. --Le llevé los guantes, el supuso bien a lo que me refería--

--¿Pelearás con él?--

--No. Pelearé con Turquía: y los términos a los que llegamos fueron muy escandalosos cuando me los dijo, porque yo...yo no estaba seguro de aceptarlos-- avanzó a la cama y se sentó, junto a él Rusia también lo hizo (muy lentamente). --Me dijo que, si no lograba ganarle a Turquía: no habría marcha atrás ya estaba decidido. Te casarías con él--

Tenso, angustiado, completamente fuera de sí. Como el mismo día en que las cartas de su padre decidieron el futuro del eslavo, como aquella vez en la mansión en que todo este teatro comenzó. Sus miedos se materializaron y eran capaces de palparse entre sí, junto a México, junto a la cama y conforme a todo lo que estuviera cerca de él. Su peor miedo ya era por más una realidad, casarse con ese turco. Lo vio muy cerca cuando su padre le advirtió que en todo caso de no contraer matrimonio, éste lo desposaría sin plena fe de duda. Pero ahora, ya que esta situación acaba de rebasar los límites: se dio cuenta que su terror ya se encontraba frente a sus narices.

--Lo sabía-- fue lo único que dijo.

--Lo supuse-- le contestó.

Ambos se complementaban, y al complementarse no debían existir palabras de por medio que interpretaran la situación. Rusia por una parte ya tenía premeditado que su padre lo pondría a la tutela de la empresa con ese turco desde Abril, y México, bien sabía que lo único que estaba haciendo era retrasar el destino del eslavo. Como una cadena. --No tengas miedo Rusia, confía en mi--

--México...-- recargó su rostro en el corpulento hombro de su amado --Me he vuelto débil, desde un principio pude deslindarme de todo esto pero no quise. Está demás mencionar que ya no quiero seguir con esto--

--Lo sé, y te pido que tengas paciencia porque lo que viene va a ser más tardado que una ronda de póker-- le acarició la mejilla --El lunes...el lunes voy a pelear con Turquía--.

--¿Acaso te has vuelto loco? es en dos días, ni siquiera te dará tiempo de prepararte--

--No tienes que preocuparte por eso, dos días son suficientes para una larga jornada contra el ex-socio de tu padre. Incluso si fuera mañana, yo ya me siento preparado-- fueron las últimas palabras de la noche, lo último que se dijeron antes de caer dormidos entre la acolchonada bola de sábanas. Disfrutando del calor que por esta vez, eran capaces de emitir.

Antes de despertar por los alaridos de las mucamas en las otras habitaciones, o por el reloj de la pared colgado al otro lado de la sala: México se cercioró que Rusia todavía estuviera ahí con él. Sin embargo al palpar las colchas de la cama con la mano izquierda y percatarse que esta se encontraba vacía, le entró un remordimiento fraudulento que no hizo más que achicarle el corazón ¿Y si perdía? ¿Y si Turquía se quedaba en todas sus formas a Rusia? entonces, será de México a partir de ahora sólo un montón de carne sin sentido. Un país que al final si cedió en sus propia casa.

Eran aproximadamente las 9, y los pasillos nuevamente se llenaban de countrys por doquier con agendas turísticas que llenar. Era imposible no pasar sin saludar a uno que otro que no fueran sus hermanos o su padre; tenía un gran ingenio para vérselas en charlas pero también se las arreglaba para salir de ellas. Aunque en ya más de una ocasión se le haya regresado de nuevo a la plática: como le estaba pasando en este momento con Suiza.

--¿Hoy que vas a hacer México?-- preguntó entusiasmado, probablemente deslingado de todas las responsabilidades que le tocaban hacer ayer --Escuché que el anfitrión también toma su semana libre en la sede--

--Así es Suiza-- agarró de una bandeja aquellos bocadillos que le encantaban mientras el desayuno se tendía como bufet en la escalinata principal --Ayer fue un día cansado y lo que sigue del protocolo ya le toca en gran parte a ONU-- comió de él.

--Ya veo...-- estiró la mano para alcanzar el hombro de su acompañante, y con voz suave le volvió a preguntar: --Entonces, ¿Qué harás el Lunes?--

<¿Qué planea?> se preguntó a sí mismo mientras seguía comiendo de la copa tan tranquilamente que en su conciencia no había más que eso, una buena reputación para mentir y actuar. --El lunes...creo que daré una vuelta con Chile-- respondió tratando de conservar esa serenidad que no tardaría en desgañitarse por completo.

--Mex, no es por meterme en asuntos personales o ajenos, estoy completamente privado de lo que pase en la vida de los demás. Pero ayer, sin querer...me he dado cuenta que muchos se están preparando para algo importante el Lunes, y en las bocas de quien he escuchado los rumores también he oído de ti--

--¿En qué sentido mi querido Suiza? espero que no sea malo...--

--¡Oh! por supuesto que no México, al contrario. Creo que todos están impresionados por el valor que tienes para enfrentarte contra el turco-- por primera vez, y como en muchos años no había sentido: la sangre se le heló por completo dejándolo pálido y petrificado a la vez. En su mente pensaba con innata claridad que lo que estaba pasando no era un simple chisme, ya se había vuelto por sí solo en propaganda. Si Suiza lo sabía, muchos de los demás countrys habrían de saberlo también y hasta con datos de más.

--¿Cómo lo sabes?-- fue lo único que preguntó.

--El mismísimo Turquía nos dijo. Se le notaba emocionado y ansioso, casi como la primera vez en que iba a pelear con el americano. Ya ha ganado muchas peleas Mex, ¿Estás seguro que quieres pelear contra él?--

--¡Ustedes ni siquiera saben por lo que peleo! no saben siquiera de lo que voy a perder si caigo en ese ring...-- se acercó peligrosamente al rostro de Suiza, cubierto de ira con unos ojos irreconocibles --¡Estoy sacrificando mucho en esta mierda!-- fue en esta ocasión en la que muchos, por no decir todos, voltearon a verlo montados en confusión y algunos tal vez con incomodidad.

El imperturbable silencio no cedía ante nadie, ni siquiera para Suiza que dejaba escuchar su corazón hasta los oídos de quien, en este momento, se sentía fatigado, asqueado y repleto de agruras que no hacían más que hastiar su existencia. Decidió retirarse, no por si mismo, no por Suiza: sino porque al final de toda aquella muchedumbre se encontraba Rusia con el rostro bajo, perdido en sí como cuando era niño.

