Hogwarts: Origins




HOGWARTS: ORIGINS


Prólogo.


A menudo hemos leído sobre el maravilloso Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, famoso en la comunidad mágica de Gran Bretaña y otros países aledaños, llegando a albergar magos y brujas de todas nacionalidades. Pero... Ustedes se preguntarán... ¿Quiénes son sus creadores? Muchas historias y leyendas se han ido contando a lo largo de largas décadas, pasando de boca en boca... pero... ¿Todo será cierto? Se puede hablar de que el colegio, es una arquitectura maravillosa, y su interior basto en secretos maravillosos.


Aunque hace mucho tiempo, hubo cuatro magos extraordinarios responsables de la educación mágica. Todos conocemos bien sus cuatro nombres y sus virtudes, ¿Se han puesto a pensar quiénes eran éstas personas?


Esa fue la cuestión de Bathilda Bagshot, esto llevó a la escritora a crear su magnífica obra literaria: La Historia de Hogwarts.


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Hacía mucho tiempo, los muggles comenzaban a salir de la época del desorden pero se habían hundido en otro periodo mucho más oscuro y complejo que sin duda duraría muchísimos años. Sin magia habían hecho maravillosas arquitecturas de aspecto gótico, muchos pensadores salieron a la luz, pero ante los ojos de quiénes se mantenían en ese paralelo universo de ignorancia comenzaron las persecuciones en masa.


Durante aquel periodo de cacería de brujas, muchos magos y brujas tuvieron que esconderse. Aunque muchos lograron huir de la Inquisición, muchos otros perecieron ante los juicios religiosos que los muggles tenían. Entre ellos hubo muchos nombres famosos que a lo largo de la historia trascendieron.


En aquellos oscuros tiempos, muchos magos decidieron irse a diferentes regiones de toda Europa, Asia y Medio Oriente. Dónde la cacería de brujas no llegaba, debido a que los muggles de aquellas zonas no practicaban la religión cristiana, tenían otras culturas y era mucho más sencillo para las personas mágicas mezclarse con los demás.


Él suspiró, mirar por última vez la Sabana le provocaba nostalgia, ahí ante sus dorados ojos podía admirar a los animales correr entre las praderas, en el ciclo de la vida.


— ¿Estás seguro de querer irte?—preguntó una mujer de voz suave, tomando el brazo del joven.


—Tengo que hacerlo, madre—sonrió con ternura a la mujer que estaba a su lado admirando el panorama salvaje.


—Sigo sin estar del todo de acuerdo, Godric—suspiró su madre con tristeza—Sabes que siempre te he apoyado en todo... pero tú mejor que nadie sabe cómo está la situación en Gran Bretaña. Los muggles, siguen cazándonos como animales.


—Lo sé madre—sonrió el muchacho, viendo a los ojos de aquella bella dama.


Era de una estatura mediana, de ropajes sencillos de acuerdo a la época. Un largo velo cubría parte de sus hebras castañas y su fino rostro miraba con preocupación a su único hijo.


—Es mi sueño, y el sueño de papá—comentó nuevamente el joven, tomó a su madre en brazos para infundirle todo el cariño que tenía para ella—Sé que esto es lo que debo hacer. Es mi destino.


—Cuídate mucho hijo mío—la mujer enredó los brazos en el torso de Godric, sus ojos se humedecieron temiendo que nunca más pudiera ver a su hijo, el niño que se había convertido en un hombre.


Godric, echó una última mirada a la sabana africana, el lugar qué fue su hogar durante muchísimos años. Recordó a las personas que compartieron con él su infancia entre animales y mucha diversión, sin mencionar la magia que usaba para hacer sus travesuras. Vio por última vez a su madre y tomando una pequeña pata de conejo disecada, desapareció ante los ojos llorosos de la señora Gryffindor.


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Hogsmade, 1202. Gran Bretaña.


Aquella sensación de mareo llegó a él, cuando sus pies tocaron la helada nieve del lugar, inmediatamente sintiendo el cambio de temperatura se abrazó así mismo por la reciente ráfaga de helado aire. Había sido brusco el cambio de temperatura a su cuerpo, ya que segundos estar en la calurosa África ahora se encontraba en la helada Europa.


