Espada Humeante

Era una mañana como cualquier otra en el pueblo de Zarho, el rey recibía a los pobladores en su castillo, dispuesto a atender todas sus súplicas, pues él era un monarca benevolente que hacía todo lo posible por mantener feliz a su gente. Todo transcurría con normalidad en Zarho, cuando de pronto, apareció un portal en medio del pueblo, y de éste salieron una gran cantidad de niños de piel azul, dientes afilados y aspecto demoníaco, que corrían y gritaban turbando la paz del pueblo.


- ¿Qué han dicho? -preguntó asustado el rey, pues no era capaz de comprender lo que le decía su gente, que aterrada llegaba al castillo en busca de refugió- ¿Es verdad lo que me están diciendo? ¿Pero de dónde pudieron haber salido esas criaturas? -Volvió a preguntar el rey, luego de escuchar las manifestaciones de los aterrados pobladores. 


Pasaban los minutos y los zarhianos seguían llegando al castillo, hasta que llegaron los grotescos niños azules, y el rey al verlos se dio cuenta de que lo dicho por su gente era completamente cierto y no pudo evitar sentir miedo. Los gritos desgarradores no se hicieron esperar, pues todos a excepción del rey estaban siendo torturados por los infantes, quienes disfrutaban arrancarles la lengua, el cabello, las uñas y en algunos casos hasta los ojos a los indefensos pobladores. Frente a todo lo ocurrido, el rechoncho monarca se quedó inmóvil sin saber qué hacer, pues no hallaba la forma de salir del castillo sin ser brutalmente torturado por los pequeños demonios azules, y parecía estar condenado a ser el único espectador de tan brutales actos de crueldad.


- ¡Deténganse, acabó la diversión! -dijo una esbelta dama de piel azul, que por lo visto tenía el control sobre los infantes, que al oír su voz dejaron en paz a los pobres zarhianos y guardaron silencio.


- ¿Quién eres tú? ¿Porque......? -preguntó el rey, pero fue interrumpido por la bella dama de piel azul.


- ¡Guarda silencio, estúpido y ponte de pie! ¡Desde ahora yo reino en Zarho! ¡Mis niños, todos a él, son libres de hacerle lo que deseen! –Habló así la dama azul- Ya saben, sin matarlo, sin matar a nadie, sólo diviértanse con ellos, mis lindos niños.


Inmediatamente, los pequeños rodearon al monarca y se le abalanzaron, mordiéndolo, rasguñándolo y quitándole uno a uno sus dientes, causándole un dolor insoportable como nunca antes había sentido.


A las afueras del pueblo de Zarho, que ahora lucía desolado debido a la visita de las criaturas azules, apareció un pequeño grupo de seres que habían sobrevivido a la explosión de un planeta llamado Unam; segundos después al lado de ellos se abrió un portal, y por este paso un ser de piel azul, calvo, de orejas puntiagudas y grandes músculos, que también formaba parte del equipo, y Tukino, el líder de la agrupación, al verlo le dijo:


-Suyoph, amigo, nos alegra mucho que sigas con vida, aunque ahora luzcas distinto, pero eso es lo de menos, lo importante es que sobreviviste, con el tiempo nos acostumbraremos a tu nueva apariencia y a tus nuevos poderes.


Una de las presentes, cuyo nombre era Fozata (quién hasta hace poco era la princesa del ahora destruido, planeta Unam) interrumpió al mago, para decirle:


-Tukino, te he escuchado mencionar varias veces el nombre de Oniria, y quiero que me digas, ¿quién es tal Oniria? ¡Y juró que yo misma le haré pagar por todo lo que le hizo a mi gente, a mi planeta y a mi madre!


-Tranquila, princesa, nosotros acabaremos con él. ¿No es cierto, Tukino? -preguntó con duda el fornido azul al mago, mientras intentaba calmar a su amiga- Aunque, a decir verdad, yo tampoco se mucho acerca de ese tal Oniria. No sé por qué le temen tanto ni se que tan poderoso puede llegar a ser.


-Amigo, ese mago oscuro, llamado Oniria, en resumen es la representación del mal. Yo tampoco sé mucho acerca de él, pero recolecté información que dice que somos el único mundo que sobrevivió de entre los cinco que existieron, porque los otros cuatro han sido destruidos por él. En cuanto a su aspecto físico, he visto que sólo es una cabeza con una larga cabellera y un espiral en el rostro; algunos dicen que se ha debilitado mucho en su cruzada a través de los otros cuatro mundos y que está secuestrando a los seres más poderosos de nuestro universo, a fin de drenarles toda su energía y usarla para acabar con nosotros -respondió Tukino, y su respuesta no hizo más que perturbar a los presentes.


-Yo lo vi cuando caí en el sueño del hongo de los espectros, es una cabeza gigante, tal y como la ha descrito Tukino -dijo Fozata, recordando lo que había visto en el mundo onírico mientras estaba inconsciente.


-Yo lo tuve frente a frente, fui el primero al que abordó cuando llegó a nuestro mundo; mi ejército se enfrentó al suyo, pero no fuimos rivales para él y sus soldados; al final, logró vencernos y dejarme sólo con tres soldados -dijo el mago insectoide, Saatha-. Es por ello que intenté reclutar más soldados para volver a enfrentarme a él, pero mis planes fueron frustrados por ellos -dijo señalando a Tukino y Suyoph.


-Él controló mi mente para que maté a mi media hermana, Fozata, y eso no se lo perdonaré, por eso estoy aquí, para acabar con él -dijo enojado, Krobat, el gladiador del equipo.


-¿Tukino, estás seguro de que podremos hacerle frente a ese mago oscuro? -preguntó Ghoria, la madre de Fozata y ex reina de Unam.


-Sí, pero el camino hacia él será muy complicado. En estos momentos nos encontramos cerca al pueblo de Zarho, en el planeta Tra Ah -dijo el mago, señalando hacía el poblado-. Este pequeño pueblo está siendo asediado por un ser muy cruel, que ha llegado a sembrar el terror sólo porque sabía que nosotros estábamos en camino, así que tenemos que llegar y detenerla cuanto antes.


Mientras tanto, en los interiores del castillo, la dama de piel azul y sus criaturas se divertían haciendo sufrir a los zarhianos, a quienes todo lo que estaban viviendo les parecía un infierno, pues estaban experimentando un gran dolor, como nunca antes lo habían sentido.


-Ya llegaron -dijo la dama de piel azul, mientras devoraba el brazo cercenado del ex monarca-. ¡Niños, se acabó la diversión! Necesitó que salgan ahora mismo del castillo, ya que tendré mi primera visita real.


De pronto, frente a la autoproclamada reina de Zarho, aparecieron Tukino y Saatha encontrando el castillo lleno de sangre y pedazos de carne pertenecientes a los indefensos pobladores, quienes seguían siendo brutalmente torturados por las pequeñas criaturas azules.


-Muy buenas tardes, señorita Mikar, creo que esta vez se contuvo al saber que nosotros vendríamos, ya que antes he visto la forma en la que usted se viste con las tripas de sus víctimas, se baña en su sangre y bebe vino directamente de sus cráneos -dijo el mago insectoide a la nueva reina de Zarho.


-Hola insecto, te vi ayudar al equipo de Tukino en Unam, pero no entendí, ¿¡por qué ahora luchas a su lado!? -dijo confundida la dama azul.


-Dejémonos de cortesías y hablemos en serio, ¿qué buscas obtener con todo esto, Mikar? -interrogó así Tukino a la reina azul.