Le estaba haciendo mal a su amado ¡poniéndolo en vergüenza junto a problemas que no le correspondían! Simplemente decidió largarse de ahí y recobrar la poca cordura que le quedaba con un buen tequila del mini bar en su habitación, mientras pensaba <<¿Qué pasará ahora?>>, <<¿Qué me esperará cuando todos sepan?, cuando ONU se entere...>> si bien mucho antes de este meollo ONU ya había permitido las relaciones sentimentales entre countrys: él tenía en cuenta que las peleas violentas entre naciones estaba prohibidas y sancionadas.

Pero, si realmente quería demostrarle algo al soviético tendría que dejarle en claro lo mucho que adoraba a su hijo, como la noche en la que este lo venció tomándolo de ingenuo e iluso, de soñador e idealista. Sería capaz de pelear por Rusia aunque sea a escondidas de ONU para objetarle en el rostro de su padre que se merecía al eslavo por más razones de las que él mismo podía imaginar, de las que el propio URSS era capaz de sospechar.

Y eso se podría resumir en pocas palabras: él era su combustible.

[...]

ONU lo había convocado a su oficina antes de salir a la capital. Y México sabía bien que las llamadas imprevisibles de la organización si no tenían un reclamo, siempre traían consigo un "¿porqué?" de por medio. Ya escuchaba a sus espaldas todo el palabrerío formal y preciso de la ONU pidiendo respuestas a explicaciones que él no sabría darle. Sin embargo, sólo hacía falta verlo caminar para saber que ya tenía un replicato ante todas las cuestiones que el hombre de la paz fuera a hacerle.

Tocó con cuidado la puerta antes de echarse para atrás, y colocar las manos en las bolsas de su pantalón --Pasa México-- escuchó del otro lado, como un estribillo de aire que le indicaba impaciencia.

--ONU, me he enterado que quieres hablar conmigo. ¿No pudo ser en otro momento?-- antes de todo el que comenzó las preguntas improvisadas fue el mexicano, que evitada a toda costa enfurecer a la organización.

--No querido, no puede ser en otro momento tiene que ser ahora-- se levantó enfurecido de la silla y el adverso supo desde ese instante que no había marcha atrás: o convencía a ONU de hacerlo o todo esto se iba a la chingada como la primera vez. A palabras suyas, todo sonaba tan fácil: --¿Tienes en cuenta lo que estás a punto de hacer? ¿Entiendes la gravedad de la situación? México, te he llamado no para regañarte ni para encararte lo malo que puedo sacar de todo esto, sino que, quiero que tomes por ti mismo las riendas y abras los ojos ¡que veas! cuanto escándalo has provocado con esta innecesaria propuesta--

Innecesaria...eso lo hizo enojar.

--Mira ONU, discúlpame pero yo no fui el que repartió la noticia por toda la comunidad como pan caliente. No es a mi al que deberías exigirle discreción. Y te equivocas si crees que esto es completamente innecesario; ¡para mi es importante! y no me importa si estás de acuerdo o no, yo lo haré de todos modos-- espetó con furor y coraje.

--No México...si yo no te estoy pidiendo que lo canceles...-- le sonrió mientras colocaba sus puños blancos en la mesa --Lo que acabas de hacer no tiene retorno, Turquía aceptó, URSS aceptó: acabas de meterte en problemas en los que yo no puedo intervenir. Que fácilmente están destinados a cumplirse: lo único que haré y que es mi responsabilidad como representante de la paz, es encargarme de que ninguno de ustedes dos salga lastimado, porque ese es mi propósito. Evitar manchar la imagen de un país también fue mi juramento, y eso es lo que voy a hacer...-- se dirigió a un cúmulo de papeles que estaban sobre el escritorio, tendidos en orden y en carpetas respectivamente.

--¿Qué vas a hacer ONU?--

--¿Quieres pelear?, pues te voy a dar una verdadera pelea...-- del montón de carpetas hubo una en específico que arrebató de la mesa y se la estampó en la cara. Completamente enojado, y es que, el mexicano nunca había visto nada igual en su vida (referente a ONU que siempre se le denotaba una paz y paciencia inalcanzable).

--¿Qué es esto?-- preguntó tomando los papeles.

--Vamos México, sé que eres más listo averígualo por ti-- se sentó nuevamente en el escritorio, mientras que con los dedos golpeaba la madera.

Los papeles eran muy complicados a pesar de tener un solo membrete: sencillamente contaba con 10 hojas y cada una estaba abarrotada de letras y...firmas, muchas firmas, especialmente de televisoras y de los directores del gimnasio olímpico de pugilismo. Ahí fue cuando supo a que quería llegar la mente perversa de su organización, y también entendió a la perfección el "no manchar la imagen de un país" que había citado hace unos momentos. La decepción fue más poderosa que el acto desenfrenado que tomó.

--Una pelea estelar. ¿Eso es lo que quieres hacer?-- le dejó los papeles en la mesa con lentitud, demostrando en un solo movimiento lo furibundo y encolerizado que estaba --Convertiste mi pelea, ¡en una puta propaganda!--

--¡TE EQUIVOCAS MÉXICO!, ¿Crees que la comunidad aceptaría una lucha clandestina entre dos países solo por algo estúpido como lo es el amor? por favor...¿Qué pasa si pierdes? ¿No te lo has preguntado?. Es mejor que la gente piense que esto fue una pelea más, a una apuesta ridícula. Si quieres demostrar algo demuéstralo bien: no sólo ante URSS ¡ante todos!. Pelearás en el gimnasio olímpico contra Turquía, y esto se quedará como una pelea de box. Ya si uno de los dos pierde ninguno quedará en ridículo ante nadie, y todos contentos y satisfechos. PUNTO-- golpeó las palmas en la mesa.

Ese nudo, ese nudo que no sólo le abatía la garganta sino también el estómago y la conciencia le provocaban una sensación asquerosa a vómito. ¡Ese coraje reprimido! que se negaba a ser expresado en frente de ONU porque en su caso, sus puños estarían repletos de sangre dorada, y la sangre dorada era preciosa para desperdiciarse de esa manera. Fue cuando se dijo a sí mismo: <guarda ese coraje para el turco, guarda todo ese rencor para el espectáculo que vas a dar mañana>

--Que así sea ONU-- salió escupiendo maldiciones hasta por los ojos.

Al salir de la oficina simplemente se quedó estático, como el mausoleo que estaba fuera de la sede apoyando a la revolución mexicana: cada vez que la contemplaba podía recordar la gloria que por mucho tiempo nutrió, y ahora, a pesar de querer recuperarla con intentos costosos ni siquiera alcanzaba el fulgor de su fracturado imperio. Era imposible para él creer que todo esto se había vuelto como una vil publicidad, algo que se puede reducir a divulgación o...notoriedad pública. Algo estigmatizable para justificar la imagen de un país.

