Capítulo 2

Law mojó su rostro por cuarta o quinta ocasión, la verdad, ya no estaba seguro, lo único que quería era deshacerse de esa sensación de desasosiego que lo invadió cuando pensó que la vida de Zoro-ya podría estar en peligro. No solamente se había sentido total y absolutamente perdido, sino que además se había comportado cómo un perfecto idiota. En lugar de hacer un Room que cubriera toda la isla, la cual no era muy grande, y de eso modo aparecer al peliverde cerca del submarino había estado a nada de echar a correr a quién sabe dónde y arriesgar su vida de manera estúpida sin medir las consecuencias.

Suspiró largo y tendido antes de mirarse en el espejo del baño de su camarote. Era increíble pensar que alguien tan meticuloso cómo era él hubiese estado a punto de actuar igual que un imbécil—. ¿Qué carajos me has hecho, Zoro-ya? —preguntó al aire, aunque sabía que nadie iba a responderle.

Tomó una toalla del estante y anduvo en círculos por la habitación mientras secaba su rostro y su cabello. Estaba dándole demasiadas vueltas al asunto en un vano intento de comprender lo que estaba sucediéndole, pero no era capaz de encontrar una sola razón que explicara en absoluto su comportamiento carente de sentido común. Si, el espadachín lo ponía caliente, pero eso no era escusa para comportarse igual que un gilipollas.

—¡La cena esta lista!

El anunció que dio el cocinero a través del megáfono, que podía escucharse en cada rincón del submarino, sacó al ojigris de su ensimismamiento. Dio un largo suspiro y anduvo a paso lento rumbo al comedor. No tenía ansias de llegar y realmente lo que menos deseaba en aquel momento era comer, sin embargo había sólo una cosa que le impedía quedarse en su habitación con sus pensamientos: Bepo.

Su navegante y mejor amigo no iba a parar de cuestionarle el porque no comía, o porque no salía de su habitación, o qué era lo que le estaba sucediendo, y lo que menos necesitaba en aquel momento era que  comenzara a cuestionarle cosas que él mismo no era capaz de explicarse solo.

Su tripulación era cien veces menos escandalosa que la de mugiwara-ya, pero la influencia de los miembros de la tripulación de su aliado ahí presentes era una especie de droga incontrolable. Pesé a las recomendaciones del navegante, todos habían convenido que una noche al aire libre no les caería mal. El equipo de exploración había regresado sano y salvo con todo lo que les habían pedido recolectar, de manera que aquella seria su última noche en tierra por un largo tiempo.

Law analizó la posibilidad de reprenderlos y obligarlos a entrar al submarino, sin embargo no tuvo la suficiente sangre fría para hacerlo en cuanto los miró a todos disfrutar tan alegremente bajo la luz de la luna. Podía ser alguien meticuloso, pero ciertamente no era injusto o cruel. Una noche de relajación no les caería mal siempre y cuando se mantuvieran en un perímetro seguro. Así que no perdió la oportunidad de advertirles que se mantuvieran en el perímetro o los echaría a los reyes marinos. Las personas solían ser más sensatas si se les advertían las cosas amablemente. Meditó las posibilidades de no poder controlar a los piratas que no eran parte de su tripulación y opto por hacer un room del que no pudieran salir sin que él lo detectara. aquello lo mantendría alerta y seguramente no podría dormir para mantenerlo, pero prefiera eso a tener que preocuparse de nuevo como lo había hecho esa misma tarde.

Una silla se movió junto a Law—. Todo resulto bastante bien el día de hoy —le sonrió con dulzura a hermosa arqueóloga—, encontramos todo lo de las listas.

El ojeroso capitán le devolvió la sonrisa—. Eso es perfecto. Mientras menos tiempo pasemos en estas islas será mucho mejor.

—¿De verdad es un sitio tan peligroso? —inquirió Franky mientras se sentaba junto a la morena y tomaba una hamburguesa del centro de la mesa.

Law asintió con seriedad.

Robin se recargó en su nakama para estar más cómoda—. Los rumores que rodean este archipiélago son terribles —explicó mientras tomaba un pequeño sándwich y le daba una mordida—. Desde muertes rápidas y fulminantes hasta largas y desesperantes agonías que hacen al convaleciente desear la muerte que parece que no llegará nunca —todos los presentes se quedaron en un sepulcral silenció—. Algunos de los sobrevivientes lo describen como un espejismo salido del más oscuro rincón del averno.

Franky dio un tragó a su soda mientras la miraba de reojo—. Pareces estarlo disfrutando.