- ¡Lo hago porque deseo unirme a tu equipo! Estuve observándolos cuando lucharon en Unam, vi todo lo que ocurrió y dejé que acaben con Ohuart pensando que la energía del titán pasaría a su hija Fozata, pero al final fue el fornido rosa quien se hizo con todo el poder; y cuando me di cuenta de que todos ustedes vendrían a este poblado, abrí un portal y vine junto con mis niños, sólo para solicitarles que me acepten en su equipo -respondió la dama azul.


Luego de escucharla, Tukino la observó con una mirada de odio y le pidió que sus niños dejen de torturar a los pueblerinos e inmediatamente, ella ordenó a sus criaturas dejar en paz a los zarhianos, y así lo hicieron, aunque los malheridos zarhianos hubiesen preferido mil veces morir, antes que seguir con vida, debido a que el dolor que sentían era insoportable. Luego de charlar por unos minutos, los magos decidieron darle la confianza y juntos los tres se teletransportaron hacía donde se encontraba el resto del equipo.


Al instante, los dos magos aparecieron acompañados de la bella dama azul, y al verla todos en el equipo se quedaron sorprendidos por su aspecto demoniaco, por la sangre que chorreaba de su boca y por el color de su piel, el cual era similar al que recientemente había adoptado Suyoph.


-Un gusto conocerlo, titán Suyoph -se refirió así la esbelta dama al fornido azul, haciendo una reverencia-. Mi nombre es Mikar, soy la dama azul, y siempre acompañó al titán azul a donde vaya, como lo hice con Ohuart cuando fue a Unam a matar a sus hijos.


-Espera, ¿tuviste algo que ver con lo que pasó en mi planeta? -interrumpió Fozata- ¿Fuiste tú quién incitó a mi padre para que vaya a Unam?


-Sí, fui yo y lo lamentó, ya se lo expliqué a Tukino y espero que al igual que él, tú también sepas perdonarme. Como disculpas te ofrezco este planeta en compensación por la destrucción del tuyo –le dijo la dama azul a Fozata, quien lucía muy enojada, debido a la ligereza con la que Mikar le hablaba acerca de la destrucción de su planeta.


Repentinamente, en el rostro de Fozata se dibujó una sonrisa, que no tardó en volver a convertirse en una mueca de enojó, al mismo tiempo que preparaba su espada y su escudo para lanzarse a enfrentar a la dama azul, que no movía ni un músculo, a pesar de verla correr hacía ella con la espada en alto, decidida a acabar con su vida. De pronto, la feroz guerrera perdió toda su fiereza y cayó de espaldas al suelo, luego de que Mikar la derribase de un solo puñetazo, dejando atónitos a todos, menos a Ghoria, su madre, quien empuño su martillo y corrió hacía ella, siendo inmediatamente tomada del cuello por la fina mano azul de Mikar. La rapidez con la que se movía la dama azul era increíble, tanto así que superó a ambas guerreras, cuya velocidad y reflejos estaban por encima de la media.


-¡Detente o me veré obligado a eliminarte del equipo! -le dijo Tukino a la dama azul, que aún tenía tomada a Ghoria del cuello.


Tanto Suyoph como Krobat pensaban enfrentarse a Mikar por lo que le había hecho a las guerreras, pero inmediatamente fueron contenidos por una barrera creada por Saatha, para evitar que sigan avanzando y ataquen a la dama azul, que quieran o no, ya formaba parte de su equipo.


-Chicos, deténganse, ella no hará nada más, sólo nos pidió enfrentarse a Fozata a cambio de que sus criaturas dejen en paz a los zarhianos -le dijo el mago insectoide al titán y al gladiador- Ellas sanaran rápido, a comparación de los zarhianos, que tardaran mucho tiempo en sanar sus heridas, en caso de que logren hacerlo y no mueran en el intento.


-¡Yo soy Fozata, la princesa de Unam, a mí nunca me han logrado derribar de un solo golpe y tú no serás la primera en hacerlo! -exclamó la guerrera, al mismo tiempo que cortaba la mejilla de la dama azul con una de sus dagas- ¿Pensaste que me habías derrotado con ese insignificante golpe? ¡Lamento decirte que no me hiciste más que cosquillas y que no será nada fácil para ti vencerme en un combate cuerpo a cuerpo!


Mikar que había sido sorprendida por Fozata, rápidamente le respondió con un fuerte golpe que la guerrera bloqueo con su escudo, pero el enojo de la dama azul era tal, que de una patada lanzó el escudo por los aires, sin saber que la princesa había cambiado la forma de sus dagas, convirtiéndolas en una zarpa, con la que casi le arranca la cabeza. Al fracasar la patada de una y el zarpazo de la otra, ambas quedaron sin guardia, pero a diferencia de antes, ahora la dama azul temía lanzar el siguiente golpe, ya que había visto lo letal que era su rival; Fozata percibió su miedo y convirtiendo su zarpa en dos cuchillas se lanzó nuevamente a la batalla, al igual que Mikar, chocando ambas frente a frente; la princesa fue la primera en atacar, enterrándole sus chuchillas en el cuerpo, mientras esquivaba sus puños que llegaban a gran velocidad, acompañados de cabezazos y patadas. Fozata esquivó cada uno de los golpes con éxito, y no dejó de introducir y retirar sus cuchillas del cuerpo de su adversaria, quien terminó completamente bañada en sangre.


-Si esto ahora es Unam, como reina que soy, ordenó que cese la lucha, ¡dejen de pelear! ¡Ahora! -gritó Ghoria, a fin de evitar un homicidio.


- ¡Muy bien dicho, su majestad! -Dijo el fornido azul a la reina Ghoria- Tiene razón, ahora usted reina aquí, en la nueva Unam; además, si la pelea continuaba Fozata hubiese terminado matando a Mikar, que por lo visto no tiene ninguna clase de factor curativo.


-No creo que ella pueda morir, es tan malvada que la muerte misma le cerró las puertas de su reino por miedo a que ocupé su lugar -dijo Saatha, entre risas.


-El insecto tiene razón, una vez me enfrenté a ella en un torneo y no me explicaba cómo podía soportar tantos golpes, le gané sólo porque dejó de reaccionar, pero lo raro era que seguía con vida aún después de que mi lanza había atravesado en más de una ocasión su pecho -dijo el gladiador, Krobat.


-Ella disfruta sentir dolor, y bueno sí, la muerte no se la quiere llevar por nada del mundo, teme que ella terminé ocupando su lugar; así de mala, traicionera y mentirosa es Mikar, por eso mismo la necesitamos en nuestro equipo -dijo Tukino, esbozando una sonrisa en su rostro.


Finalizada la pelea, Mikar se puso de pie y comenzó a reír, a pesar de tener un ojo reventado, el hombro dislocado y una pierna rota; en ese momento, tres de sus niños se le acercaron y dos de ellos descuartizaron a uno, sólo para dárselo de comer a su madre, que al comerlo sanó parte de sus heridas y para cuando devoró a los tres niños se encontró completamente recuperada. Los que estaban cerca de ella no podían creer lo que habían visto, pues era inconcebible para ellos que una madre se coma a sus hijos, sólo para sanar sus heridas.


- ¡Ya está, como nueva! -exclamó la dama azul, con su boca rebosante de sangre.


-Eres de lo peor, ¿sabías? -le dijo Fozata a Mikar, a lo que ésta respondió:


-Esto es justo lo que le dije a tu padre que hiciera contigo y tu hermana, que se las coma para sanar sus heridas, pero el muy estúpido no pudo hacerlo.