Con una sonrisa aventurera, caminó entre las casas, viendo a las personas caminar con tranquilidad, vio entrar a varias personas en diferentes tiendas. Sus ropas eran peculiares y con los ánimos aventureros, el joven de castaña melena se aventuró a buscar dónde poder instalarse.


Había llegado al lugar sin equipaje, pues en sus pensamientos, no lo necesitaba. En los largos viajes que su padre había hecho, le había contado sobre ese lugar, un pueblo de brujas y magos totalmente oculto ante los ojos de cualquier muggle. Los magos de aquella zona habían vivido en paz durante mucho tiempo, sabiendo que nunca ninguna persona no mágica iba a encontrar el pueblo.


— ¡Bien!—exclamó contento, levantando un puño al aire e inflando su pecho ante la mirada curiosa de algunas brujas. El gran muchacho caminó entre el pueblo, viendo maravillado ese lugar, siempre se lo imaginó así de esplendoroso, pero no tan frío. Vio a lo lejos del pueblo en el andador, un anuncio en madera, donde dibujado perfectamente había un tarro con espuma en la cima.


Apresuró sus pasos para llegar al local, al entrar una campanilla sonó anunciando la llegada de un cliente nuevo. Las miradas de los magos en la mesa se posaron sobre el recién llegado, y amistosamente levantaron un poco sus tarros para regresar sus atenciones a lo que antes estaban haciendo.


Una joven bruja se acercó con gentileza al gran muchacho—Bienvenido al Cabeza de Puerco, ¿qué desea ordenar?


—Desconozco que bebidas o alimentos tengan aquí—sonrió ampliamente, llevando una de sus manos a la nuca para después reír nerviosamente, las mejillas de la chica se colorearon tenuemente al ver lo inhibido que era el chico—¿Qué me recomiendas tú?


—Bu...bueno, ¿Qué le parece una cerveza de mantequilla?


Los ojos de Godric se abrieron ampliamente con curiosidad, nunca antes había probado una cerveza de mantequilla, en África no había esas bebidas.


—Me parece bien.


La bruja lo guió hasta la barra dónde había lugar, ya que todo el pub estaba lleno ese día. Godric tomó asiento y miró al mago que atendía a otros, viendo con maravilla los movimientos ágiles que éste realizaba con su varita. ¡Tenía que conseguir una! Se dijo mentalmente y esperó pacientemente a que la bruja regresara con la cerveza.


Cuando dicha joven regresó, puso sobre la barra el tarro de cerveza. Tenía un aroma peculiar y dulzón que estimuló las papilas gustativas del joven.


—Gracias—comentó él y al llevar la bebida a sus labios, la encontró bastante agradable. Era de sabor dulce con ese toque de mantequilla, aunque era algo fuerte y la espuma se pegó a sus labios irremediablemente. Todo esto ante los atentos ojos del cantinero.


—No eres de por aquí chico—comentó el hombre, mientras levitaba varios vasos y tarros al fregadero dónde mágicamente se lavaban— ¿Qué te trae por aquí?


— ¡Vine en busca de aventuras!—comentó el chico, terminándose su bebida.


El cantinero sonrió por la efusividad del extranjero, inmediatamente con su varita rellenó el tarro de Godric—Estás en el lugar correcto. A unos cuantos metros de aquí se encuentra el Bosque Prohibido, aunque es un lugar peligroso. Puedo asegurarte que ahí encontraras todas las aventuras que estás buscando muchacho.


— ¿De verdad?—preguntó el castaño de manera emocionante— ¡Vine aquí, porque mi padre me comentó sobre el bosque!


— ¿Quién es tu padre?


—Aberforth Gryffindor.


— ¡Oh ya veo, sir Gryffindor!—sonrió nuevamente el hombre—Yo me llamo, Libelus Bathor un gusto, sir Gryffindor solía venir mucho aquí cuando venía de visita al pueblo. Siempre nos llevamos bien, no podía irse de Hogsmade sin pasar al Cabeza de Puerco a tomarse una cerveza de mantequilla.