En pocas palabras, ONU tenía razón: esta estrategia no era un simple capricho (convertir su pelea en una lucha más de la televisión) era para que, si uno perdía: la multitud pensara que era parte del espectáculo y no de un acuerdo entre un tercermundista y una potencia dividida. ¿Qué diría la gente si se enterara que en realidad todo aquel show era por una apuesta de amor?...sería realmente algo complicado de olvidar.

Lo mejor es y siempre será aceptar el criterio de ONU para ocultar el escándalo de una pasión.

[...]

Por la noche mientras dormía a gusto en los sillones de su habitación, un libro de la estantería le cayó en la cara despertándolo con un agudo dolor en el tabique de la nariz; por un momento pensó que era un golpe burdo del turco pues este abundaba en sus sueños cada vez que regresaba a dormir. Sin embargo al abrir los ojos atropelladamente y levantarse del sillón principal se encontró al ruso tratando de acomodar las revistas y los atlas.

--¿Rusia?, son las 3 de la mañana ¿Q-qué estás haciendo aquí mi amor?...-- ya no pudo continuar pues la imagen del ruso tratando de acomodar los libros era completamente agraciada, ni siquiera tardó en carcajear cuando otras dos obras de Aristóteles se le cayeron al suelo y este en vez de mirarlo con enojo correspondió a las risas del mexicano.

--¿No ve mas a ayudar?-- preguntó con una sonrisa igual o más grande que la de él.

México subió al sillón y mientras este sostenía los libros Rusia metía las obras faltantes entre las aberturas del estante: simplemente se le había ocurrido venir en la madrugada para ver con consuelo al que mañana pelearía en la plaza olímpica, repleto de presiones que no podría superar sólo: por eso vino hoy con él antes de desaparecer nuevamente en la mañana.

--¿Ahora me vas a explicar porqué estás aquí? tu padre debió haberte metido tremenda putiza después de enterarse que estábamos saliendo desde hace 7 meses-- sacudió sus manos y su traje, aunque este se mantenía arrugado por todo el trabajo de la tarde en la reserva de cacao en Nestlé --No entiendo...--

--¡Мексика! siempre repleto de cuestiones que a mi no me gustan contestar. Vine porque no te he visto desde ayer, vine porque...si mañana es el último día quiero disfrutarlo contigo-- le jaló de la camisa y juntó sus labios furtivamente. Como un beso que necesita protección.

<<Si mañana es el último día...>> razonó en su mente mientras el eslavo plantaba más besos en su rostro. Que frase tan peculiar y sincera, reflejaba los miedos de uno y el destino de otro: tal vez como un corto sueño de amor. Y efectivamente, si este resultaba ser el último día México no dudaría en escudriñar los placeres de su pareja, de hacerla feliz hasta el segundo definitivo de esta noche en la que, si no es por un adversario oculto saliendo de la nada, le daría lo que por mucho tiempo estaba deseando.

--Si mañana es el último día, ¿Qué pasará después?-- preguntó México mientras el aliento caliente de su amado le relajaba las sienes.

--Pues da por hecho de que me verán colgado de un puente al día siguiente-- rió despacio en cuanto sintió el leve golpe al costado de su hombro, y agregó con una temple más apacible: --Enserio México. No sé que haría si Turquía se queda con todo, si tú...--

--Ven aquí Rusia...-- lo jaló nuevamente antes de que pudiera terminar. No por miedo a sus palabras, no por miedo a lo que posiblemente le fuera a romper el corazón, sino que su ego le gritaba por todas partes que ya lo callara y con un beso alimentara su timidez.

Tal vez si, era muy egoísta: pero ese egoísmo no podía ser más justificable. Haría de Rusia una y mil veces su pequeño costal de emociones mientras este se mantuviera con él, a su lado, y con más razón si hoy era el único día en que pudiesen disfrutar de su intimidad cuando el mañana se acercaba indiferente e imprevisto. Como la despedida definitiva de una relación que no tiene futuro. Desconcierta, lo sé...pero dentro del pecho blando de México algo brotaba con intensidad y era ese mallugo de dolor que le advertía todo, y a la vez nada. Que le decía a cada rato que no siempre era el mejor, que algunas veces fallaba y que estaba bien, pero en esta ocasión le tocaba callar y actuar por su cuenta.

Si mañana no habrá marcha atrás ante lo inevitable, pues le haría saber hoy a Rusia lo bien que puede ser todo a la última hora. Y como buen conocedor del cuerpo: le empezó a quitar la ropa con ágil paciencia.

Uno se podría esperar de Rusia algo más que un cuerpo atlético y corpulento, incluso más que un poderoso cuello o una recia espalda: sin embargo dentro de lo que cabe, lo joven de su edad le ocultaba tributos que alguien antaño como México podría gozar. Si bien Rusia estaba por mucho unos centímetros más alto que el latino, disfrutaba demasiado que sus brazos fueran los que recorrieran cada rincón, y que tocaran cada parte de él sin cuidado a romperlo.

--Si mañana es el último día, quiero que hagamos el amor toda la noche México-- no necesitó de más, simplemente con esas palabras dio a expresar mil años de vida, mil años de amor y mil años de pasión dentro de una habitación que, sin aire acondicionado, ya podía apaciguar las altas temperaturas de su apetito.

Hubo un momento en el que todo aquel afluente de intensidad se colocó sólo en México, haciéndolo mirar al frente y observar con verdadera devoción lo que muchos en varias ocasiones quisieron tener: a un eslavo jadeante y agitado debajo de muchas prendas de ropa, que en su momento fueron un estorbo pero ahora (con un ápice de lubricidad) estaban tiradas hasta en la alfombra de la cama ¡por todas partes! encima de los muebles, repartidos por los sillones o tumbados en la misma cama de la habitación.

<<Sólo míralo, no hace falta creer que lo tienes todo porque tienes esto>> pensó. Y con su mano derecha mientras Rusia yacía besándole el cuello, el acariciaba la porcelana piel de su amado con el último aliento que le quedaba en esta apasionante "despedida". Si pudiera lo tomaría del pelo y lo obligaría a verlo con la lujuria instalada en los ojos para decirle que podía escaparse del hotel y huir con él a Australia en un bote moribundo que, olvidado en un taller ajeno, España tenía en caso de emergencia: eso era mejor y más preferible a que le quitasen los dientes con una patada.