Cuando Fozata escuchó las palabras de la dama azul, desenvaino su espada y corrió hacía ella, pero fue detenida en el acto por Tukino, quien la abrazo y le dijo:


-Creo que ya cumplimos tus deseos Mikar, ahora déjanos contarles el plan a los demás. ¡Escuchen todos! Iremos por la espada humeante, sí, la espada con la que Suyoph mató a Ohuart, según los cálculos de la loca azul, esta espada es capaz de traer a la muerte misma a nuestro plano, pero hay un pequeño inconveniente, de esto se han enterado también los Señores de la Guerra, los hermanos Yubet y Gulat, quienes tienen ejércitos numerosos que están listos para luchar y además, cuentan con la más alta tecnología de todo el universo. Lo peor de todo es que ellos ya están en camino y nosotros no.


-¿¡Estás loco!? ¿¡Cómo pretendes que nos enfrentemos a los Señores de la Guerra!? -preguntó exaltado, Suyoph.


-De eso se encargará nuestra amiga -respondió Tukino, señalando a la dama azul-. Ahora prepárense, que vamos retrasados. ¿Saatha estás listo?


Luego de recibir una respuesta afirmativa por parte del mago insectoide, ambos magos teletransportaron a todo el equipo sin previo aviso y en pocos segundos aparecieron en una cantina gigante, repleta de seres antropomorfos con armas de todo tipo, que ni se inmutaron al verlos llegar. Mikar, que ya había llegado a la cantina junto con sus pequeñas criaturas los recibió a todos y estos se quedaron sorprendidos por su velocidad para teletransportarse, menos Ghoria, quien encaró a Tukino, diciéndole:


- ¿Porque no nos avisaste antes de teletransportarnos a este lugar? ¡No somos tus juguetes para que hagas lo que quieras con nosotros!


-No se preocupen, este es un lugar seguro, a comparación de Zarho que no tenía barreras antiportales ni antiteletransportación, cosas con las que si cuenta esta humilde taberna -respondió el mago.


-Además, aquí tenemos médicos capaces de curar una gran variedad de enfermedades y regenerar miembros perdidos -le dijo la dama azul a Ghoria-, para ellos será sencillo devolverte el brazo que perdiste en Unam.


De inmediato, dos seres se acercaron a la reina, uno con cara de pulpo y el otro muy parecido a un lobo, y la llevaron a otra área de la taberna, donde habían improvisado un pequeño hospital. Los demás miembros del grupo se quedaron ideando un plan para llegar a la espada humeante.


-Levanten la mano, los tentáculos o las pezuñas, los que puedan teletransportarse o abrir portales -gritó la dama azul, con la intención de ser oída por todos en la gran taberna.


En ese momento, una cuarta parte de los presentes levantaron sus manos, afirmando poder abrir portales en los que serían capaces de llevar a más de un guerrillero consigo, solucionando así el problema del transporte.


- ¡Listo, ya podemos irnos! -anunció la dama azul-. Cierto, Tukino, no escatimes en el uso de tus energías, recuerda que allí morirán muchos y habrá energía de sobra para que puedas recargarte. ¡Hoy la muerte se dará un gran festín!


Mientras tanto, en una parte del espacio, donde antes se hallaba el planeta Unam, se encontraba la espada humeante en medio de tres planetas Thoi, G-Rot y Polva; tomar la hoja hubiese sido fácil para cualquiera, de no ser porque el lugar donde se hallaba albergaba una especie de bichos espaciales llamados cuturmis, cuyos cuerpos eran semejantes a los de las arañas Gasteracantha cancriformis, pero a diferencia de ellas, éstos eran capaces de devorar todo a su paso y eso hacía que los que se hallaban cerca de la espada no se atreviesen a ir por ella.


- ¡Prepárense todos, que iremos a Polva, el planeta de los gigantes! -gritó Saatha, a todo pulmón, y abrió un portal por donde pasaron corriendo algunos de los seres más extraños de todo el universo, armados hasta los dientes y dispuestos a dar hasta la vida por salvar el mundo.


Tukino hizo lo suyo y teletransportó a todos los que pudo a Polva; Mikar abrió un portal similar al del mago insectoide, por donde pasaron todas sus criaturas y los guerrilleros que aún quedaban en la taberna. Al final, todos abandonaron el recinto, a excepción de Ghoria y el cuerpo médico, quienes se encontraban operando a la reina, para devolverle el brazo que perdió en Unam.


Mientras los guerrilleros de Mikar y el equipo de Tukino viajaban a través de un portal hacía Polva, en ese planeta se encontraba el ejército de Gulat y Yubet, sometiendo a los robustos gigantes que habitaban el planeta, quienes, a pesar de contar con armamento avanzado y escudos sofisticados, nada pudieron hacer contra la tecnología de punta con la que contaba el ejército de los Señores de la Guerra, quienes los superaban abismalmente en poderío armamentístico. Las bajas en ambos bandos fueron muchas, pero por parte de los gigantes fue devastador, pues mataron hasta al menor de los infantes y abrieron el vientre de las embarazadas, a fin de acabar con toda su raza. En medio de la masacre, hizo acto de presencia el equipo de Tukino y, de inmediato, Suyoph dirigió sus rayos a las naves enemigas; Fozata luchó cuerpo a cuerpo con todo aquel que se cruzó en su camino; Saatha ascendió a los cielos y desde lo alto lanzó sus esferas de energía, las cuales al caer sorprendieron a los guerrilleros del bando enemigo, quienes caían como moscas al momento que estas explotaban; Mikar junto con sus criaturas empezaron a devorar a los del otro bando, mientras éstos se encontraban enfrentándose a tiros con los guerrilleros de su equipo y los gigantes que aún seguían con vida. En menos de cinco minutos, Tukino junto con su equipo y el de Mikar, tomaron el control del pequeño planeta, al igual que el armamento de sus rivales, y Saatha haciendo honor a su habilidad para controlar la mente de bastos ejércitos, manipuló a los guerrilleros del bando contrario para que se le unan y luchen para él.


-¡Tukino, está aquí, llegó con un pequeño ejército y ha tomado Polva! -le anunció Gulat a su hermano, a través de una pantalla.


- ¡Ese desgraciado pagará por lo que le hizo a nuestro padre! –respondió Yubet, muy enojado.


Tras enterarse de lo acontecido en Polva, los Señores de la Guerra iniciaron el ataque a la espada humeante; el plan no había salido tal y como ellos querían, ya que sólo habían logrado controlar dos de los tres planetas que planearon invadir, y estaban a la espera de conquistar el tercero, para recién dar inicio a su ataque, pero Tukino y su equipo frustraron sus planes, así que tuvieron que abrir fuego antes de lo previsto.


Repentinamente, todos iniciaron su ataque y la espada humeante recibió disparos de cañón que provenían de los tres planetas, dirigidos por aquellos que intentaban sacarla de su órbita, para que ésta caiga en la superficie de alguno de estos planetas; pero el lugar donde se encontraba orbitando la espada, era impenetrable, ni los misiles más sofisticados eran capaces de llegar a su destino, estallaban en el camino impactando contra los bichos que custodiaban la hoja.