—Son deliciosas.


—Y tú eres su hijo, vaya que eres el vivo retrato de tu padre. Bienvenido a Hogsmade.


—Gracias—continuó el chico bebiendo nuevamente de su tarro—Una pregunta Libelus, ¿sabes dónde pueda quedarme a pasar la noche?


El mago llevó uno de sus dedos a la altura de su barbilla para pensar durante un par de segundos.


—Deja llamo a Helga—comentó el camarero—Ella sabe bien dónde puedes quedarte.


Godric asintió y esperó pacientemente, el tumulto de gente seguía llegando. A pesar de que el Cabeza de Puerco era un lugar pequeño y desordenado, parecía ser muy popular ya que había muchísima gente, al fondo del pub pudo ver perfectamente como un hombre sonreía con malicia a otro, qué recibía en sus manos un enorme huevo de color purpura, para después sacar algunas monedas y entregarlas.


Había varios grupos de personas que no solo venían a tomar una buena bebida, sino qué a comerciar.


— ¡Helga!—se hizo oír Libelus, la joven muchacha desde las mesas estiró su cuello para prestar su atención al cantinero— ¡Querida, ven un momento!


Tras varias disculpas, la pequeña mujer llegó hasta la barra donde Libelus y Godric estaban.


— ¿Sucede algo, Libelus?


—Mira Helga, éste muchacho es Godric Gryffindor, hijo de sir Gryffindor. Me ha comentado que viene a quedarse al pueblo, ¿sabes dónde podría quedarse?


La joven mujer pensó unos momentos— ¡Claro! Al final del pueblo, cerca de Zonko hay un hotel para brujas y magos que recién ha abierto.


— ¡Perfecto!—comentó Godric, se levantó con efusividad de su mesa y pagó los dos tarros de cerveza. La rubia mujer levantó su ceja por el entusiasmo de aquel gran muchacho, cuando Godric llegó casi a la puerta se detuvo en seco aún bajo la mirada curiosa de Libelus y Helga. Regresó sobre sus pasos un poco apenado y miró a la fémina—Dices que te llamas Helga, ¿cierto?—preguntó un poco apenado— ¿Cómo llego al hotel?


Helga sonrió con elocuencia y miró a Libelus— ¿Me permites acompañarle? Prometo no tardar.


El cantinero asintió y tras despedirse del castaño, regresó a sus labores en el pub.


Godric le permitió el paso a Helga, al abrir la puerta del pub una nueva ráfaga de helado aire congeló al salvaje muchacho.


—Condenado frío—se quejó, llamando la atención de la delgada muchacha.


—Se nota rápidamente que no eres de aquí—sonrió Helga—Se nota porque llevas ropas bastante ligeras y en éstas épocas, el pueblo es muy frío. Deberías comprarte algo de ropa si piensas quedarte por aquí.


—Lo tomaré en cuenta, gracias.


Mientras caminaban, iban en silencio un poco incómodo. Helga no tenía manera de iniciar conversación con el castaño muchacho y él parecía ajeno pues iba mirando con entusiasmo todo el panorama. Cuando hubieron pasado la tienda de Zonko, llegaron al hotel.


Duendes dormidos. Era el nombre del hotel donde muchas personas entraban y salían, siempre pudiendo apreciar a las brujas y magos con grandes sombreros puntiagudos y largas túnicas.


—Bueno, yo me retiro—sonrió Helga amigablemente—Tengo que regresar a trabajar si no, Libelus se molestará.


—Muchas gracias, Helga—Godric extendió su mano para estrechar la de la mujer—No me presenté correctamente contigo en el pub, soy Godric Gryffindor.


—Mucho gusto Godric—la bruja tomó la mano del chico—Yo soy, Helga Hufflepuff.


Ninguno de los dos imaginó que tiempo después iban a encontrarse nuevamente.


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Pueblo Desconocido, Gran Bretaña, año desconocido.


La cacería de brujas estaba en su máximo esplendor, los muggles que eran sorprendidos y acusados por herejía siempre eran castigados por la parroquia de su comunidad, grandes y pequeños pueblos no eran la excepción.