Un ronco gemido salió de la boca del mexicano cuando sintió por todo el cuerpo que las comisuras de sus pezones eran mordidas y lamidas como dos bombones de fresa: la primera vez que había sentido algo como eso fue cuando Rusia le agarró una nalga, y ciertamente fue la sensación más perversa y excitante que haya experimentado junto a él dentro del tiempo que compartieron hasta hoy.

Aunque le faltase mucho a este momento, a ellos dos les pasaba desapercibido lo que pudiese faltar en la cama: es importante mencionarlo porque los sentidos del ruso le obligaban a amarrar a México de las manos y abrirle las piernas con una barra separadora, como todas las veces que lo hacían en el hotel de Berlín en Montecarlo o en Zúrich. Y a ninguno de los dos les molestaba en lo absoluto lo que pudiesen hacer con juguetes o maniobras, eran sólo ellos: juntos en un mar de pensamientos y emociones.

El camino a su vientre fue más ligero y pausado de lo que comúnmente solía ser, dejaba una estela de saliva que embarraba el pecho, y dejaba besos mojados por los extremos de su marcado abdomen con la intensión de probar aunque sea un poco de todo el repertorio de sabores dentro de aquella melosa carne. Quien como el mexicano para ser el primero en recibir las enormes muestras de amor de un hombre gélido y reservado; porque cada quien demostraba pasión de diferentes maneras, y para el ruso tantear a su pareja de todas partes era una de ellas.

Y como resultado de una estimulación constante salió despabilado otro gemido, uno más áspero y cortado porque las manos ágiles del eslavo no lo dejaban respirar. México apenas podía sentir los bombeados y rápidos movimientos sobre el tronco de su hombría, hinchándole completamente el vientre con una trampa que no estaba a nada de explotar y que tal vez, le haría envolver sus sábanas azules con un color lechoso por todas partes. Aunque eso pasara podría asegurar que los dos seguirían con caricias lúbricas y carnales: eso sin mencionar lo bien que aguijoneaba el ruso la flora de su amado.

Era "a palabras suyas" relativamente fácil pues ya conocía los puntos sensibles de su humilde cavidad sexual: hacía de muchas maneras que el mexicano se excitase sólo con meter los dedos, los embalsamaba en una buena barra de lubricante y metía uno por uno con nata paciencia a pesar de encontrarse por más dilatada y tumefacta. Eso siempre hacía gritar a México, no sólo con gemidos ensoberbecidos, sino también con aquellos en los que suplicaba más de su tacto y pasividad. Le encantaba.

Sin embargo, él no sería el primero en terminar con un alardeo de excitación temprano, sino que ayudaría a su pareja a colaborar hasta el final con una enorme sonrisa pervertida y exaltada: invirtió los papeles que hace un momento le daban la mayoría de crédito al eslavo: ahora era el latino quien se encontraba encima del ruso únicamente con su cabello alborotado, pleno de brillo y bálsamo avellano. Sabía que, mientras él hacía su trabajo a Rusia le encantaba oler su cabello; jalándolo posesivamente como si fuera el antiestrés que a diario le costaba transmitir.

Y de un momento a otro la boca del ruso no tardó en evocar lo que era en ese instante música a oídos del mexicano; sus jadeos eran simplemente conmovedores y lo llamaban ante todo a él para que el choque entre cuerpos siguiera por el resto de la madrugada: en este caso hacía falta sólo un ronce ¡sólo uno! para explorar los más íntimos deseos de su pareja. Se sentó sobre él y al hacerlo, mientras lo besaba con lujuria y admiración empezaba a moverse en forma circular como una enorme batidora, restregándole a su entrada la agradable sensación afrodisiaca de una limpia penetración.

Tal vez fue un poco tardía su reacción, pues ambos gimieron unos segundos después de separarse. Para México fue como el golpe de una larga y compleja mecha de fuego; caliente y desordenada. En cambio para Rusia, fue más que una entrada lasciva de placer ¡fue el efecto redondo de un ambiente templado y apretado! como si la piel del mexicano se estuviera adhiriendo a sus músculos; con fuerza y aberración. <<Más rápido mi amor...>> suplicó el ruso mientras sujetaba con fuerza las caderas inquietas de su contrario, ayudándole en parte a moverse e ir más profundo de lo que gentilmente podía llegar por sí sólo. Pónganse en la piel de ambos: o sencillamente en la del latino que con un solo roce de aquel enhiesto falo sentía el interior de su flora arder o engrandecer dependiendo prácticamente de lo que el ruso decidiera estimular.

Dios...

Al final, lo único que puedo decir es que no siempre se trató de sexo sin control, o de caricias impúdicas que acaparaban toda la carne en un sólo movimiento: sino que, fuera de todo aquel desembarque de emociones, era el tacto de un pezón erecto contra la lengua, eran mordiscos en los lóbulos que excitaban aún más que los apretones de cadera, eran los gemidos de México en conjunto con el raboteo de Rusia, era fácilmente como el beso que inició todo. Que desde un principio pareció indicar la noche más larga de sus vidas, dando paso a un Lunes lleno de sorpresas.

Al despertar por la ruda entrada del sol, México se dio cuenta que este día no era igual a muchos otros que había enfrentado entresemana: una diferencia radical yacía en que Rusia seguía acostado a su lado (convirtiéndose por sí sola en una sorpresa agradable ya que este frecuentemente solía irse cuando despertaba). Otro factor importante era el verdadero privilegio que sintió al ser tomado por el ruso, como ayer...recordarlo le revuelve las entrañas y le levanta a menor medida el deseo otra vez.

Al contrario del mexicano que podía describir la noche de ayer como inolvidable, estaba el eslavo que aún dormido podía sentir en los pensamientos las sensaciones furtivas de un amor honesto. Le estaba dando la espalda, y con ello mostraba todas las marcas que las uñas dejaron ayer: eso bastó para hacer sonreír al mexicano que no se deslingaba de la culpa ni del orgullo que en este momento le asaltaba, ver esos rasguños en la blanca piel de su amado le retribuían logros que tal vez en un futuro no pueda recuperar. Tomando en cuanta que hoy peleaba y que su inseguridad varias veces hablaba por él.

Le había mentido a Rusia, no estaba preparado.

¿Pero quién lo estaría?

En una situación así fácilmente cualquiera se sentiría intimidado, más al tratarse de una pelea estelar con el octacampeón de box. Ya había escuchado de Turquía por medio de lenguas que lo adulaban furtivamente, mientras él, seguía con sus actitudes engreídas y piteras. Sintió por un lapso de tiempo que alguien se removía dentro de las sábanas y al percatarse que era Rusia estirándose sonrió enternecidamente y dijo:

--Veo que ya te despertaste, ¿No deberías estar en tu habitación ahora?-- le besó la frente.