Ella le sonrió—. No todos los días puedes decir que estuviste en el infierno.

—Y que además saliste con vida —añadió Law mientras tomaba un poco de comida frita.

La hermosa mujer se acurruco en el cyborg—. Técnicamente aún no salimos de aquí.

Su nakama la miró, frunciendo el ceño, antes de echarse a reír con ganas—. ¡Que tétrica eres!

—También cabe la posibilidad de que salgamos y estemos infectados con un veneno incurable.

Law levantó una ceja y asintió—. Es por eso que tomamos las medidas pertinentes para la recolección.

La chica se alzó de hombros—. Uno nunca sabe.

Siguieron hablando un poco más, aunque de temas menos escalofriantes. La arqueóloga finalmente le habló de las extrañas plantas que habían recolectado y comenzaron a planear la mejor manera de estudiarlas en uno de los laboratorios del cirujano.

*

Zoro había escuchado el llamado a cenar por el megáfono, pero no había sido capaz de salir de la regadera, cada vez que cerraba la llave un calor insoportable se apoderaba de él. Tal vez había pasado demasiado tiempo navegando sin un verdadero descanso, y desafortunadamente en aquella isla desierta no conseguiría lo que su cuerpo necesitaba en aquel momento—. ¡Maldita sea! —refunfuñó mientras rodeaba su erección con una mano.

No se había masturbado desde que era adolecente. Generalmente gastaba sus energías en el entrenamiento y era algo en lo que no solía pensar hasta que tuviera la oportunidad de desfogar. Algo no andaba bien con él, pero en aquel momento no era capaz de pensar al respecto, lo único que quería era descargar toda aquella energía para poder ir a cenar y luego entrenar hasta desfallecer y dejar de pensar al respecto.

*

La media noche había pasado y los piratas se habían olvidado casi por completo de las tétricas y escalofriantes historias que la arqueóloga les había contado sobre el archipiélago.

Zoro había llegado algo tarde a cenar, pero eso no había significado que no comiera lo suficiente, el cocinero de los Heart siempre preparaba suficiente para todos. Luego de una abundante y buena comida el espadachín de los mugiwara había tomado una botella de sake y se había sentado en la quilla a observar el alboroto que Usopp y Franky eran capaces de armar, aún sin Luffy.

Law mantenía su atención en el peliverde, aun preocupado de que algo pudiera andar mal en él, pero todo parecía estar absolutamente en calma. Finalmente y luego de un rato de observar al espadachín bebiendo se relajó y tomó una cerveza también.

Tras algunas horas de fiesta y alboroto Zoro se sentó junto a Law y le ofreció un tragó de su botella, lo que el ojigris declinó amablemente—. Ya he bebido demasiado por hoy, Zoro-ya —no podía darse el lujo de perder la conciencia en aquellas circunstancias.

El peliverde se alzó de hombros y bebió un largo sorbo—. Supongo que no lo toleras mucho.

Law le sonrió con picardía—. Prefiero no perder la cabeza. No sé dónde podría acabar.

Zoro creyó ver una insinuación en aquella sonrisa. No era la primera que escuchaba las insinuaciones del ojigris, pero era la primera vez que les daba más importancia de lo habitual. Estaba caliente y de verdad sentía que necesitaba desfogar.  Sé relamió los labios cuando terminó aquel sorbo—. ¿Dónde quieres acabar?

El corazón del ojigris se disparó, al igual que sus hormonas. Tragó saliva mientras fijaba su mirada en los carnosos y sensuales labios del espadachín. Estaba seguro que no había imaginado aquella respuesta. Sonrió con sensualidad mientras meditaba la pregunta del peliverde—. ¿De verdad quieres saberlo, Zoro-ya? —inquirió mientras lo recorría con la mirada, de pies a cabeza, fijando la vista en sus cadera.

Aquel gesto no pasó inadvertido para Zoro. Le sonrió de medio lado y se inclinó hacia él, para poder hablarle en el oído—. Necesitas más que una cara bonita para que te dejara acabar ahí.

Law estaba cada vez más excitado, así que no perdió el tiempo y comenzó a acariciar la pierna de Zoro más próxima a una de sus manos—. Te aseguró que serás tú quien me supliqué que lo haga —le dijo al oído de manera osada. Sabía lo orgulloso que era el espadachín y que no dejaría pasar por alto un desafío como ese... y no lo hizo.

—¿Es un reto?

El capitán de los Heart sonrió—. Claro que no, Zoro-ya —se relamió los labios cerca de él, cómo quien invita a que le besen—. Es una promesa.

