Esto está mal

La noche de la fiesta acabó bien después de todo. El hechicero y la festejada regresaron donde todos los demás y el evento continuó, ninguno habló de lo ocurrido con anterioridad.


A la mañana siguiente, debido al desvelo, todos se habían despertado tarde. Salvo Joseph que no pudo conciliar el sueño por lo ocurrido con la chica.


— Joseph. ¿Estabas despierto?.— Preguntó Chise que había ido a ver como estaba todo, ya que se quedó algo preocupada.


— Si, bicho.—


Ella le miró con su típica cara de enojo en forma chibi, pero él ni se inmutó.
Antes de comenzar una discusión, la maga prefirió notar como se lo veía sumamente pensativo.


— ¿Ocurrió algo anoche cuando fuiste por ella?.—


No hubo respuesta por parte de él, por lo que decidió sacudirle un poco.


— ¡Joseph, te estoy hablando!—


— ¿Eh?. Oh, no. No pasó nada...—


No le creía, pero decidió dejarlo ahí y regresó a su casa.


— Está mal...— Se dijo para sí mismo al recordar aquél beso. Aunque comenzaba a querer repetirlo.


Las semanas pasaron, y finalmente se oyó que tocaran la puerta de la casa Ainsworth.
Silky abrió y saludo a la frecuente visitante.


— ¿Está Chise?.—


Silky negó. El matrimonio había salido a hacer unas compras con el familiar de la maga y su pequeña hija.


— Está bien, ¿puedo esperarla aquí?.—


No era necesario que lo preguntara. Silky sonrió y regresó a la cocina a prepararle algo en lo que esperaba a la señora.
Stella aprovechó y fue a escondida en busca de el albino. Bajó con sumo cuidado los escalones y lo vio, plácidamente dormido.


Sus mejillas se sonrojaron al verlo tan tranquilo, se acercó y cuidadosamente le acomodó el flequillo; rápidamente este le tomó de la muñeca y la tumbó en la cama.


— J-joseph...—


— ¿Tú?. Creí que eras alguna cosa que venía a molestar.— Dijo mientras se quitaba de encima, bostezó y se estiró un poco.


Sintió a la chica acercarse a él, sus miradas volvieron a encontrarse como esa noche, sus rostros se acercaban y sus labios volvieron a unirse.
Ella pasó los brazos alrededor de su cuello y él alrededor de la cintura de ella. Estaba demasiado mal lo que hacían, pero no podían detenerse, querían que el tiempo se detuviera.


La recosto sobre su cama, sin separar sus labios de los de ella. Aún hacía frío, pero parecía que la temperatura aumentaba, su temperatura corporal.
Debieron separarse por la necesidad de aire, ambos agitados, mirándose...


— No, esto está demasiado mal.— Dijo él, haciéndose a un lado.


— ¿Eh?.— Stella se sorprendió por lo que le decía. Se sentó e intentó acercarse de nuevo.


— No. Esto... hay que olvidarlo...—


¿Olvidarlo?. A penas estaban descubriendo aquello, ¿y ya pretendía dejarlo?.
Stella se sentía como si la estuvieran usando, que lo de esa noche también fue sólo algo para olvidar el mal rato que pasó antes.


— Sigues... ¡Sigues siendo el mismo manipulador!.—


La muchacha salió rápidamente de allí, con lágrimas en sus ojos. Él se quedó en su sitio, eso era lo mejor... No podían continuar con aquello...


Un mes más tarde, Chise comenzó a preocuparse de que Stella ni siquiera llamara. Así que decidió ir y hablar nuevamente con el albino que seguía negando todo.


  — Pero Jos...— Fue interrumpida por Elías que había ido a buscarla, por alguna razón este se encontraba con su cara humana.


— Chise, Stella acaba de llegar.— 


La maga respiró aliviada y se retiró, no sin antes mirar una vez más al albino que estaba de espalda a ella. Al subir, se topa con su amiga y otra persona, no era su hermano.


Joseph por otro lado, se quedó leyendo algunos libros sobre botánica, ignorando lo que ocurría arriba, hasta que oyó una voz masculina que desconocía por completo y llamó su atención. Así que decidió subir en silencio, sin tener la menor idea que se toparía con algo que despertaría algo en su ser...


Stella estaba abrazando a un mocoso, al parecer de su edad, mientras sonreía y charlaba con Chise.


Sintió como si su deseo de... matar... hubiera regresado. Negó rápidamente, tratando que ese sentimiento se fuera, y para su mala suerte, la muchacha volteó.


La mirada de ambos chocó, mirándose en silencio. En ese instante, ella terminó por volver la vista al frente, cosa que a él le molestaba y a la vez le daba igual, no lo entendía.


Decidió ignorar aquello y regresar a su cuarto. 


  — Mientras eso la mantenga lejos de mi y todo lo que pueda dañarla, está bien..—  Se dijo para sí mismo y continuó con su lectura.


En la casa Ainsworth, los miembros de esta se encontraban aún sorprendidos con la visita que había traído la amiga de la maga.


  — Así que estarás parando en casa de Stella por este año.— Mencionó Elías.


— Así es, señor. Fue un acuerdo entre mi madre y la de ella.— Respondió el joven con una leve sonrisa.


Una vez estos se retiraron, Chise fue donde Joseph. 


  — Joseph, quiero disculparme por el ruido que hicimos temprano.— Decía Chise algo avergonzada, sabía que a él le gustaba el silencio.


— No te preocupes por eso. Estaba tan concentrado en mi lectura que ni cuenta me di.— 


Estaba mintiendo, y la chica se dio cuenta. Buscó acercarse a él, tomándole del hombro, y este volteó.


— ¿Puedes contarme lo ocurrido en la fiesta?.— 


El albino suspiró.


— Ella y yo... Bueno, sólo yo. Hice algo algo que está realmente mal y eso no me deja tranquilo.— 


¿Algo que estaba mal?, si todo parecía estar demasiado bien luego de la fiesta. Ambos estaban bien al regresar, por lo que la chica dedujo que le ocultaba algo.


— ¿Qué cosa hiciste?.— 


Cuando él le contó el motivo, ella sintió una mezcla de sorpresa y calma, parecía que se veía venir algo así. Lo que le sorprendía, es que él dijera que estaba mal.


— Por eso y más, es bueno que haya conocido a alguien más cerca de ella, por así decirlo.— 


Chise parpadeó. ¿Había subido? esperen... ¡Estaba mal interpretando todo!.


— Joseph no...— Fue interrumpida por él que le pidió que se retirara. Ya no quería saber nada de ese asunto, era suficiente con lo que había visto.


La chica suspiró y salió de allí.


Si, estaba mal... Estaba mal que pensara cualquier cosa, cuando no era el caso.


Debía buscar la manera de que estos dos hablaran y aclararan las cosas, antes que su mente le siguiera jugando esas malas pasadas.      




 















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