--No quise irme, decidí quedarme aquí para alistarme contigo-- dijo devolviéndole el beso.

<<Contigo>> que bien se sentía escucharlo de él, con el trato justo de una oración afable y cortés, franca y sincera, bondadosa y real. Sólo se limitó a verlo con entusiasmo y entender que, por él iba a pelear hoy. --Pues entonces mi tripalosky, tendremos que salir juntos de esta-- espetó con tranquilidad antes de levantarse.

Los pasillos empezaban a transitarse con normalidad, sólo que esta vez eran más periodistas de lo que comúnmente se lograba ver en la sede. No era una novedad que estuvieran entrevistando a Alemania o a los invitados europeos de la unión: lo que si era verdaderamente una preocupación era ver a Turquía en frente de dos entrevistadores respondiendo preguntas que posiblemente lo comprometían a él y al turco. Por alguna razón todo aquello se le hacía extraño pues no entendía como ONU pudo repartir la noticia de la pelea en tan sólo una noche, o el porqué de todo el desorden y la algarabía generada al centro de la sala principal.

Sus hermanos lo estaban esperando junto al estrado de la organización convencidos de que había algo dentro de todo esto que no le agradaba a ninguno. Si bien se habían enterado del espectáculo por medio de su padre; habían muchas dudas que no se disipaban y que los mantenía atentos a lo que pudiera pasar. España por otra parte, era un hombre asiduo que se daba cuenta de todo fácilmente y había concluido que esto no se trataba más que de otra apuesta entre el soviético y el turco, contra su hijo, ¿O su hijo contra el soviético y el turco?

--¡Padre!-- llamó México después de separarse de Rusia con un ligero apretón en el muslo. No tardó mucho en llegar con España ¡justo en el asiento delantero de Mauritania! --¿Qué está pasando? ¿Porqué todo este escándalo?--

--Lo mismo me he preguntado yo y vuestros hermanos. ¿En que lío te has metido ahora chaval?, ¿Por qué de un día para otro sale ONU a contarnos de una pelea estelar a las 11 de la mañana?...--

Suspiró --Padre, es simplemente un programa más del protocolo. Algo para...entretener-- explicó tratando de convencerlo.

--No hijo, no me vengáis con eso ahora. Esto me de mala leche...tú y Turquía traen algo, decídmelo México o sacaré mis propias conclusiones ¡y no me gusta sacar mi propias conclusiones!-- gritó eufórico casi desaliñado de su postura excéntrica que tanto lo caracterizaba.

Meditó por un momento la respuesta que le iba a dar a su padre, y llegó a la conclusión de que tenía dos opciones limitadas: una, darle una explicación que no estuviera tan chiflada y fuera de sí, o la segunda; decirle la verdad de todo esto ¡del porqué de su actitud! pero hasta el final de la pelea. --Te prometo que te contaré todo padre, todo...sólo espera a que la pelea termine-- explícitamente eligió la segunda.

La transmisión iba a ser a las 11 de la mañana y sólo faltaban 40 minutos para este retardo, ni siquiera estaba seguro de poder mirar a los ojos a URSS o a Turquía cuando este levante el talón del cuadrilátero y se disponga a repartir madre a lo incondicional. Sólo era él, Rusia, sus miedos y sus experiencias contra un turco de casi 1.90 de largo. Y no estaba decidido a perder.

Ya se había olvidado de lo imponente que era el gimnasio olímpico en época de altas competencias: adornaban la fachada externa con el rostro del competidor favorito y su contrincante, o a veces regalaban guantes firmados por los competidores. En esta ocasión hasta a él le sorprendió lo bueno que estaba organizado todo (de tal manera que en unas cuantas horas pudieron levantar cartelones de él y Turquía) <<ONU si que se tomó en serio lo de proteger la imagen de un país>> se dijo a sí mismo para aligerar el momento.

Muchos reporteros y camarógrafos de grandes e importantes televisoras nacionales se encontraban en la entrada del gimnasio para reportar lo que repentina y sorprendentemente se enteraron apenas esta mañana (en sus correos comerciales e individuales). Se sentía como pollo en un congelador; paralizado, encogido y pálido. Quien diría que él, un country antaño sin más ambición que gobernar un país se viera envuelto en una apuesta repleta de sorpresas y estupor elocuente. Además de que era cierto, en gran parte de la historia, que a sus puños le faltaban una buena racha de golpes ya que hace mucho no peleaba; pero gracias a esa excelente condición física estaba seguro que por lo menos dos rounds si podría aguantar.

Entró y lo primero que pudo divisar a la lejanía de los vestidores fue el rítmico paso de su contrincante, dirigiéndose a él como un verdadero luchador de box. Turquía intimidaba, sin embargo no era la primera vez que México enfrentaba chicos como este: rebosantes de egocentrismo y orgullo que al poco rato son capaces de tirar a la basura. De antemano el propio mexicano sabía que esta no era una riña más de su enorme lista de conflictos a puño limpio; sino que se convertía por sí sola ya en una responsabilidad, y con ello la honra de su nombre otra vez.

--México, que bueno que llegas. Pensé que te acobardarías a medio espectáculo-- farfulló con arrogancia, sin parpadear.

--Te mandaría a comer basura Turquía pero, por lo que escucho de tu boca no creo que te quepa más-- en un instante cuando este dio la vuelta sintió su espalda estrellarse contra la pared, no evocó ningún jadeo de dolor, sólo se limitó a mirarlo con una sonrisa socorrona pues lo que quería, ya lo tenía hecho.

--¿Qué te pasa imbécil? no demuestres superioridad porque en el ring te voy a hacer mierda. No permitiré que me quites la oportunidad de casarme con Rusia, ni de amancillar mi nombre frente a URSS. He hecho todo lo posible para agradarle a ese tipo y tú no vas a venir con tus "muestras de amor" para ganártelo-- escupió.

--Ese es el error de todos-- sonrió más --creer que con complacer a URSS ya podrán hacer lo que quieran con Rusia. Y no, mi querido turco...yo no peleo para agradarle al estúpido del soviético, es más, yo no peleo para casarme con su hijo-- mientras le miraba con esa cara burlona; apretaba las muñecas que lo acorralaban sacándole más de una mueca de dolor a Turquía --yo peleo para que Rusia se deshaga de una vez de ese maldito viejo, que no hace más que limitarlo. Si él decide amarme es porque no lo he obligado a nada y porque realmente soy el único que le da su lugar como pareja-- empujó al turco con fuerza y este se estrelló contra un casillero de metal.