Una noche de luna llena, dentro de los pantanos aledaños al pueblo un ritual mágico era llevado a cabo. Los ideales de aquel mago eran los de derrocar por fin a la inquisición católica que venía trayendo muchas desgracias a su alrededor. Entre sus artilugios mágicos se encontraba su varita, un juego de pociones que le ayudarían.


—Serás mi arma perfecta—recitó el mago misterioso, con un movimiento de varita hizo aparecer a las orillas del pantano un gran caldero de peltre. Donde vertió pociones de varios colores, algunas fluorescentes, otras de aromas fétidos y viendo entre el césped del pantano varias serpientes de diferentes tamaños. Unas más grandes que otras y de diferentes colores—Wingardium Leviosa—el manojo de serpientes fueron vertidos en la poción.


Mientras aquel mago encapuchado realizaba su hechizo, un par de ojos curiosos había llegado a aquel claro del pantano. Era un hombre de tez pálida y cabellos marrones, viendo con temor a aquella figura levitar cosas con un palito de madera.


— ¡Brujo!—gritó asustado— ¡Brujo!—la intención de aquel hombre era llamar a la multitud del pueblo. Si bien, no había sido su intensión perderse en el pantano aledaño al pueblo, pero tenía mucha hambre y había robado un mendrugo de pan duro.


Tras haber caído la noche, se había perdido en los terrenos pantanosos de aquel pueblecillo.


El mago misterioso, se vio descubierto en su faena. Sus serpenteantes ojos verdes se posaron sobre aquel hombrecillo mendigo. Una sonrisa ladina apareció en sus pálidos labios al ver el terror de aquel tonto muggle, con movimientos lentos fue acercándose a aquel hombrecillo.


Y él irremediablemente por el pánico que sintió al ver a aquella figura encapuchada retrocedió sobre sus pasos, jamás dándole la espalda, y sus ojos negros se iluminaron por un rayo verde que se estampó en su pecho dándole muerte inmediata.


El mago misterioso levitó el cuerpo de aquel hombrecillo, y tras destazarlo en varios pedazos lo vertió dentro del caldero. Éste cambio su contenido de color naranja a marrón y luego a un rojo vivo y brillante... ¡Estaba casi completo! Habló en una lengua rara y el caldero brillo humeante.


Unos minutos más y estaría todo listo...


Pero el grito de la gente enardecida llamó la atención del mago, aquel condenado mendigo había alertado a los malditos muggles del pueblo. No le dio tiempo de escapar porque fue apresado, su varita le fue arrebatada y trozada por la mitad. El contenido de su caldero fue vertido sobre el piso y los muggles del pueblo le apresaron con sogas resistentes. Aquel mago supo que era su fin, pero no teniendo remordimientos supo que su obra de arte estaba lista.


Con los muggles prendiendo fuego al mago en la plazuela del pueblo, la luz de la luna brindó vida a aquella rara creación de ese mago sin nombre. Quemado como muchos otros por el delito de brujería.


Aquel líquido rojo, empezó a darle forma humanoide. De la cual con la carne de aquel mendigo y la magia de por medio, dio nacimiento a un bebé de piel blanca y pálida, ojos verdes y serpentinos, y un cabello tan negro como la noche.


Se había creado un monstruo en el pantano Slytherin.


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Los árboles resplandecían en su magnificencia, sus copas se estremecían salvajemente de un lado a otro sin piedad; el olor de leña quemada era inevitable a millas de distancia. Pero claramente se podía percibir también la humedad que transmitía un lago a poca distancia del lugar en cuestión. El cielo se encontraba de un gris opaco inolvidable.


El murmullo del viento no era el único ruido que acompañaba la bella sinfonía del corazón del bosque, pues ya se hacía tras unas montañas que colindaban orilla bajo el rio; El chillar de un cerdo, el cual resonaba fuertemente acompañando las resbaladas pesuñas que corrían haciendo resonar la hojarasca de los árboles. El frio viento golpeaba violentamente las mejillas rosadas de quien parecía ser su persecutor del animal, tan indefenso y sin conciencia, pero de un instinto animal infalible.