-Sigan disparando, nosotros iremos a enfrentarlos -dijo Tukino, refiriéndose a Saatha, a Mikar y a sus criaturas-. En caso de que la espada caiga en este planeta, Fozata será quien vaya por ella y ustedes deberán cubrirla -dichas estas palabras, Tukino y sus elegidos se teletransportaron y en unos segundos aparecieron en Thoi, donde se encontraba el ejército de Yubet, quien al verlo le dijo telepáticamente a Tukino: 


- ¿Qué haces aquí? ¿Acaso no te das cuenta que esto es un acto suicida? Es imposible que puedas vencernos. ¿Porque mejor no te rindes y evitas que tus soldados mueran en vano?


- ¡Porque quiero que vengas y me enfrentes! ¿O piensas seguir escondiéndote dentro de tu nave? -preguntó el mago, con la intención de provocar al tirano- ¡Si pude matar a tu padre, también podré matarte a ti, sin problemas!


Lo dicho por el mago enfureció tanto al señor de la guerra, que rápidamente ordenó a su ejército acabar con él y su equipo e inmediatamente los pilotos de sus naves cambiaron de objetivo, apuntando sus cañones con dirección al líder del bando contrario.


Mientras tanto, en Polva los cañones seguían apuntando hacía la espada humeante, al igual que en G-Rot, donde Gulat comandaba a su ejército, el cual repentinamente recibió una gran cantidad de misiles que destruyeron sus naves en el acto, dejando inoperativa a la mitad de la flota. El inesperado ataque había provenido de Polva, el planeta tomado por el equipo de Tukino, y la orden de cambiar de objetivo para abrir fuego al bando rival había sido de Suyoph, con la intención de que los cañones de las naves enemigas dejen de mirar hacía la espada humeante, para que él pueda volar directamente hacía ella sin correr el riesgo de ser impactado por los misiles enemigos.


- ¡Estúpidos! ¿Creen que pueden vencer a los Señores de la Guerra? -gritó Gulat, enojado- ¡Se van a arrepentir de haber dirigido sus armas hacía mis naves!


La rabia que sentía Gulat, no le dejó ver que Suyoph se encontraba volando directamente hacía la espada humeante, mientras le pedía a su amigo, Tukino, que lo ayude a activar su estado de ira, cosa que éste hizo, a pesar de encontrarse en medio de balas y misiles, enviándole patrones a su cerebro, que activaron su estado de ira y su infranqueable escudo, para que pueda pasar entre los peligrosos cuturmis que amenazaban con comérselo. Y ya estando cerca de la hoja, los bichos lo rodearon intentando devorarlo, sin éxito, resultando ser sólo una carga para el titán que se encontraba bien protegido por su escudo, y que de no haber sido por éste hubiese sido devorado sin piedad por los cuturmis.


Tukino, Saatha y Mikar, se hallaban en medio del fuego enemigo, al cual no le importaba acabar con los suyos con tal de fulminarlos a los tres. La dama azul, usando de su velocidad pudo esquivar los proyectiles; Tukino con su habilidad para teletransportarse aparecía y desaparecía, haciéndose por momentos intangible, con tal de eludir el fuego enemigo; Saatha controló la mente de un pequeño grupo de guerrilleros del bando contrario y los usó para que se ataquen entre ellos, tomando por sorpresa a los que no estaban siendo controlados mentalmente. De pronto, la espada humeante fue a parar a la superficie del planeta Thoi, ya que Suyoph había logrado impactarla con sus rayos, haciendo que ésta salga volando y terminé cayendo en el planeta controlado por Yubet. Y Tukino, que se encontraba a pocos metros de la nave donde estaba Yubet, lo miró directamente a los ojos, al igual que éste a él y ambos ordenaron a sus soldados ir tras la espada humeante.


- ¡Todos a Thoi! -le gritó Gulat a su ejército, cuando vio caer la hoja en el planeta controlado por su hermano mayor.


Suyoph también ordenó a todo su ejército ir hacía Thoi y todos acataron su orden, algunos abriendo portales y otros teletransportándose directamente hacía el planeta vecino. Una vez llegados los dos ejércitos a Thoi, el de Gulat y el del fornido azul la lucha se puso más intensa, los misiles iban y venían de una trinchera a la otra; los cuturmis que custodiaban la espada la siguieron hasta Thoi, y cuando llegaron devoraron a todo aquel que intentó acercarse a ella, sin importarle a que bando pertenecían.


Tukino se reunió con su equipo para organizarlo y poder trazar un plan que los llevé hacía la espada humeante sin sufrir tantas bajas; por su parte los Señores de la Guerra hicieron lo mismo, agrupando a sus ejércitos y dándoles nuevas indicaciones para enfrentar a sus adversarios, que para ese momento ya los igualaban en número y en poderío armamentístico.


-Saatha, lo estás haciendo bien, descansa, una vez que se reanude la batalla intenta controlar a más soldados –le dijo Tukino a su compañero, mientras absorbía la energía de los muertos-. Calculó que ahora tú serás su nuevo objetivo, así que tendrás que hacer uso de algún truco de invisibilidad para evitar ser acribillado por el enemigo.


- ¡Todos apunten a Tukino! ¡Cuando dé la orden, abran fuego! -le dijo Gulat a sus guerrilleros, quienes ya estaban listos para acabar de una vez por todas con la vida del mago.


-Suyoph, creo que deberíamos ir a luchar directamente contra Yubet, ya que ambos somos veloces y podemos causarle grandes molestias. ¡Tú solo usa tu fuerza, que yo usaré estas relucientes armas para acabar con todo aquel que se cruce en nuestro camino! -le dijo Mikar al fornido azul, mostrándole un par de ametralladoras plateadas- ¡Ahora sí sabrán quién soy yo!


Mientras todos se organizaban para continuar con la batalla, los niños de la dama de azul se encontraban luchando frontalmente contra los cuturmis; y luego de muchas bajas por parte de ambos bandos, las criaturas azules vencieron y devoraron a los insectos que custodiaban la espada, obteniendo así una fuerza y agresividad mayor a la que poseían, haciéndose más letales de lo que eran antes. En ese momento, la resistencia estaba a la par de sus rivales, con un mago capaz de controlar la mente de miles de soldados; un titán muy poderoso que volaba a gran velocidad y lanzaba rayos por los ojos; una guerrera especialista en el combate cuerpo a cuerpo; una velocista sin escrúpulos ni sensibilidad y un mago como Tukino, que cuenta con la habilidad de absorber la energía de los muertos; sin contar con los guerrilleros controlados por el mago insectoide y las criaturas azules de Mikar, las cuales acababan de incrementar su fuerza y agresividad.


- ¡Fuego! -gritó Gulat, solicitando a sus soldados reanudar la batalla e inmediatamente todos sus cañones lanzaron esferas cargadas de energía, al bando contrario, teniendo como objetivo principal a su líder, el mago Tukino.


En un instante, el fuego cruzado se reanudó y Tukino desapareció junto con Krobat; Suyoph hizo lo mismo con Mikar, uno volando y la otra corriendo, ambos con dirección a la nave en la que se encontraba Yubet; Fozata decidió quedarse donde estaba, junto con los guerrilleros y las criaturas azules, enfrentando frontalmente al bando opuesto, el cual no escatimaba en el uso de sus municiones con tal de acabar con todos ellos.