--No puede ser...--

--Así es turco, que bueno que ya me entendiste. Si yo pierdo: Rusia se casará contigo pero nunca te llegará a amar como quieres. Nunca se dejará tocar por ti o en su caso, lo único que hará cuando te mire será una mueca de asco y repulsión. En cambio si yo te hago caer: URSS se olvidará de esa fiebre por casarlo y no lo obligará a nada después de que te parta tu madre...--.

--¿Ya terminaron?-- una segunda voz intervino con perspicacia. Obligando a ambos a mirar por la entrada principal. Dado que a ONU le encantaba hacer entradas triunfales; tuvo que asomarse por los casilleros extendiendo sus alas todo lo que le permitía el inmobiliario y agregó: --Guarden ese rencor para la pelea muchachos, no quiero sangre en estas bancas--. Turquía sintió que le sobraran razones para golpear al mexicano, sin embargo, se tuvo que abstener y aceptó las ordenes de la organización.

Y entre dientes, con un estribillo de cólera pura: los tres salieron del vestidor listos para la remontada de madre que cada quien iba a repartir. El fuego de la tribuna empezaba a asomarse por la escotilla y con eso, el borde del cuadrilátero se irguió con sus cuatro puntas a ojos de la muchedumbre. ¡Quién los viera entre toda esa fantasía infernal! era sencillamente resumido como un mausoleo repleto de gente y periodistas sin más deseo que grabar a dos individuos enemistando.

<<Es mucha gente, son muchas naciones>> se dijo México a si mismo cuando se percató de la cantidad exagerada de espectadores que había en las gradas acolchonadas del salón principal. No era preciso el número que él contaba, al menos, en la alameda lateral: superaban ciertamente la cantidad de personas que asistieron a su pelea anterior contra Alemania hace aproximadamente 5 años. Si bien ni siquiera había vuelto la vista al otro lado del cuadrilátero sintió la mirada del turco sobre él; tan lejos pero a la vez tan cerca, perpetrándolo con esos ojos carmín fulgurante y desaliñado. Era propio de México regresarle la acción y como todo buen conocedor de las peleas le sostuvo la mirada por unos minutos más.

Todos quedaron expuestos a ver el abdomen desnudo del turco cuando se quitó la bata y estiró el ensogado para entrar al ring, incluso el mexicano que gozaba de buena salud mental aceptó que su contrincante estaba mamadísimo y en cierto punto exageradamente musculoso. No era de envidiar pues el latino era poseedor de sus propios tributos corporales como lo era la masa notable en las rodillas o las piernas, además de que su increíble habilidad para flanquear era una maravilla de estrategia: si tenía oportunidad dentro de los rounds se daría el lujo de flanquearle un derechazo a Turquía y quebrarle la quijada.

El córner de cada uno aplicó ungüentos en los ojos y las cejas para que el guante del contrincante resbalara con gran facilidad: eso es importante ya que la textura rígida del material puede causar desgarre en el rostro o algo mucho peor. La lona del ring estaba sobrepuesta lista para recibirlos: y con eso en cuenta la primera impresión de México fue que la luz sólo apuntaba a ellos dos <<Sólo a nosotros...>> pensó tímidamente mientras el presentador levantaba el micrófono y comenzaba a anunciarlos por número de asaltos y nacionalidad.

Escuchar su palabrerío le hizo perderse entre la muchedumbre, buscando a la única persona que le interesaba ese día: Rusia. Creyó por un momento que estaría con su padre en la zona particular del salón, arriba de todos los espectadores, sin embargo se percató de su error cuando vio a URSS en la esquina que le correspondía a Turquía en el ring (era su equipo de apoyo). Los únicos que se encontraban en la cámara plus era el ruso y sus hermanos: emocionados de todas partes compartiendo frituras entre ellos. Sólo verlo ahí, parado con una sonrisa sincera le provocó sensaciones irreconocibles, tal vez extrañas y severas.

Como si le dijera al oído: hay que darnos una oportunidad.

El silbato le hizo regresar al ring, y fue cuando supo que la pelea ya había empezado.

Chicos, en esta parte les recomiendo escuchar algún tipo de música para ambientar la escena pues todos sabemos que con archivos multimedia la lectura tiene un sabor diferente. En esta ocasión no les puse una rola pues el culo de wattpad ya no te deja leer con ella; así que ustedes escojan que poner para mejor disfrute de la narración :)

El primer golpe fue de él: certero y preciso pero no tan poderoso como se esperaba que fuera. El turco lo había sentido en lo externo más no en lo interno, y eso dificultaba las estrategias que México quería utilizar contra él. Otro factor importante eran los guantes; al principio cuando todo parecía ir bajo control aparentaban ser menos pesados que las vendas, pero a medida que pasaba el tiempo los iba sintiendo ensordecedoramente grávidos y grandes, como si una masa de manteca viva le impidiera cerrar los puños.

Le pesaron tanto que llegó un punto en el que no se pudo tapar la cara y le dejó el paso libre a Turquía para que le metiera un golpe en la ceja; abriéndosela de un zarpazo atronador. Mucha gente enmudeció, pero otra: alardeó de emoción evocando un enorme "¡Uhh!" como gentilmente expresaban los citadinos cuando algo interfería entre riñas. Madre mía que el round aún no acababa y la sangre volaba de boca en boca hasta llegar a la esquina del cuadrilátero, estampándose contra las sogas y manchando las toallas.

--Carajo...-- murmuró mientras preparaba otro golpe y se volvía a reponer del dolor. Apenas era el primer round y tanto el rostro del turco como el del mexicano se encontraban ya repletos de mallugo y sangre seca. Además, permítanme decirles que el mártir de la bulla en las gradas, los aplausos y los gritos afónicos de la gente hacían desconcertarlo por breves momentos de la lucha, y de eso se dio cuenta el turco primero: pues antes de que le tocara el guante del mexicano descargó el puño izquierdo en el abdomen de su contrario haciéndole cubrir esa parte con sus codos y dejar al descubierto su cara.

Los dos parecían ciertamente un menudo costal de arena para golpear, gastados y rotos por efímeros pedazos de tiempo que podía verse a simple vista lo concentrados que estaban en pulir el rostro del otro con sus puños. Y el dolor que ellos sentían dio paso al cuarto round de la tarde: el puntaje de Turquía no hacía más que incrementar mientras que el de México se quedaba estancado en la misma cifra por ratos, a veces por un round completo.