¿Cuándo es realmente que un cerdo chilla?, nos podríamos poner a pensar y las respuestas serían millones. Pero claramente ésta sería una situación distinta, pues no es común que una mujer persiga con tan insistencia a un animal tan común y tan corriente como el cerdo.


Los pliegos del vestido de un color zafiro deslumbrante bailaban al compás del viento, mientras que la melena morena y despeinada de la persecutora flotaba violentamente entre las ramas de los pinos húmedos; Pisada tras pisada, una más fuerte que la anterior y que la anterior, se discutían el final del camino y el inicio de lo que parecía ser una muerte segura. Pues a los pies de la persecutora, rápidamente daba el inicio de un acantilado. Los latidos del corazón de la joven mujer resonaban por todo el bosque, pareciese que el corazón se le saldría de un momento a otro, enseguida la respiración comenzó a fallar y así fue cómo la mujer se derrumbó lentamente.


Aquella caída no sólo pareciera ser física, pues los sentimientos cayeron también. Cuerpo, alma y espíritu caían lentamente en una profunda tristeza que parecían ser la perdición total; Aquel rostro albo de mejillas rosadas, ya se hacía entre la hojarasca regada y húmeda por la tormenta pasada. Sin embargo, aún no derrotada por el cerdo, la mujer levantó la cara de entre la salvaje hierba, no sin antes quedar pasmada por aquel par de ojos amarillentos, húmedos y llenos de intriga, que lentamente se arrastraban directamente ante ella. Infinidad de animales ponzoñosos rondaban en el corazón del bosque, pero muy pocos eran tan majestuosos como aquél que se arrastraba sigiloso de entre las tinieblas.


Escocia, 1201.


De entre las penumbras, una silueta se acercaba raídamente, la voz era confusa y aún en una distancia muy cercana, el rostro que aquella que se acercaba no era del todo clara.


— ¡Mi niña, mi señora! ¡Despierte, despierte por piedad!—exclamó una mujer, al mismo tiempo de sacudir el hermoso cuerpo de una joven pelinegra y llena de agonía en su ser.


Al instante, la joven pelinegra despertó inquieta. Su rostro sudoroso revelaba el inquieto sueño de aquella damisela.


— ¡Por amor a Merlín!—gritó la durmiente. Abriendo aquellos ojos de un azul inquietante.


— ¡Niña mía, nuevamente ha tenido horribles pesadillas!—indicó la joven dama de compañía. Ésta no era más joven ni mayor que su ama, la tomó entre sus brazos con fuerza y comenzó a tranquilizarla.


— ¡Ya estoy bien Gadea, ya pasó!—respondió la doncella en cuestión.


Después del tierno abrazo, aquella hermosa mujer se levantó de su cama; tomó su cabello oscuro entre sus dedos revoloteando y lanzándolo hacía atrás. El rostro blanco aún mojado parecía confundido y lleno de inquietud; la tensión se podía respirar hasta por los poros en la habitación.


—Mi señora, creo que es hora de contarle todas esas pesadillas a su madre—explicó la mucama—No es normal tener ése tipo de sueños, aun cuando se es bruja de nacimiento.


—Lo sé Gadea. No puedo continuar con estos sueños tan inquietantes; lo más extraño de todo esto, es que los sueños no son pesadillas, son algo más que eso. Son tan inquietantes como un mal sueño pero tan reales como la vida misma.


—Lo ve mi señora. Por eso mismo es necesario que le cuente usted a su madre—continuó la mujer.


—Por piedad, que nadie del castillo se entere de éstos escandalosos sueños. No importa que tan bruja sea, nunca nadie me entenderá—explicó la joven— ¡Tienes que prometérmelo!


—De acuerdo mi niña, no le diré a nadie. Seré una tumba para usted mi señora Rowena.


—Confío en ti—indicó aquella doncella de ojos hermosos pero pesarosos.


Cuando se vive en la nobleza nunca es bueno ser demasiado sincero, pero tampoco es bueno guardar secretos. Aún más peligroso si se viene de un linaje de brujas y magos, y Rowena Ravenclaw lo sabía perfectamente. Pues ya hacía un año desde que aquel inquietante sueño la sobresaltaba noche tras noche. Siempre el mismo sueño en el que perseguía a una especie de cerdo.