La temperatura de Zoro estaba subiendo demasiado rápido ante la sensualidad de aquel hombre, podía sentir a su miembro cobrar vida con desesperación—. No hagas promesas que no puedes cumplir.

Law se levantó—. Quieres verme hacerlo.

El que Law y Zoro se adentraran en el submarino no fue algo que pasara desapercibido para todos—. ¡Vaya, Vaya!

Franky se sentó junto a la arqueóloga y le ofreció una cerveza. La bella mujer aceptó la bebida de buena gana—. ¿Qué sucede? —inquirió él, sentándose a su lado.

Ella se recargó en los grandes brazos de su nakama—. Es una noche muy bochornosa —respondió con una de esas enigmáticas sonrisas. Sus mejillas estaban ligeramente rosadas y agitó su mano libre echándose aire en el rostro. 

El cyborg dio un sorbo a su soda antes de mirarla—. Eso es una insinuación.

Ella lo miró y le sonrió de nuevo—. Eso parece.

—Contigo, mujer, no estoy seguro de nada.

La mujer rio y se puso de pie—. Es una pena — le sonrió, acariciándole el rostro antes de alejarse rumbo al submarino.

Franky terminó su bebida y no perdió tiempo en ir detrás de aquella bellísima mujer.

*

En cuanto se había encontrado fuera de la vista del resto Law había jalado a Zoro con fuerza y lo había aprisionado contra una pared para besarlo con arrebatada pasión, cómo quién muere de hambre, cómo quién no puede aguantar más. Con la desesperación acumulada de meses deseando sentir aquel cuerpo debajo suyo, aquella piel en el tacto de sus yemas y aquellos labios entre los suyos.

Zoro estaba demasiado caliente cómo para pensar mucho aquello, así que se dejó hacer, dejó a la habilidosa lengua de Law introducirse en su boca y explorarla, la dejó danzar con la propia, conociéndola, disfrutándola... gozándola. 

Las expertas manos de Law comenzaron a recorrerle el pecho, haciendo a un lado la poca ropa que le cubría, sintiendo todo el calor que emanaba de aquel cuerpo, anhelando lamer aquella piel morena y firme que lo ponía a tope para saborearla, para conocerla, para adueñarse de ella por completo—. Zoro-ya... —gimió con desesperación antes de comenzar a mordisquearle el cuello y bajarle lentamente la ropa, descubriendo sus hombros, dejando su tórax descubierto y deleitándose con la firmeza de sus pectorales.

El aludido gimió con desespero, dejando a sus manos comenzar a buscar sentir la piel de su contrario, rasgándole la ropa. Necesitaba sentirlo.

Law le mordió el hombro haciéndolo suspirar de placer, con aquella ronca y varonil voz que tenía y que lo volvía loco. No iba a aguantar más. Le dio la vuelta y le bajo los pantalones.

Zoro sabía que aquello iba muy rápido y que debía mostrar más resistencia, demostrarle que lo que le dijo no habían sido sólo palabras, pero estaba tan caliente que no pensaba con claridad.

El ojigris acerco su miembro al trasero del otro, restregándolo con descaro, dejando que los jugos pre seminales lo lubricaran un poco. Aquello era una locura, ni siquiera habían llegado a una habitación, se encontraban en los pasillos del submarino donde cualquiera podría atraparlos, pero esa morbosa idea sólo lo ponía más y más caliente. Lentamente se inclinó hasta el oído del espadachín—. Zoro-ya... —jadeó con desesperación. No entendía cómo era capaz de contenerse—. ¿Quieres que te lo meta?

El espadachín apretó la mandíbula. Si quería, pero... —. Púdrete —respondió con cinismo, pero no hizo esfuerzo por apartarse o apartarlo.

Law colocó la punta en su entrada sólo para escucharlo lloriquear de placer—. ¿No quieres? —insistió con una sonrisa de suficiencia en el rostro.

Zoro tragó saliva y jadeó con desesperación mientras sentía que su propio cuerpo lo traicionaba—. Yo... —pero el sonido de unas pisadas aproximándose hacía ellos los volvió un poco a la realidad. El peliverde se irguió y se dio la vuelta, quedando de frente a Law. Ambos estaban a medio desvestir y sus miembros se rozaron haciéndolos gemir de placer.

Cada uno cubrió la boca del otro y los pasos cesaron por un momento, quien fuera los había oído—. Creo que es hora de irnos —anunció el ex shichibukai.

*

Robin iba caminando por los pasillos del submarino con curiosidad. Sabía que había escuchado ruidos y estaba completamente segura de saber que clase de ruidos eran aquellos.