Sin embargo, había algo curioso que el latino se estaba guardando para el momento indicado. Las manos del latino imprimían un rasgo aéreo al enfrentarse con la pera de goma, tan ágiles eran sus puños al volar hacia el rostro ajeno que semejaban las alas de un tucusito, desnudo y mínimamente vertical al unir su pico en una cayena. Por la altura de los hombros veía a URSS enfurecerse y gritarle cosas inentendibles al turco cuando este no hacía más que cubrirse el rostro con los antebrazos.

Sin suspender completamente sus escarceos, México esquivó el estribo del turco cuando este se propuso llegarle por el lado derecho de la costilla: y al tenerlo frente a frente con la mano izquierda en el aire no lo pensó ni un minuto y su preciada maniobra le funcionó al ver como su guante rojo volvía directo al rostro del contrincante luxándole la quijada de un bateo: el rostro le quedó deforme por la fuerza de su choque.

Asquerosamente doloroso.

Sin embargo nunca sabremos cuando en lugar de caer al suelo, el rival pueda levantarse y con él la sangre acumulada de su nariz rota. En un momento en el que México se creía vencedor; pudo observar y escuchar como todos amordazaban sus gritos alegóricos para ver a Turquía acomodándose sin más la mandíbula, como si fuera la pieza de un coche o una bicicleta: escuchándose el estrépito de una hueso uniéndose a otro, con un ápice de martirio y congoja.

--Que mierda acaba de suceder...-- Alemania, que observaba todo desde el otro lado de la alameda; se petrificó al ver como antinaturalmente la quijada del turco volvía a su lugar.

El terror se apoderó del mexicano cuando una incontable sensación de asco le recorrió la columna vertebral, y su hostigoso dolor en los puños habían sido reemplazados por punzadas rápidas y desenfrenadas. Absolutamente nadie se iba a esperar que el hombre pudiera hacer tal cosa con su cuerpo, mucho menos algo como acomodarse la parte del rostro sin mueca de dolor alguna. <<Este tipo está decidido a ganar sin importar que le rompa un hueso>>, pensó en sus adentros temiendo por su integridad física.

Antes de que atacara de nuevo, el silbato del moderador sonó dando final al cuarto round. Ambos volvieron a las esquinas del ring sin necesidad de ayuda.

--¿Viste eso?...¿C-cómo carajos puedo hacerlo?-- preguntó el mexicano a quien en ese momento estaba apoyándolo como equipo, ONU.

--Lo he observado desde aquí y me he percatado de que tiene mucha resistencia en el rostro; lo mejor será atacarlo en el abdomen-- concluyó limpiándole la sangre con una toalla. --No midas tus golpes en los costados México, limítate a golpearlo con todas tus fuerzas mientras te embiste--

--Será necesaria más fuerza que la que me recomiendas--

--Pues si quieres ganar, tendrás que meterle de todo a ese maldito México-- le palmeó el rostro con su mano y le tendió una botella de agua antes de continuar.

No quería aceptar que ciertamente la escena anterior le dio miedo, pavor y un poco de enjundia: sobre todo cuando el ruido de los huesos de Turquía tronaron al verse maniobrados de una manera tan contundente. Antes de regresar al cuadrilátero nuevamente, observó la cámara privada en lo alto del salón, con vista de primera al ring y servicios comerciales más prácticos que los que se encontraban abajo: centró su vista al frente y reparó que los ojos de Rusia estaban sobre los suyos desde hace un buen tiempo hablándole en un idioma que sólo ellos dos sabían.

La pelea continuaba y ellos tenían presente que si esto se salía de control su futuro pendía del hilo que decidiese cortar México, así que sin palabras y sin vocablos sólo se intercambiaron miradas y sonrisas discretas.

El séptimo round fue el más duro de sobrepasar; los guantes amarillos del turco ya no constituían un color amarillo como en un principio, sino que el rojo de la sangre los había pintado de escarlata y tortura. Por otra parte mientras México trataba de encontrar un lugar adecuado para golpear y sacarle el aire, el rival insistía en tramarle más de un golpe en el rostro partiéndoselo casi casi en dos, como una jugosa toronja.

--Ya me harté de esta mierda-- murmuró el mexicano pues su postura no era la más ventajosa de la sede, y el tiempo que perdía en hallarle un hueco al abdomen del turco se gastaba en demasía como para seguir buscándole la cresta al gallo. Tomó sus puños envueltos en sudor y textura quebrajada, mientras detenía a su émulo contra la esquina del cuadrilátero y golpeaba las costillas ostentosas de su contrario con una fuerza imperturbable, que en un santiamén recordó lo pesado de los guantes nuevamente.

Carajo...

Tan bien que tenía a Turquía encerrado en la placa de las sogas como para perder el control de tus propios guantes. Eso le hizo ganar un golpe contundente en la mejilla derecha, provocándole un mareo mórbido junto a una vista nublada y lechosa. --Eres un idiota si piensas que vas a ganar México. Mira a tu querido ruso allá arriba...haré que me ame y tú, serás un pedazo de recuerdo que nunca querrá recuperar-- escuchó pronunciar al turco, con su sonrisa despedazada y deforme.

Y no sé si fue el cansancio o el estímulo de su propia ira el que lo hizo reaccionar ¡el que lo hizo verdaderamente prender ese fuego interno! y esa cólera acumulada que todo el rato en la pelea no pudo liberar; pero en un abrir y cerrar de ojos amartilló los dientes con una fuerza inmensa, apretó los puños tendidos de sangre y recobró nuevamente esa índole de irritación y enojo que lo que le hizo saltar al hombre no fueron sus piernas, fueron sus inmensurables deseos de partirle la cara a Turquía y hacerlo retractar de las nauseabundas palabras que había dicho con anterioridad.

El demacrado pedazo de sangre que le hizo sacar de la nariz fue extremadamente repugnante.

Fue tan directo, tan tajante ¡tan decisivo el golpe! que sus propios dedos se habían logrado doblar por la desmedida fuerza que había aplicado intencionadamente en su pellejo. Y ante todos, como una barahúnda vacía en el eco de una habitación despejada: vieron atentos la caída burda de Turquía sobre la lona azul del cuadrilátero.

1...

Contó en su mente, pensando que se iba a levantar.

2...

El moderador empezó la transición con sus manos en el suelo.

3...

Empezaban a correr ríos de sangre debajo del toldo.

Y 4...

El Turco por fin se levantó.

Su cabello tieso por el sudor, el cuerpo desaliñado y un hedor desagradable hizo que el mexicano retrocediera. Mucha gente farfulló con disgusto ante la imagen del contrincante, sin embargo, tan rápido como logró pararse, calló de rodillas frente a México mirándole con la cara más lastimosa que un hombre jamás podría imaginar.