La mañana siguiente no fue mejor. El sol comenzaba a salir de entre las altas montañas de La Cañada, sin embargo, cuando alcanzó una altura media, las hermosas nubes lo opacaron por completo, dándole permiso a unos simples y tenues rayos asomarse desde el cielo.


—Mi señora, debe levantarse—indicó la mucama.


—No te preocupes por despertarme, desde aquel sueño no he podido conciliarlo de nuevo—explicó Rowena.


La dama se dirigió al ventanal a un costado de la cama de la doncella, abriendo libremente las gruesas cortinas de finas telas. La humedad del exterior se expandió por entre los tabiques del modesto castillo, llenando los pulmones de Rowena de una frescura inevitable—Gadea, eres magnifica—comentó la joven.


—No diga eso mi señora. Le debo todo lo que soy; no todas las doncellas son tan inteligentes y compasivas como vuestra señora—explicó después de una reverencia marcada—Si no fuese por usted, no sabría leer, ni mucho menos escribir, usted tiene una facultad que nadie tiene mi señora.


Aquella simplemente sonrió.


— ¿Mi madre y mi padre ya han despertado?—preguntó la Ravenclaw.


—Por supuesto, ellos ya se hacen con sus deberes que conlleva la nobleza.


—Muy bien, trae mi ropa. Bajaremos al jardín real, dile a alguna otra sirvienta que les de aviso, los esperaremos allí—indicó con gran seguridad en su ser.


—Veo que mi señora se encuentra excitada por la llegada de su cumpleaños.


—Es correcto Gadea, sin embargo; no es por la fiesta que tanto piensas—suspiró—Se trata de una sorpresa que les tengo preparada a mis padres.


—Mi señora, me encuentro un poco confundida. Y no me gusta para nada esa mueca de maldad en sus labios—explicó mientras fruncía el ceño.


—No debes temer Gadea, por el contrario. Anda haz lo que te digo, pronto sabrás la sorpresa.


Más tarde, Rowena esperaba a sus padres con nerviosismo. Más se llenó de ellos cuando los vio cruzando el jardín real. Rowena se encontraba tan elegante como nunca, pero tan hermosa como siempre, sus cabellos ondulados y oscuros contrastaban perfectamente con todo el blando de su piel y hacía resaltar de una manera magistral aquel hermoso par de ojos color zafiro.


—Rowena, nos han dicho que quieres hablar con nosotros—indicó el padre de la joven—Aquí estamos, dinos de qué se trata...


—Bien. Los he citado en el jardín real, es porque el tema del que les hablaré es referente a mi cumpleaños—comentó nerviosa, mientras las manos le sudaban frío.


—Si es por tu fiesta Rowena, creo que no debes preocuparte. Año con año hacemos la mejor fiesta para ti mi niña—indicó su madre con dulzura.


—Se equivocan. No se trata de mi fiesta de cumpleaños es algo más profundo—la chica se inclinó ante sus padres y los ojos se rosaron ante tanto nervio, era casi imposible comentar aquella fantasía que tan destanteada traía la cabeza de la joven doncella—Bien, quiero vuestro consentimiento para partir a una expedición a los bosques aledaños. No iré sola, claro está, llevare a Gadea y si ustedes lo permiten a alguna otra sirvienta o sirviente.


— ¿Estás sugiriendo ser una bruja misionera, como cualquier otra bruja clandestina?—comentó el hombre arrabiatado.


—Madre, padre, no se trata de mí. Se trata de las brujas y magos de ésta nación. Así como yo tuve la bendición del conocimiento mágico creo que toda bruja tiene el mismo derecho y yo podría enseñarles algunas cosas.


— ¡Por favor, ni siquiera tienes una varita propia!—exclamó su padre, molesto.


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Valles de Gales, 1199.


