Palabras

En los arboles siempre hay carteles para anunciar las siguientes temporadas de caza, lo gracioso es que suele ser irónico ya que los cazadores a veces ni siguen estas reglas y no les dicen nada, esta vez les relataré el como un cazador usó esto a su favor para encontrarse con lo que más deseaba.


Había una vez, un joven cazador de 20 años quien vivía en lo profundo de un bosque en un claro del mismo, en dicho claro estaba su cabaña, construida con fuertes troncos de madera de roble, en ella vivía tranquilamente el joven de rubios cabellos. Pero no estaba solo, lo acompañaba un pequeño ser mitad ciervo quien vivía con el cazador.


¿Por qué? Se estarán preguntando, pues estos dos jóvenes tenían un trato, uno injusto según el cervatillo, quien a su corta edad de 14 años se quejaba de tener que llevar un collar y una correa, porque si, era tratado como un perro, algo que le daba cierta gracia al joven cazador. Pero alguna vez se preguntaron ¿Por qué está afuera si es temporada de cazar ciervos? Pues simple, están celebrando su aniversario.


Si, hasta para mí que lo estoy narrando suena extraño, pero como dije antes, los cazadores casi nunca siguen las reglas.


Un golpe seco se oye cerca, al parecer el rubio andaba cortando leña, estaban a finales de primavera asique tenía algo de sentido; la temperatura sube indicando el cercano invierno, algo malo siendo que prácticamente el joven no soporta el frio, se nota por su bronceada piel. ¿Y qué hay del ciervo? No parece estar temblando, quizás sea por su pelaje que lo deja en mejores condiciones a diferencia del rubio que lo mantiene atado a la pared.


-Querido ¿Podrías por favor dejar ese libro un momento y llevar la leña a la cabaña? – Pregunto un tanto cansado el joven, ha estado cortando la leña por más de una hora, es obvio el porqué de su sudor.


El cervatillo levantó la mirada de dicho libro y dijo con voz suave: - Lo haría si pudiera, pero te recuerdo que estoy atado. – Argumentó su falta de movimiento señalando la cuerda atada a su collar.


Un bufido se escuchó del joven – De acuerdo. – Finalizó antes de clavar el hacha en el tronco en donde cortaba madera para acercarse al ciervo y seguidamente desatarle la correa. – Listo, ahora ayúdame.


Carraspeó el ciervo de pelaje castaño con una ceja alzada.


-Por favor – Musitó con irritación el rubio antes de ver como la castaña criatura se pavoneaba hacia los troncos recién cortados para cargarlos y llevarlos al interior de la cabaña.


-Fue tan difícil el decirlo ¿Verdad? – Preguntó irónicamente el castaño recibiendo una afirmación un tanto seca a comparación de la tormenta que se avecinaba a lo lejos.


Ante esto el joven tuvo que tomar el hacha y adentrarse con los troncos faltantes para resguardarse de la lluvia que había empezado a caer.


Una pregunta que suele hacerse el joven cervatillo es el cómo ha llegado a estar con dicho joven rubio. Digamos que nunca se le tomo como un cazador, el rubio solía ser un pastor, uno de los más respetados de la iglesia central del pueblo de Oregón, las doncellas de los alrededores iban con él en busca de perdón, los hombres de bien pedían sus consejos, todos en las ciudades y pueblos alrededor del país lo amaban por su pureza. Un joven huérfano cuidado por las monjas quienes lo guiaron por el buen camino desde pequeño convirtiéndolo en un pastor digno de cualquier iglesia.


¿Qué cambió en él? ¿Qué lo hizo convertirse de un admirado pastor a un pobre y solitario cazador?


Suelen decir que el deseo cambia a las personas. Más que el amor.


La llegada del pastor al pueblo de Gravity Falls era algo que los pueblerinos esperaban, más de una vez revisaban que todo estuviera bien para que el joven pastor pudiera observar las maravillas de dicho pueblo. Sus predicaciones solían sanar hasta al más impuro de ellos, los del pueblo deseaban que el pastor los protegiera del mal de ese pueblo, un mal invocado por el demonio que los atormentaba día y noche, el pastor los ayudaría sin dudarlo, ayudaría a los asustados pueblerinos que pedían una bendición del señor.


