16. Ojos color mar.

16. Ojos color mar.

Diego

Volvimos al departamento, Mateo se estaba secando su cabello con una toalla. Su torso estaba desnudo y brillaba a causa de la humedad que yacía aún en su piel. Sus brazos estaban marcados y los músculos de su abdomen se hacían notar. Yo traté de desviar mi mirada mientras me pasaba una camisa limpia por mi cabeza.

—Te aseguro que hace mucho tiempo que no te divertías como lo hiciste hoy conmigo— le dije terminando de pasar mi playera por mi torso. Me miró con una sonrisa en sus labios. Se colocó su playera.— Admítelo, Mati.— Me acerqué hacia él, quedando de frente.

—Me gusta estar contigo, es todo— me dijo, viéndome a los ojos. Mi corazón dio un brinquito.

—Sí, a mí también.— sonreí.

Caminó hacia la cocina. Yo me quedé un momento tratando de mitigar el pequeño revoloteo dentro de mí. Si bien es un hecho que desde la primera vez que vi a Mateo Symanski mi corazón se volvió loco, también siempre he sabido que esta fuera de mis posibilidades, o al menos es lo que he creído durante todo este tiempo. Pero hay días, como hoy, en los que siento que podría existir una mínima...mínima, minúscula, diminuta, pequeña, microscópica posibilidad de que sea correspondido.

Y aunque yo he vivido tratando de encontrar el amor desde que Temo me rechazó, el sentimiento que me inspira Symanski es algo muy diferente a las ocasiones en las que he salido con otros chavos, o incluso diferente a como me sentía con Temo y es que no lo puedo evitar.

Diego, tienes que calmar tus hormonas.

Salí hacia donde él. Se encontraba bebiendo de un vaso de agua.

—Estaba pensando, podríamos hacer un maratón de pelis lo que resta del día. Digo, si no tienes nada mejor que hacer— sugerí mientras me sentaba en la barra de la cocina. Me observaba por encima del vaso de agua.— ¿Sí quieres?

—Sí, sí quiero— respondió sin más. Y me sorprendió el hecho de que no se negara o me hiciera rogarle como las otras veces. Se giró hacia la alacena y rebuscó entre las cosas.— ¿Palomitas con o sin mantequilla?— preguntó con dos empaque en sus manos.

—Mantequilla definitivamente— respondí. Me sonrió de lado a lado.

—Definitivamente.

—No puede ser, haré un maratón de películas con Mateo Symanski. Esto debe ser un milagro del cielo. Prepararé todo. Será el mejor maratón de la vida. Ya vuelvo— no estoy seguro si hablé muy rápido o no pero salí disparado hacia mi habitación dejándolo con una sonrisa.

Tomé las cobijas de mi cama y todos los cojines y almohadas que pude. Los llevé todos y cada uno de ellos hacia la sala de estar. Mateo me miraba sonriente recargado en sus brazos en la barra de la cocina. Debo decir que nunca lo había visto tan feliz como lo está hoy.

—Esa cobija está mucho más grande que tú, pequeño— yo estaba espaldas a él por lo que no pude ver su expresión al decirlo. Pero me había llamado pequeño. No estaba alucinando ni estaba borracho.

Dejé todo en el suelo de la sala y me giré para mirarlo.

—Oye, todo sería más fácil si ayudaras aquí con tus brazotes.— Él alzó sus manos al lado de su cara.

—Yo estoy a cargo de las palomitas.

—Sí, claro. Y el trabajo pesado para el más pequeño.

—Tú puedes hacerlo, no te subestimo— rió.

Le dediqué una sonrisa y continué con mi tarea. Acondicioné todo el espacio para hacerlo lo más cómodo posible. Moví la pequeña mesa de centro y los sillones a los costados. Cubrí todo el suelo con cobijas y coloqué las almohadas juntas. Me levanté y miré mi trabajo orgulloso.

—Espero que las palomitas no me decepcionen porque yo hice un gran trabajo aquí.

—Sólo tiraste todo al suelo

—Calla, no es verdad. Ahora voy por mi laptop. Ya vuelvo—Tomé mi computador del escritorio de mi cuarto y lo encendí, abriendo la plataforma de serie y películas. Para cuando volví, Mateo tenía dos bowls grandes llenos de palomitas. Me senté sobre las cobijas y crucé mis piernas. Él se sentó a mi lado.