Gracias a los niños, que habían acabado con todos los cuturmis, la espada humeante quedó libre, a la espera de ser empuñada por un ser digno, eso hizo que la batalla aumenté aún más su intensidad. Tukino apareció con Krobat frente a la nave de Yubet y el gladiador logró ingresar en ella rompiendo la luna con su escudo; al mismo tiempo, Suyoph y Mikar también ingresaron a la nave, con la intención de tomar por rehén al mayor de los Señores de la Guerra, y al verlos éste les dijo:


-Que inocentes son al pensar que pueden vencerme o tan siquiera servir de distracción, ¿no se dan cuenta que no son rivales para mí? -le dijo Yubet a la dama y al titán azul, poniéndose en guardia con su cetro, listo para enfrentarlos- ¿Acaso no saben quién soy yo? Yo soy Yubet, uno de los Señores de la Guerra y les demostraré de lo que soy capaz. ¡Haré que se arrepientan de haber venido hasta aquí a enfrentarme, insectos!


La pelea dio inicio, y la velocidad de Suyoph al igual que la de Mikar no presentaban problema alguno para el Señor de la Guerra, quien con su cetro golpeó a ambos en repetidas ocasiones y para cuando el fornido azul liberó la energía de su cuerpo con la intención de derribarlo, Yubet rápidamente formó una esfera alrededor de éste en la que lo atrapó haciendo que él mismo se dañe con todo su poder, quedando inconsciente en el piso; por su parte la dama azul al ver que sola no sería rival para el Señor de la Guerra, decidió abandonar al titán y dirigirse a la sala de mandos de la nave, donde asesinó al piloto y ocupó su lugar para así atacar sorpresivamente al bando opuesto. Cuando Yubet se disponía a darle el golpe final al titán, apareció frente a él Krobat, quien usando su lanza y su escudo lo enfrentó, siendo derrotado fácilmente cuando el tirano golpeó su cetro contra el piso, liberando así una gran cantidad de energía que lanzó al gladiador a varios metros de distancia, dejándolo automáticamente fuera de combate.


- ¡Ven Tukino! -le gritó Yubet al mago, que se encontraba atacando sus naves- ¿O es que acaso me tienes miedo? ¿Temes que pueda acabar con tu vida? ¡Ven, enfréntame y deja de mandarme a tus vasallos!


A fin de provocar al mago, Yubet ordenó a sus soldados asesinar a Saatha y a Mikar. Al mago insectoide lo mataron fácilmente, a pesar de que éste se había vuelto invisible, ya que la tecnología con la que contaba el ejército del Señor de la Guerra era capaz de detectarlo con suma facilidad; a la dama azul la intentaron asesinar sin éxito con un proyectil energético, el cual impactó directamente contra la cabina de la nave que ella estaba controlando, arrasándola por completo.


-¡Nooo! -gritó Tukino, exaltado, mientras se acercaba al maltrecho cuerpo de Mikar, que había volado por los aires a una gran distancia, y que aun así intentaba ponerse de pie- ¡Espera, no te esfuerces, déjame curarte antes de.....!


Debido a que el fin era acabar con la dama azul, los soldados de Yubet volvieron a abrir fuego en su contra, mientras Tukino se acercaba a ella y veía como era impactada por una gran cantidad de proyectiles, que entraban y salían de su cuerpo; hasta el mismo Yubet apareció frente a ella con su cetro y haciendo uso de éste puso fin a su vida con una gran ráfaga de energía directa a su cuerpo. Al ver esto, Tukino se quedó inmóvil, sabiendo que ya era muy tarde y que no podía hacer nada más por ella.


- ¡Tu padre mató a toda mi raza! ¡Yo maté a tu padre! ¿¡Y tú intentas matarme a mí!? -exclamó Tukino, enfurecido, con su cuerpo completamente envuelto en un aura negra- ¿¡Qué te hace pensar que lograrás tu objetivo!?


- ¡Así quería verte, enojado! ¡Lamentablemente, ya es muy tarde! -dijo Yubet, entre risas- Estás perdido, mira, tu pequeño ejército ha caído, hemos matado al insecto y a la loca azul; dejé fuera de combate a tu titán; vencí a tu gladiador y mis soldados están a punto de matar a tu guerrera, no hay forma de que ganen.


Sin previo aviso, cuando Yubet se encontraba seguro de su victoria, lo que había quedado del cuerpo de la dama azul se contrajo y explotó, sorprendiendo así al Señor de la Guerra, que por lo cerca que estaba no tuvo tiempo ni de protegerse y recibió toda la explosión en su cuerpo. Tukino, que se encontraba a una distancia considerable, logró escapar de la explosión y se teletransportó al interior de la nave, para rescatar a Suyoph, que yacía postrado en el piso, y desde allí creó un escudo para proteger a Krobat y a Fozata.


Gulat, que se hallaba cerca a los guerrilleros que tenían sometida a la guerrera Fozata, vio morir a más de la mitad de su ejército cuando pasó por su lado la onda expansiva, que arrasó con todo a su paso. La explosión había tomado por sorpresa a todos, ya que no pensaban que Mikar podía morir y mucho menos explotar, como antes lo había hecho Ohuart, el anterior titán azul, en Unam, donde dejó como saldo una gran cantidad de muertos. Y para cuando terminó de pasar la onda expansiva, Fozata velozmente se lanzó hacía Gulat, con la intención de enfrentarse a él, cuerpo a cuerpo, pero cuando estuvo a pocos metros de distancia, se abrió un portal al lado del tirano y por éste salió Ghoria, su madre, con el brazo curado y con muchas ganas de luchar. Apenas atravesó el portal, la feroz guerrera le dio un gran golpe con su maso al menor de los Señores de la Guerra y lo derribó en el acto, dejándolo postrado en el suelo.


-Madre, gracias por venir –le dijo Fozata a su progenitora, mientras ella golpeaba a Gulat con su pesado maso de utiti, el cual era uno de los metales más fuertes de todo el mundo.


- ¿Qué esperas? ¡Ve por la espada! -le gritó la reina a su hija, sabiendo que no podría contener al tirano por mucho tiempo.


La guerrera obedeció a su madre e inmediatamente corrió hacía la espada y a pocos metros fue interceptada por un grupo de guerrilleros que le dispararon directamente al cuerpo, pero ella no se detuvo y siguió avanzando mientras repelía los disparos con su pesado escudo.


Yubet, que había estado cerca de la explosión, terminó bajo una pila de escombros y cuando reaccionó vio como todo su ejército había sido arrasado y enfurecido se puso de pie, alzo su cetro para cargarlo de energía y lo azotó contra la superficie del planeta Thoi, con tanta fuerza que provocó un gran sismo, que inició la destrucción del planeta.


- ¡Ven, Tukino! -gritó Yubet, malherido- ¡Ven y acabemos con esto de una vez por todas!


Tukino oyó el llamado de Yubet y apareció inmediatamente frente a él, tomándolo por el cuello, pero éste se impulsó y le dio un fuerte cabezazo en el rostro, que le hizo perder la estabilidad y lo desoriento por un momento, tiempo suficiente para que el tirano logré zafarse de sus manos y lo reduzca. Acto seguido, Yubet levantó su cetro para cargarlo de energía y con este golpeo fuertemente el pecho del mago, dejándolo al borde de la muerte, con heridas de gravedad y sin energíaa


Los soldados que luchaban contra la princesa Fozata fueron superados fácilmente por la guerrera, quien luego de abrirse paso entre ellos empuñó la tan anhelada espada humeante. Mientras tanto, su madre y Gulat se enfrentaban en una lucha cuerpo a cuerpo, en la que el tirano demostraba su superioridad con cada golpe que le daba a la reina, importándole poco que se tratase de una dama, él siguió golpeándola en el abdomen, en el cráneo y hasta en el rostro, sin piedad.