Mientras en los bosques de dicho pueblo que esperaba la llegada del pastor de rubias hebras estaba un curioso ciervo, su nombre era Dipper. Sus bellos ojos de brillo avellana observaban entre los arboles la carroza que transportaba al joven rubio en traje negro que miraba tranquilamente y sin preocupaciones el horizonte por el cual pasaba. El ciervo recorrió a una velocidad moderada un camino de tierra por el bosque hasta estar a unos dos metros de la bella carrosa de brillante madera, tan solo habían unos escasos metros entre ellos cuando la carroza pasó al lado del pequeño ciervo.


El rubio lo miró a los ojos, solo fueron unos pocos segundos. Decir que no conectaron en ese instante era mentira. Los rayos solares fueron expectantes de esa primera vez que se habían conectado, dos extraños que solo se habían visto a los ojos y ya parecía que se conocían de antes, ambos se miraban analizándose, conociéndose, sus ojos decían más que mil palabras.


El resto es prácticamente historia, y no es mentira, el pastor llegó, la ceremonia, las predicas, una bendición ¡En fin! No creo que quieran saber eso ¡No, no, no!, ustedes quieren saber qué pasó con ellos ¿No es así?


¡Ja! De acuerdo, los jóvenes volvieron a verse. Un joven pastor pecaba por verlo, el joven cervatillo mentía por verlo. Ambos se sacrificaban por verse, y es que ninguno es capaz de mantenerse puro por siempre; esas bellas tardes en la iglesia, en donde las promesas de pureza y perdón que se oían a lo lejos terminan rompiéndose, todos terminan pecando como tú y como yo, el joven que antes era puro termina perdiéndolo todo y sus esperanzas decaen convirtiéndose en un ser corrupto lleno de sufrimiento haciendo sufrir a otros, ese a quien culpa le jura venganza algún día, mientras los jóvenes sin salvación buscan la manera de que eso pase, buscan como vengarse de su amigo demonio.


La tormenta cae fuertemente en el bosque dando un aire sin luz, un mundo en tinieblas con fuertes gotas de lluvia inundando los canales y ríos de la zona, los animales se refugian como osos en invierno, una tarde prometedora se vuelve un campo infértil, la capacidad de protección no es nula, lo más favorable es no salir. Los pueblerinos vuelven adentro de sus hogares entre quejas y caras tristes por el deprimente clima, las hojas danzan en la lluvia mientras dentro de la cabaña del bosque yace una inusual pareja abrazados bajo las mantas frente a la chimenea de su hogar disfrutando del calor que esta les trae, ambos sentados en el suelo de la sala, la joven criatura de suave cabellera dormita en brazos del cazador mientras el joven antes mencionado lee uno de los libros que yacen en su morada escuchando de fondo el calmante sonido de las gotas de lluvia que obligaba a las sirenas en el bosque a refugiarse en cuevas bajo las cascadas.


El joven rubio observa al ciervo, por un momento se olvidó del libro en sus manos, parece más interesado en el pequeño entre sus piernas que dormía plácidamente sin preocupaciones, los labios juntos mostrando su pureza intacta, las pestañas tan brillantes como hojas bañadas delicadamente en rocío, sus mejillas tan delicadas y suaves bañadas en un rosa pastel delicado como su personalidad, sus orejas de cervatillo tan suaves y bellas ocultando pequeños cuernos que aún estaban en crecimiento, tan adorables como lo eran el joven ciervo. Si el sol algún día llegara a morir no habría de que preocuparse puesto que Dipper iluminaria sus mañanas aun si no estuviera dicha estrella en órbita.


-Extingan la luz si lo desean, puesto que la palabra lo pide. – Dijo a sí mismo el rubio que aun sonreía ante la belleza de su niño.


Esto no le importaba del todo, puesto que como tú y como yo, él se vengaría del pequeño demonio que lo hipnotizó... Con palabras de amor.


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No sé si esto es romántico o si me pasé de verga :v

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