—¿Qué es lo que quiere ver? Podemos ver algo de acción, o de terror, romance, comedia. Lo que quieras— le dije mientras tomaba unas cuantas palomitas y las llevaba a mi boca.

Al final terminamos reproduciendo una película de comedia/romance en el que los protagonistas se odiaban pero todos sabemos que terminarán enamorados. Qué conveniente.

Yo tenía mis piernas juntas y las estaba abrazando. Mateo yacía a mi lado ligeramente recostado sobre una de las almohadas y con sus piernas extendidas. Cada quién tenía su propio bowl de lado.

Me giré para mirarlo. Estaba atento a la película, su recipiente de palomitas estaba casi por la mitad. Me miró.

—¿Pasa algo, Diego?— preguntó, susurrando.

—¿Crees que puedas querer a una persona incluso si antes la odiabas?— me recosté y lo miré

—El odio y el amor no son sentimientos muy diferentes. Una cosa se puede convertir en la otra en un abrir y cerrar de ojos. Así que sí, supongo que sí.

—Por ejemplo tú, en un inicio me odiabas y ahora me amas— comenté. Soltó una risita.

—Algo así— respondió. Nos quedamos mirándonos por unos minutos. La película continuaba pero dejamos de prestar atención. Lancé mi mirada a sus labios por una fracción de segundo. Eran rosados y carnosos. Miré sus ojos esta vez. Eran de un azul pero no un azul profundo, sino un azul grisáceo, como el cielo en primavera libre de nubes, como agua quieta en mar abierto.

—Tienes ojos bonitos— murmuré con un hilo de voz. Él no dijo nada, sólo permanecía mirándome.

—Tú también tienes bonitos ojos— respondió al fin. Nuestros rostros habían acortado la distancia que teníamos inicialmente. Mi respiración comenzaba a mezclarse con la suya.

—Diego...— comenzó a hablar pero fuimos interrumpidos por el sonido del celular de Mateo y que estaba vibrando y sonando sobre la pequeña mesa. Se levantó rápidamente y tomó la llamada.

—¿Mamá?— escuché que dijo. Su semblante cambió por completo al Mateo frío y serio que conozco desde siempre.— Lo olvidé. Lo siento. Voy para allá.— entonces colgó.

—¿Pasa algo?— pregunté.

—Tengo que irme.  El Bar mitzvá de mi pequeño primo era hoy.— Salió corriendo a su habitación. ¿Qué fue lo que dijo?. Me quedé sentado unos momentos y después fui detrás de él. Ya estaba saliendo de su cuarto con su típico outfit formal de todos los días.

—¿El qué?

—Una ceremonia Judía. No lo entenderías— Habló con desdén.

—Bueno, si quieres puedo acompañarte...

—Diego, no.— habló cortante.— Ellos no... Volveré más tarde ¿Sí? No me esperes despierto.— Dijo para después salir por la puerta.

A veces quisiera entender mejor a Mateo Symanski.

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Helloooou, no gente, no he muerto aún. Sé que había pasado tiempo desde que actualicé pero sí escribo, sólo que siempre me falta arreglar detalles de los caps y así.

Pero ya, aquí está el nuevo capítulo. Espero lo disfruten. Gracias por sus votos y comentarios, lxs adoro un buen.

Oigan otra cosa, he comenzado una historia bien emiliasca, se llama Adagio y se encuentra en mi perfil. Va a estar muy cool, por si quieren pasar a leerla. Les dejo la sinopsis. Bueno, bai. lxs amo

Buenas vibras, IQueGeek.

»Donde Emilio es un bailarín de Ballet y Joaquín amante de la música.

Emilio ha bailado ballet desde que tiene memoria, estudia en una prestigiosa escuela de arte y añora poder llegar a ser un bailarín profesional algún día.

Para Joaquín la música lo es todo y siempre está acompañado de su fiel amigo el violín, sueña en grande y espera poder presentarse en los colosales teatros y escenarios del mundo.

Entre notas musicales y Grand Jetés descubriremos un amor en Adagio.

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