- ¡La tengo! -gritó la princesa, levantando la espada humeante.


Gulat al ver a la princesa levantar orgullosa la hoja, enfureció y descargó toda su ira contra su madre, disparándole energía desde sus manos, a diestra y siniestra, arrancándole los brazos, las piernas y hasta la cabeza, matándola en el acto.


-De que te sirve tener la espada humeante, si ya no tienes ejército, no tienes amigos y no tienes madre -le dijo Gulat a la princesa, quien sólo atino a gritar enfurecida ante tal atrocidad.


Los guerrilleros que se acercaban a la princesa para reducirla detuvieron su andar cuando la piel de ésta se tornó completamente negra, al igual que sus ojos y su boca, la cual se abrió de forma descomunal, dejando ver unos grandes colmillos.


-Ya no es más Fozata, ahora a quién nos enfrentaremos es a la Muerte misma -le dijo Yubet a su hermano, mientras arrastraba el cuerpo de inerte de Tukino.


-Este planeta está a punto de destruirse, luchemos hasta que se parta en mil pedazos -dijo Gulat, y tanto él como su hermano corrieron hacía Fozata, quien había sido poseída por la Muerte y estaba matando a todos sus soldados.


Cuando la transformación de Fozata se completó, su cuerpo se tornó completamente negro, aumentó su tamaño a la altura de seis metros y su espada creció, haciendo que cada barrida de ésta acabe con la vida de cientos de soldados del ejército de los Señores de la Guerra. Mientras tanto, el planeta Thoi seguía temblando y agrietándose cada vez más, pero, aun así, Yubet y Gulat decidieron luchar allí contra la Muerte, sin importarles el precario estado en el que se encontraba el planeta. El primero en atacarla fue Yubet, que saltó y desde lo alto lanzó una esfera cargada de energía; acto seguido, Gulat atacó a la Muerte, creando un largo lazo de energía con su cetro, el cual usó para golpearla, atraparla y enviarle una fuerte descarga eléctrica, al mismo tiempo que la esfera de energía lanzada por su hermano impactaba contra ella, creando así una gran explosión, similar a la de una bomba, la cual destruyó aún más el tan deteriorado suelo de Thoi.


-No puede ser que vaya a morir aquí y ahora, sin antes haberme enfrentado a Oniria -decía Tukino, arrastrándose sobre el tembloroso suelo de Thoi, que se agrietaba y se agrietaba cada vez más- ¡Ayúdenme! ¡Ayuuu....!


- ¿Tú eres Tukino, cierto? ¿Qué haces ahí tirado? -preguntó un soldado del ejército de Yubet, que al ver que su muerte se acercaba decidió hablarle a quién minutos antes había intentado matar- ¡Vamos, tenemos que salir de aquí cuanto antes o moriremos!


-Me teletransportaría, pero no me quedan fuerzas para hacerlo. ¡Ayúdame, por favor! –Rogó así el mago, extendiéndole su mano al soldado, en busca de misericordia- ¡Tengo un mundo que salvar, no puedes dejarme morir aquí!


-Lo haré, sólo porque tú eres mi última esperanza, ya que por lo visto soy el único guerrillero que ha sobrevivido y aún no sé si los Señores de la Guerra siguen con vida -dijo el soldado y tras él apareció una cabeza gigante de color verde, con un espiral en el rostro y una larga cabellera.


- ¡Aquí tienes, Oniria! –dijeron los Señores de la Guerra, quienes milagrosamente habían sobrevivido a la explosión y emergían del denso humo, conteniendo a Fozata en una esfera creada por sus cetros, temiendo que vuelva a transformarse en la Muerte y acabe con ellos.


- ¡Perfecto! -exclamó Oniria, al ver reducida a Fozata, que en su interior llevaba a la entidad de la muerte-. Todo salió como lo planeamos, aunque hubo problemas en el camino, pero lo importante es que al final logramos nuestro objetivo.


De pronto, una lanza atravesó el abdomen de Gulat, provocándole un gran dolor y frente a él vio a Krobat, quien había sido conducido hacía él a gran velocidad por Suyoph, que luego de dejar al gladiador, fue por Yubet, a quién de un puñetazo en el rostro sacó volando a varios metros de distancia. Oniria al ver lo que estaba ocurriendo intentó acabar con la vida de Tukino, lanzándole una gran cantidad de energía, pero el soldado que estaba cerca al mago lo empujó hacía un lado para que no reciba la descarga, siendo él quien terminó recibiéndola en todo su cuerpo, desintegrándolo por completo en un segundo.


- ¡Cometieron un grave error al enfrentarme! -exclamó la Muerte, a través del cuerpo de Fozata, que se ponía de pie, al mismo tiempo que su piel volvía a tornarse tan negra como la noche-. ¡Yo decido quién vive y quien muere y creo que no merecen seguir muertos aquellos que intentan salvar este mundo!


Dichas estas palabras, de las fauces de la Muerte salieron: la reina, Ghoria, el mago insectoide, Saatha y la veloz Mikar. El gladiador Krobat, que se encontraba recibiendo una fuerte paliza por parte del tirano Gulat, en venganza por haberlo atravesado con su lanza, fue auxiliado inmediatamente por Mikar y Saatha, quienes lucharon junto a él, hombro con hombro; mientras esto ocurría, Suyoph y Yubet median sus fuerzas, uno lanzando rayos por los ojos y el otro proyectando energía desde su cetro, hasta que apareció Ghoria y lanzó su pesado maso al rostro del Señor de la Guerra, desestabilizándolo, para luego ser azotado con todo el poder de los rayos del fornido azul, dejándolo fuera de combate.


- ¡Tú sólo eres la representación de la muerte en este mundo, mientras yo soy el terror de todas las realidades! –le gritó Oniria al oscuro ser, que acababa de recuperar su estatura de cinco metros de alto y con su espada se preparaba para cortarlo en pedazos, mientras él la esperaba listo para acabar con ella.


-Oniria puede estar débil, pero aun así sigue siendo más fuerte que la Muerte -se dijo a si misma Mikar, y tuvo razón, ya que la Muerte fue embestida por la energía fulminante del mago oscuro, que la impactó y la lanzó lejos, hasta que de ella sólo quedó el cuerpo de la princesa Fozata, tendido en el suelo.


Todos se quedaron asombrados, pues su última esperanza acaba de ser derrotada por Oniria, quien la había vencido con suma facilidad. Al ver todo perdido, Tukino absorbió la energía de los muertos y rápidamente desapareció junto con todo su equipo, teletransportando a todos los sobrevivientes a la taberna de donde habían salido, incluso había llevado consigo a la princesa Fozata, quien por lo visto ya había dejado de existir.


- ¡Se escaparon! -gritó Yubet, que debido a los rayos que le había lanzado Suyoph, perdió la movilidad de más de la mitad de su cuerpo, haciéndole imposible levantarse del suelo.


-Sí, se escaparon o mejor dicho..... ¡Los dejaste escapar! -le dijo Oniria a su vasallo- Por cierto, el estúpido de tu hermano perdió la vida y ahora como la Muerte se encuentra en estado catatónico, no creo que pueda revivirlo.


- ¡Maldita sea, al menos ayúdame a recuperar la movilidad de mis piernas y mi brazo izquierdo, para poder salir de aquí! -le rogó así Yubet a Oniria.


