El Encuentro


No hay mucho que pueda decirte sobre la vida que ella llevó hasta aquella noche, amigo escritor. Rita había sido otra de las víctimas de la ciudad en la que estamos y la locura que a esta le da por tener a veces, así que en realidad no debería ser sorpresa para nadie el que ella estuviera viviendo en las calles cuando se encontró con todo aquello.


Pasó mientras estaba cubierta por el oscuro plástico de una bolsa de basura que la acompañaba desde Dios sabía cuánto, acurrucandose asi con el frío nocturno y escuchando para dormir las canciones de cuna que nuestra metrópolis sabe ofrecer. Fue entonces que de entre estás apareció un sonido que en ninguna otra noche había escuchado, el de un silbido metálico atravesando aire una y otra vez como las hojillas de un péndulo mortal, uno que se acercaba cada vez más a la carne de su víctima, haciéndose una tortura psicológica que seguiría azotando la mente del desdichado y la suya hasta dar paso al momento en el que llegase a deshollarle.


Justamente fue así que ocurrió, pues los alaridos y los chisporroteos de sangre eran inconfundibles, en especial para ella, que cada noche los soñaba. Recuerdos que habían marcado su ser, la habían hecho escapar de todo lo que jamás conoció y que ahora le habían traído a este preciso lugar del mundo, donde de nuevo tendría que ver a alguien morir.


Estaba petrificada hasta su mínimo cabello y parecía que solo su corazón era capaz de moverse, como si aquel frío que tenía hubiese terminado por congelar su cuerpo en el sitio. Lo más probable es que aquello fuese su sentido de supervivencia haciéndose cargo, pues la única manera en la que podría mantenerse a salvo es que el/los asesinos no supieran de que había también un testigo del cual disponer.


El hombre moribundo iba tropezando por el callejón donde ella estaba tirada, y a cada paso se acercaba más y más al plástico de su cobija transformada en disfraz, al punto donde el olor a metal empezaba a llegar a Rita y las gotas de sangre retumbaban contra el suelo y sus tímpanos.


Solo tenía que dejarle pasar, que siguiera caminando por el callejón, pie tras pie hasta llegar a su muerte, después de todo ya estaba frente suyo, ya faltaba muy poco para deshacerse del peligro, pero no pudo hacerlo, no fallaría así otra vez.


Al darse cuenta de ello fue capaz de sobreponerse a todo, usando todas sus fuerzas para mover extremidades que se sentían como de concreto y labios que eran como vigas de acero.


-¿S-se encuentra bien? - Dijo entre dientes


El hombre no respondió


-Oiga -Intento levantar más la voz -¿Se encuentra bien?


Esta vez el hombre volteó a donde ella estaba, con un gesto de sorpresa y sobresalto que se nota le causó bastante dolor.


Rita intento responder, pero antes de poder hacerlo el hombre continuó


-Necesito que por favor -Dijo -M-me ayudes


-¿Busco a la policía? -Respondio con inocencia Rita mientras que colocaba su mano sobre aquel hombre


-N-no hay tiempo, toma esta caja y vete -Dijo -Cruza a la derecha y sigue hasta el edificio azul, dejale eso a la persona que está ahí


-Y-y usted que hará?


-Hacer que sobrevivas


-P-pero lo matarán


-Niña, ya estoy muerto.


Fue eso lo último que el hombre dijo, o por lo menos lo último que ella pudo escuchar, pues el miedo se apoderó de ella. Miedo a lo que pasaría si aceptaba esa petición, y más aún, lo que le pasaría a aquel hombre si lo dejaba ahí tirado. Al final podría decirse que entró de nuevo en sus cabales pues por poco echaba a correr para dejarlo todo atrás, pero justo cuando sus piernas se tensaban vio el rostro de aquel hombre, y en este la mirada de esperanza, terror y preocupación que años atrás vio también en el rostro de su amado hermano.


Eso selló el fin de su lucha interna, aún si no fuese él, ella no podía escapar de un rostro como ese, no podría perdonarselo, por lo que de inmediato puso su brazo al rededor de la espalda de aquel sujeto y lo apoyó sobre su hombro, dispuesta a llevarle hasta aquel edificio azul así fuese arrastrándolo por la calle.


Frente a aquello el hombre no refunfuñó ni tan siquiera un poco, pues dentro de sí mismo también deseaba salir con vida, asi que con las pocas fuerzas que aún le quedaban fue pataleando como pudo hasta que ambos lograron salir de ese callejón de la muerte. De esa manera siguieron, por una calle sorprendentemente vacía, en camino a la esquina donde estaba aquel edificio, ese donde le salvarían la vida a ambos.


Aunque aún no aparecían sus perseguidores, podía escuchar unos gritos no muy a lo lejos que eran sin duda el presagio a encontrarse con ellos, y eso tocaba evitarlo a toda costa, por lo que apretó como pudo el paso, cegada por la adrenalina y el sudor que incluso en ese frío que le rodeaba había conseguido hacerse camino hasta sus ojos.


La respiración era forsoza también, y el pecho le ardia más con cada inhalación. Estaba a punto de caer, y de hacerlo ese sería su final, los asesinos detrás suyo no la dejaron escapar, era ya momento que se hiciera la idea de que había sido un intento fútil de su parte, que había roto la promesa hecha hacia años ya, que no sería nunca capaz de enmendar sus errores. Pero en el momento justo, cuando se decidió por fin a aceptarlo, pudo ver entre sus ojos el lugar. Las puertas de madera y la fachada de ladrillos azules que sin duda debían ser su destino.


Usando lo último que quedaba dentro de su espíritu empujo al mundo hacia atrás una última vez, y dio casi que un salto a través de ese portal al cielo frente suyo. Cómo resultado calleron ambos dentro del mismo, chocando así con la delicada alfombra de cachemira y el piso de mármol que esta apenas adornaba.


De inmediato ella busco recobrar la postura, levantando el rostro en un intento de ver el mundo al cual había entrado, pero encontrando a cambio el rostro del dueño de dicho mundo. El mío.

Comment