Y sin más... --¡¡Knockout!!-- gritó el moderador expresando un cansado gesto de repulsión por el pobre tipo que yacía tendido en el suelo. --¡¡Knockout señores!! ¡¡Knockout!!--.

La multitud en las gradas se levantó vociferando asombro, entusiasmo y frenesí. Nadie se podía creer que el poderoso Turquía estuviera hecho un bulto de carne hinchada y pegajosa ahora mismo en el talón del cuadrilátero: todos, absolutamente todos lograron ver como después de esa reñida e increposa pelea México reparaba profundo y levantaba el rostro de su rival por el cabello, haciéndolo ver directamente a los ojos.

--Lo siento...-- lo jalaba con él a la otra esquina del ring perteneciente al equipo del turco, con quien tenía su apoyo en URSS. Sus gritos se escuchaban por toda la sede mientras sostenía sus rizados rulos, y era confuso entender si después de una pelea era permitido continuar, sin embargo para el mexicano todavía quedaba algo por hacer; y era entregarle a su preciado soviético la cabeza de quien peleó por él, para mostrarle como hubiera quedado si hubiese sido URSS, y no Turquía.

--Aquí está tu mejor peleador-- lo dejó caer en frente de la esquina, con una aversión profundizada.

Y por un momento, dejó de sentir el peso de una culpa.

[...]

Despertó en la sala médica del hospital capitalino, lo supo porque no había nadie a quien le gustara más poner posters de vacunas por todas partes que a CDMX en épocas electorales. Trató de sentarse sobre la camilla pero aquella sonda no se lo permitió, ¿Por qué carajos le pondrían una sonda? si podía pararse perfectamente para ir al baño. Eso es lo único que no entendía aparte de sentir un incómodo dolor en las manos.

Trató al menos de acomodarse la bata, pues esta era un poco corta y no le cubría los hombros como comúnmente solía ser. Estiró su mano del lado derecho de la camilla y aún en su enajenación, se dio cuenta de una pequeña caja roja colocada en el librero de recuerdos, aterciopelada, un poco más grande que la cobertura del estuche de un anillo de compromiso. Se extrañó mucho al no saber que era, y más al no poder levantarse para tomarlo y abrirlo.

--Señor México...-- una enfermera tocó tres veces la puerta de su habitación, regresándolo a la realidad --Tiene visitas--

--Pase--

Detrás de ella con una enorme sonrisa, un porte perfecto y el cuerpo deslumbrantemente más activo y fresco: Rusia entró con su traje formal, guapo y esplendoroso como su rostro siempre adecuaba. Lo vio con fervor puro, extrañándolo por todo lo que le hizo pasar y sentir apenas hace dos días; un pequeño detalle que también notó, fue el ligero cambio de postura y actitud en su laxa cara, como si de su cabeza se hubiese sido retirado el peso persistente de una obligación.

Alegre de verlo, le sonrió.

--Que bueno que ya despertaste-- comentó el ruso primero.

--De hecho no sé ni como llegué aquí--

--Te desmayaste en los vestidores, México-- le recordó mientras se sentaba a su lado, hundiendo las sábanas al borde de la camilla. --Tuviste suerte de que ONU te encontrara y te trajera con tu capital. Perdiste muchas sangre-- eso explica lo de la sonda.

Ninguno de los dos hizo mención de otro tema, simplemente se detuvieron a pensar: <<¿Esto realmente estará pasando?>> porque nadie a excepción del ruso se la podía creer. De antemano para el mexicano la simple cuestión le despertaba sensaciones más complicadas y profundas que las que normalmente llegaba a sentir, como lo era la que en este preciso momento abundaba en su mente.

Volteó a ver al eslavo, que tenía sus ojos fijos en el rostro del menor observándolo desde hace ya largo tiempo, mientras este no hacía más que divagar en pensamientos extraviados y recónditos. Tal vez planeando su vida con Rusia en las lejanas islas de las Bahamas. --¿Puedo besarte?-- preguntó al mexicano.

--Me ofende mucho que preguntes--

Y como el apasionado que era a la hora de besar, no esperó para recargarse en la orilla de la cama y atacar los labios cicatrizados de su "amante". Por primera vez en mucho tiempo podía besarlo sin pensar en su padre primero, o en la empresa, o en cualquier idea perturbadora que le impidiera disfrutar de este momento junto a él. Se iba a separar con un ligero suspiro, sin embargo el mexicano no lo permitió: los volvió a juntar necesitadamente esta vez dando paso a la lengua del contrario, absorbiendo ese exquisito manjar.

Quien diría que aquellos dos por fin se sentían completos: ¡sin ningún detalle o emoción extraviado!, sin rencores que guardar, sin astillas en la conciencia, sólo ellos dos. Cuando por fin se separaron sonrieron enternecedoramente viendo al otro con compleja devoción. A México le hubiera gustado seguir con esa guerra de miradas entusiastas, pero lo que tenía que preguntarle a su amado era en gran medida más importante...

--Rusia, ¿Tú sabes quién trajo esa caja?--

El ruso volteó la mirada a donde señalaban las manos vendadas de su pareja: y se percató de algo que le incomodó un poco: --Mex, esa caja es de mi padre-- cuando lo pronunció pareció sentir en el ambiente un breve atisbo de consternación.

--¿No sabes que es?-- preguntó aún más preocupado el mexicano.

--No cariño. Además, me parece extraño que entregue algo después de lo que ocurrió--

--Dios...me da miedo-- rió un poco para deshacerse de esa tensión. Sin embargo su cara expresaba más cosas de las que le gustaría hablar. --¿No te gustaría ver que es?--

--¿Qué tal si es una bomba?--

--No mames...-- la expresión pálida de México enserio hizo en más de una forma que Rusia soltara una carcajada extravagante, y no tardó en corregir.

--México, ¿Cómo va a ser una bomba? es más, para cerciorarnos de que no es ningún explosivo voy a levantarme y lo abriré-- se dirigió relajado al mueble, seguro de sí mismo pensando una y otra vez que aquella cajita no era un tipo de trampa voladora o del mal gusto para el mexicano de parte de URSS. La tomó con cuidado y se dirigió nuevamente al borde la cama, no sin antes analizar el exterior de aquella pequeña protuberancia para saber si contenía una nota o algún papel.

Y efectivamente, del costado resbaló un pequeño trozo de bond doblado a la mitad.

--¿Qué dice?-- se apresuró a cuestionar el mexicano.

--"Esto es tuyo"-- fue lo único que contenía escrito.

Cuando Rusia lo abrió, se esperaba de todo ¡incluso una maldita bomba!

Pero no las llaves del Porche

[...]

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