-A penas tengo fuerzas para mantenerme en dos lugares a la vez y, ¿quieres que te curé? Llama a tu ejército para que lo haga, porque yo no lo haré; en este momento tengo cosas más importantes que hacer. Hasta luego, Yubet -dijo el mago oscuro, antes de desaparecer y tras de él destruirse el planeta Thoi, el cual explotó junto con Yubet, acabando así con la vida del tirano.


Mientras tanto, en la gigante taberna, donde antes había un ejército de miles de soldados que formaban parte de la resistencia, ahora sólo se hallaban el pequeño equipo de Tukino y el cuerpo médico, los demás habían muerto en pie de lucha, como héroes.


-¡Salven a mi hija! –Rogó entre lágrimas la reina Ghoria al cuerpo médico- ¡Si pudieron ayudarme a regenerar mi brazo, podrán salvar la vida de mi hija! ¡Al menos inténtenlo, por favor!


Los médicos intentaron acercarse al cadáver, pero fueron detenidos por Tukino, que les pidió no hacer nada, ya que sería imposible regresarla a la vida, debido al estado en el que se encontraba la Muerte. Al escuchar las palabras del mago, la reina empuño fuertemente la espada humeante, mientras abrazaba el cuerpo muerto de su hija.


-Tukino tiene razón, no podemos hacer nada, han acabado con la representación de la muerte y mientras no se recuperé no podremos revivir a tu hija -le dijo el mago insectoide a la reina.


-Sólo nos queda esperar que la Muerte se recuperé y encuentre un nuevo huésped -dijo Tukino, mientras acariciaba el hombro de la reina, intentando consolarla.


De pronto, Mikar comenzó a reaccionar de forma extraña, parecía tener un ataque de epilepsia, que fue descartado cuando vieron como de su piel fluían llamas negras, causándole un dolor insufrible. Tukino intentó ayudarla empleando su magia, pero de nada sirvió, ella continuó gritando y retorciéndose de dolor.


-Creo que se está convirtiendo en la nueva muerte -dijo el mago insectoide, al ver como la piel de su compañera, de azul se convertía en negra, al mismo tiempo que sus ojos se tornaban completamente rojos.


- ¡Ayúdenme, me encuentro luchando contra Oniria, en su propia dimensión! ¡Vengan de inmediato, los necesito! -dijo la Muerte, a través del cuerpo de Mikar.


- ¡Nosotros tres iremos a ayudarla! –Le dijo Tukino al titán azul y al mago insectoide- Krobat, tú quédate, te dejó a cargo de la resistencia, no dejes que caiga. Confió en ti, amigo.


Luego de que Tukino dió las instrucciones, los dos magos y el titán azul se teletransportaron rápidamente hacía la dimensión de Oniria, y lo encontraron luchando contra la Muerte, quien a duras penas intentaba hacerle frente con su espada, pero no era capaz de darle más de un golpe sin que la cabeza flotante le responda con un fuerte ataque. El daño sufrido por la Muerte estaba siendo compartido con Mikar, la nueva portadora, quien, a pesar de ser incapaz de sentir dolor, estaba sufriendo con cada uno de los ataques que Oniria le daba a su contraparte.


- ¡Trajiste refuerzos! -exclamó el mago oscuro, entre risas- ¡Es inútil, no podrán vencerme así sean miles!


Suyoph fue el primero en atacar a Oniria, lanzándole sus poderosos rayos azules, los cuales lamentablemente no llegaron a impactarlo debido a que éste activó sus escudos mágicos a tiempo; Tukino y Saatha unieron sus fuerzas e invocaron a un demonio gigante de nivel 5, llamado Carrot, quien corrió hacía el mago oscuro y lo enrolló con su larga lengua, a lo que éste en respuesta al ataque hizo que un rayo le impacte el cráneo, matándolo en el acto.


-Nos costó mucho traer a ese maldito demonio, para que lo maté tan fácilmente -le dijo telepáticamente Saatha a Tukino, a lo que éste le respondió:


- ¿Te has dado cuenta que los rayos de Suyoph ni siquiera lo han tocado? A estas alturas dudo mucho que un ataque conjunto de los tres pueda derribarlo, así que tenemos que planear muy bien nuestro próximo movimiento o seremos derrotados en un abrir y cerrar de ojos.


La Muerte, que se encontraba muy débil, agradeció a los tres valientes guerreros por su osadía y les pidió que sigan luchando para salvar el mundo. Atendiendo a su pedido, Tukino preparó una esfera cargada de energía, corrió hacía Oniria y se la lanzó; Suyoph hizo lo mismo, atacándolo con sus rayos y Saatha usó su magia para ver más allá de lo evidente, y entre la oscuridad que los rodeaba pudo ver una torre dorada en la que se hallaban seres de diversas razas, galaxias y dimensiones todos sufriendo un gran dolor, y entre todos ellos había uno de gran estatura, portando una hoz y vistiendo una larga gabardina con capucha.


-Saatha, yo soy el creador de toda esta realidad, sé que puedes verme, estoy en la torre más grande, vestido con una larga gabardina y en mi mano derecha llevó una hoz. Necesito que rompas estas cadenas que me tienen atado –le dijo mentalmente el creador al mago insectoide.


- ¿Muerte, viste eso? -preguntó Saatha.


- ¿Qué cosa? -preguntó la Muerte, asombrada.


-Luego te explico. Ahora sólo necesito que uses lo que te quedé de fuerzas, para que pases por donde están ellos -dijo el mago insectoide, señalando a sus amigos que se encontraban luchando contra Oniria-, y golpees con tu espada aquella pared de humo.


En medio de la lucha, Suyoph cayó tras recibir un ataque directo de Oniria e intentó ponerse de pie, pero volvió a caer tras recibir otro ataque del mago oscuro, que, a diferencia de los anteriores, éste sí llegó hasta su cerebro, afectando la psicomotricidad de su cuerpo, haciéndole perder por completo la movilidad de sus piernas. Tukino que también estaba malherido y sin energías vio a su amigo llorando de impotencia al no poder mover sus extremidades inferiores y sólo le quedó mirar al cielo esperando que un milagro los salvé a los dos; de pronto, apareció la Muerte, corriendo y de un solo golpe derribó al mago oscuro, que terminó tirado en el piso, mientras ella seguía corriendo hacía donde Saatha le había indicado. Oniria que presentía lo que ella tramaba, hizo que unos tentáculos la tomen por los pies, logrando así impedir que siga avanzando, pero fue inútil, ya que ella había avanzado lo suficiente y se encontraba muy cerca de su destino, tan cerca que sólo le bastó con arrojar su espada hacía adelante con lo que le quedaba de fuerzas para romper el espejismo que cubría aquello que el mago oscuro no quería que vean.


Una vez rota la ilusión, se desveló ante todos una ciudad dorada, repleta de torres bañadas en oro y sangre, donde Oniria tenía crucificados a los seres más poderosos de los cinco mundos púrpura.


- ¡Pagarán por esto! -gritó Oniria, muy enojado, mientras tenía envuelta a la Muerte entre tentáculos y se disponía a matar a Saatha con una ráfaga de energía.


Tukino, al ver que Oniria había lanzado una ráfaga de energía para acabar con su amigo, corrió con lo que le quedaba de fuerzas y empujó a Saatha, para evitar así que reciba el impacto, siendo él quien terminó recibiendo toda la descarga en su cuerpo, muriendo en el acto.


- ¡Nunca fuiste rival para mí, nunca Tukino! ¡Ahora sólo faltas tú, maldito insecto! -le dijo Oniria a Saatha, quien se encontraba muy enfurecido por la pérdida de su amigo.