La historia para ella era diferente, ella provenía de los extensos bosques de Gales. Dónde en una pequeña comunidad mágica se veía oculta de los muggles y su odiosa cacería de brujas. Diariamente llegaba a ellos, noticias deprimentes acerca de los juicios ruines y públicos que llevaban estos no mágicos en contra de personas inocentes, algunos magos descubiertos y pensadores que se oponían a su tan famosa religión cristiana.


Las humillaciones públicas eran tan normales, que la gente muchas veces prefería guardar silencio ante el terror qué aquellos verdugos infundían, pues un quejido, una opinión fuera de contexto conllevaba a muchos problemas que en varias ocasiones llevaban a la muerte.


—Sería muy sencillo si nosotros nos uniéramos con toda la comunidad mágica del mundo para acabar con esos muggles—comentó un joven pelirrojo, de estatura bajita y nariz terrosa—Nosotros somos más.


—En eso te equivocas Ludwig—habló una chica, joven, un poco regordeta del cabello igualmente rojo pero llegando al naranja—Los muggles son más. Fácilmente nos atraparían a todos, ten en cuenta que no habemos tantos magos en el mundo, hay nacidos de muggles pero ellos mismos temen por su vida.


El chico simplemente frunció los labios en forma de protesta y enojo. Se cruzó de brazos y en el sillón de mimbre se dejó caer.


—Estás loca, Helga—terminó el chico—Además... ¿Qué te hace pensar que yéndote de casa, se logrará un cambio?—preguntó el chiquillo—No seas tonta hermana.


—Sé que tengo que hacerlo. Me gustaría desarrollar mi magia, con magos qué sepan lo que es vivir—comentó la chica regordeta de forma apasionada—Tengo que hacerlo.


—Sigo pensando qué es mala idea. Además nuestros padres no lo permitirían... somos magos, pero humildes. No tenemos los recursos para comprar un traslador que te lleve a dónde quieres.


Helga sonrió ante la negatividad de su hermano menor, ella había descubierto sus habilidades y tras haber investigado mucho se encontró con algunos libros dónde explicaban como hacer un traslador sencillo, era útil, pero también inútil. Ya que éste artefacto solo te podría transportar una sola vez para luego desaparecer.


—Toma—habló la pelirroja—Dile a mis padres que los amo. Pero he tomado mi decisión y quiero que la respeten. Más adelante les diré en donde pueden encontrarme... pero por ahora, me voy querido hermano.


Ante la mirada curiosa de Ludwig, Helga sacó una pequeña copa de madera y al tocarla. La figura femenina había desaparecido en un segundo.


Cuando ella apareció en un poblado totalmente helado, se cubrió con sus mejores ropas. No tenía exactamente pensado a donde ir; lo primero que necesitaba eran unas cuantas monedas para poder comprar alimentos y siendo guiada por instinto llegó a un pub muy peculiar, dónde días más tarde se convirtió en la mesera del lugar. Ella, estaba satisfecha, pues no necesitaba mucho, estaba segura que alguien se acercaría para entablar conversación y así seguir aprendiendo sobre la magia.


Helga Hufflepuff, era una mujer sencilla, con ganas de vivir, de lo poco aprendía mucho y sus sueños de forjarse un camino propio estaban a punto de llevarla a tomar muchísimas aventuras.


Palabras de Zyan.


—He de decir, qué éste nuevo proyecto me tiene muy entusiasmada. El hecho de contar la vida e historia de Los Fundadores de Hogwarts, me tiene emocionada. Pues aunque podemos darnos una idea de quiénes eran, nunca nadie se había puesto a pensar cómo había sido la vida de cada uno de ellos antes de juntarse los cuatro para fundar un colegio como Hogwarts. Y bien, antes que nada yo quiero dejar algo muy en claro.


No permito que nadie, publiqué ésta historia fuera de éste sitio. Ya que junto a mi mejor amigo—Emmy Trochiliny—y yo estamos poniendo todo el esfuerzo y cariño por llevar a cabo ésta obra. Nos deslindamos y nos reservamos los derechos de autor al ser los creadores de ésta trama. Obviando qué los personajes del Universo de Harry Potter, pertenecen únicamente a J.K. Rowling.


Sin más por el momento, éstas son mis palabras, tomando como inspiración el extenso mundo mágico. 

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