—¡Oye! —Franky la alcanzó—. No deberías recorrer el submarino cómo si fuera un laberinto, podrías perderte.

La mujer se agachó para recoger un objeto del suelo.

Franky frunció el ceño de manera suspicaz—. ¿Qué es eso?

Ella se giró a verlo y le mostro lo que traía en las manos mientras sonreía de una manera indescifrable—. Una almohada.

*

Cayeron en la cama, uno encima del otro y el peliverde no pudo evitar sonreír—. Te tengo donde te quería.

Law se dejó besar de aquella forma salvaje en la que el espadachín lo hacía, quien sin separar sus labios lo desvestía y se desvestía con desesperación hasta que los dos quedaran completamente desnudos. El ojigris estaba tan caliente por los besos y las caricias del otro que no le importó ser él quien se quedara abajo, ya tendría tiempo de someterlo y tomarlo en otra ocasión. Sintió la mano del peliverde masajear su miembro y se retorció de placer mientras sentía como sus propios líquidos comenzaban a mojarlo.

Zoro se apartó un poco para poder masturbarlo y acumular líquido pre seminal entre sus dedos. Se relamió los labios mientras lentamente comenzaba a bajar, acariciando los testículos de su contrario en el proceso, disfrutándolo de verlo retorcerse, de sentirlo desesperado. Comenzó a acariciarle la entrada con brusca desesperación, impregnándola de aquel lubricante natural e introduciendo su dedo medio en el interior de aquel cuerpo que tanto deseaba.

Law se arqueó de placer mientras jadeaba cada vez  más enloquecido. Necesitaba sentirlo de una buena vez. Levantó una pierna para pasarla por enfrente del espadachín, pero este lo frenó—. ¿Qué se supone que haces? —inquirió el peliverde, sacando sus dedos del interior del ojigris.

El pelinegro lamió sus labios—. Busco una posición más cómoda —respondió con simpleza.

Zoro se inclinó lentamente sobre él para besarle el cuello y lamerle un oído—. No —le dijo con firmeza—. Quieres escapar de esto, pero no te dejaré —Law quiso espetar, decirle que no intentaba escapar, pero los sensuales labios del espadachín atraparon los suyos impidiéndole hablar. Estaba disfrutando aquello hasta que sintió cómo Zoro levantaba sus caderas, fue entonces cuando su cuerpo se tensó. El espadachín se separó de él lo suficiente para mirarlo a la cara—. Quieres evadirte, cómo si no sucediera en realidad —le dijo entre susurros mientras colocaba su miembro en la entrada del otro—, pero no te dejaré...

Law sintió desesperación, el aire comenzó a faltarle y empezó a retorcerse cómo quien trata de huir—. Esto no es divertido, Zoro-ya...

El aludido lo sujeto con tanta firmeza que nada pudo hacer para liberarse—. Quiero ver tu cara cuando te penetre —le susurró mientras comenzaba a empujarse dentro—, y quiero que tú me veas.

—No me gusta así —lloriqueó mientras sentía como el otro empezaba abrirse paso dentro de su cuerpo. Se retorció tratando de huir. No le importaba que lo tomara, simplemente no quería hacerlo de aquella manera.

Zoro se inclinó sobre él, dejando de lado toda la brusquedad y desesperación que o había estado dominando minutos atrás. De manera suave tomó sus mejillas y lo beso con suavidad y dulzura, de una manera que Law no pensó que un hombre como él sería capaz de hacerlo—. Los fantasmas ya no están —le dijo—, y yo no voy a hacerte daño —el cuerpo de Law se relajó de repente, toda la ansiedad y desesperación que sentía se esfumo. la presión que el primer oficial de su aliado ejercía sobre él desapareció por completo—. Quiero hacértelo —dijo contra sus labios—, no te imaginas cuanto —se apartó lo suficiente para verlo—, pero nada va a pasar en esta habitación sin que ambos estemos de acuerdo. 

Law tragó saliva e instintivamente enredó las piernas en las caderas del peliverde para que no saliera de él, sino ayudándolo a entrar un poco más en su interior. Enredó los brazos en su cuello y lo beso profundamente, asintiendo con la cabeza—. Me parece una excelente premisa.

Zoro le sonrió, no con arrogancia o suficiencia, sino de una manera cálida, llenándolo de paz y calma, entonces lo penetró, mirándolo a los ojos, entrando suavemente, poco a poco, dejándose llevar eventualmente por sus deseos, aunque eso solo paso cuando estuvo seguro que aquel cirujano estaba disfrutando por completo aquello.

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