-Muy tarde, Oniria, ya tomé una decisión -respondió Saatha, convirtiéndose en una esfera de energía pura, que viajó a gran velocidad hacía donde se hallaba su creador, y a pesar de que el mago oscuro intentó detenerlo por todos los medios, no pudo y éste acabó impactando contra su creador, destruyendo todas las cadenas que lo contenían, liberándolo del yugo de su opresor.


- ¡Aún no has ganado, Oniria! -gritó el creador, al verse liberado de sus ataduras y sin darle tiempo para responderle, se retiró dejando a un enfurecido Oniria, y a un titán al borde de la muerte, postrado en el suelo sin poder moverse.


-¡Maldita sea, se escapó! –Gritó Oniria, enojado, y escuchó a lo lejos unos sollozos de dolor que llamaron su atención- ¿Tú eres Suyoph, cierto? Me había olvidado de ti; creo que te convertiré en mi soldado definitivo, pero antes debo extraer información de tu cerebro, estoy completamente seguro de que sabes cosas que me serán de mucha utilidad.


Krobat, Mikar y Ghoria se encontraban en la taberna, cuando de pronto, apareció frente a ellos el creador, envuelto en rayos de color púrpura, y apenas llegó cayó al piso aparatosamente, debido a su falta de energía.


- ¿Quién eres tú? -dijo la reina Ghoria empuñando su maso con una mano y con la otra la espada humeante.


-Chicos, ya, ya de..dejé de sentir do...dolor ¿Quién es él? -preguntó Mikar, señalando al portador de la hoz.


-No sabemos, pero espero que hablé pronto o me veré obligado a cortarle la cabeza -dijo Krobat, tomando con una mano la cabeza del creador y con la otra su afilada hacha.


- ¡Detente, no es a mí a quién tienes que matar!, ambos tenemos un enemigo en común, y su nombre es Oniria -respondió el creador antes de que el hacha de Krobat corte su cuello.


- ¿De dónde has venido? ¿Estuviste enfrentándote a Oniria? -preguntó la reina Ghoria, y el creador asintió con la cabeza- ¿Viste por ahí a un tal Tukino, Suyoph o a Saatha?


-Lo lamentó, los dos magos murieron y el titán azul no pudo escapar porque perdió la movilidad de sus piernas -respondió el creador, generando un desánimo en todos los presentes, menos en Krobat, que aún desconfiaba de él y volvió a interrogarlo:


-Y tú, ¿quién eres? ¿Por qué aún sigues con vida? ¿Trabajas para Oniria? ¡Responde!


-Es difícil de explicar. Yo soy Italo, el creador de todo lo que pueden ver, todo este mundo se desarrolla de forma automática en mi mente con cada uno de mis pensamientos, es lo que yo llamó, creatividad, y la tengo muy activa desde que era un niño. Hace unos años di vida a Tukino, a Fozata y a Suyoph con solo pensarlo; después cree historias acerca de ellos y luego vinieron ustedes, todos son productos de mi imaginación y en estos momentos nos enfrentamos a una de las mayores amenazas, a Oniria, el mago oscuro que vive para acabar con la creatividad de todos los seres vivos. Él es el causante de la muerte de la creatividad en todos los seres humanos, pero conmigo no podrá; ha acabado con cuatro de los cinco mundos que he creado, pero no dejaré que acabé con éste último, por eso los necesitó a ustedes y aunque no tengo mucha energía, usaré la que me queda para dotarlos de más fuerza de la que poseen, para que luchen junto a mí, ¡porque la guerra contra Oniria aún no ha terminado! -dijo el creador, poniéndose de pie frente a su nueva trinidad.


-Debes estar mintiendo -dijo Krobat, que aún no salía de su asombro tras oír lo dicho por el creador.


-Para nada, es más les daré una pequeña prueba para que no duden de mí. Tú eres Ghoria, una guerrera muy valiente, la que está ahí en el piso es Fozata, tu hija; tú, la de piel azul eres Mikar, y sientes cierta atracción por Tukino, sólo por él te uniste a su grupo y enfrentaste a los Señores de la Guerra; gladiador, tú eres Krobat, el imperfecto, producto de la unión de un titán y una diosa, eres capaz de crear metales a voluntad con sólo pensarlo. Y si aún no están convencidos de lo que les he dicho al inicio, déjenme darles la prueba definitiva -dijo el creador, posando su mano en cada uno de ellos, generando mejoras en sus armaduras-. ¿Ahora sí me creen o necesitan más pruebas?


El ilimitado poder del creador había transformado la armadura de Krobat, la cual pasó de ser una falda con una pechera, a una armadura completa de color rojo brillante con una lanza de oro; el traje de Mikar fue transformado en una armadura completamente plateada, que fue diseñada especialmente para soportar la velocidad de la dama azul, que había sido incrementada exponencialmente por el creador; la falda y pechera de Ghoria fueron convertidas en una armadura de color negro que combinaba a la perfección con su negra espada y su maso, el cual también acababa de adoptar el mismo color.


-Krobat, tú eres la Furia Roja; Mikar, tú eres el Rayo de Plata y Ghoria, tú eres la Peste Negra -les dijo el creador a sus tres aliados-. ¡En sus manos está salvar esta realidad!


La primera en probar sus poderes fue Mikar, que corrió y lo hizo a una gran velocidad, sorprendiendo a sus compañeros; Ghoria fue la siguiente y uso sus armas, las cuales sintió más ligeras que antes, y vio asombrada como éstas ahora desprendían un halo de color negro.


-Espera, Krobat, tu poder es algo especial, tú eres mi elegido, a ti te doté de un traje con la aleación de tres metales muy resistentes, haciendo de tu armadura algo prácticamente indestructible, y esa lanza dorada que tienes en tus manos, es la lanza del destino. Éste es el plan: cuando se presente la oportunidad, atravesaras a Oniria con esta lanza, pero ten en cuenta que sólo podrás usarla una vez y si fallas todo estará perdido -le dijo el creador a Krobat, que miraba con respeto el arma dorada que se le había sido otorgada.


- ¿Crees que mataré a un ser tan poderoso como él, sólo con esta lanza? -preguntó el gladiador, que aún no comprendía todo el poder del arma que tenía entre sus manos.


-No es cualquier lanza, ésta contiene el poder de casi todo el quinto mundo, cuando la empuñes tendrás la energía del 99.9% del universo en tus manos, con todo ese poder vencerás a Oniria -dijo el creador, muy seguro de lo que decía.


- ¿Y si muero antes de tiempo? ¿O si me roban la lanza? -Preguntó Krobat.


-No te preocupes, ella reaccionará a tus patrones mentales, si deseas que sea invisible lo será, es más, puede ser invisible hasta el momento en que penetres con ella a Oniria, así podrás tomarlo por sorpresa -respondió el creador, dejando más tranquilo al gladiador.


Sorprendidas Mikar y Ghoria por el poder que poseía la lanza del destino, se acercaron y la observaron con respeto, a sabiendas de que esa arma sería su última esperanza. Krobat levantó la pesada arma por encima de su cuerpo y dijo:


-Prepárate Oniria, nosotros seremos tu perdición, con esta lanza te mataré y vengaré a todos los que murieron por culpa tuya.


-Bien dicho, Krobat, ahora prepárense todos que iremos a la tierra, allí lucharemos contra Oniria, en Lima, Perú -dijo el creador y desapareció junto con sus nuevos aliados. 

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