Pastel de Carne

La puerta se ha cerrado lentamente, rechinando. Seguro fue la corriente de aire... o Max, mi gato. Esa cosita esponjosa de color gris es experta en sacarme tremendos sustos cuando estamos solos en casa. Sospecho que es un amante mayor que yo de las películas de terror. Supongo que le gusta jugar a ser el verdugo y hacer de mí la pobre víctima. Amo a ese maldito gato.


Recorro el pasillo que conecta la sala con la cocina para preparar algún platillo de bienvenida. Esta noche vienen unos amigos de visita y quiero darles una buena impresión.


Max pasa entre mis piernas, tal vez, queriéndome hacer tropezar. Le cargo con un pie para hacerlo a un lado y poder acercarme al refrigerador. Antes de poder abrirlo, se interpone nuevamente entre la puerta y yo. Me agacho a acariciar su cabeza y sonrío. Tal vez quiera jugar.


Lo hago a un lado, pero vuelve a interponerse, maullando fuertemente. ¿Cómo le explico que el pastel de carne de hoy no es para él? Ya sé que le ha fastidiado, y lo entiendo. No le he dado nuevos sabores en una semana entera. Ahora que lo pienso, no debí haber guardado toda la carne esa vez...


Le tomo entre brazos y le llevo a su cama, de regreso en la sala y trato de explicarle que tendrá que esperar, que aún no es tiempo de comida para él, y regreso a la cocina.


Pongo manos a la obra. Preparo los utensilios y saco la bolsa con carne del refrigerador. Todavía pesa un poco. Supongo que después de este platillo tendré que deshacerme de la cabeza y el resto del tronco de mi querido ex novio. Después de todo, sí que sirvió de algo su existencia.

Comment