CAPITULO 10: DONDE SE REVELAN PROS Y CONTRAS DE APARECER

(Título completo) CAPÍTULO 10: DONDE SE REVELAN PROS Y CONTRAS DE APARECER, MES TRAS MES, EN EL CUADRO DE HONOR

La Biblioteca de Nuestra Señora de la Agonía era un salón lleno de estantes viejos en donde había cuarenta o cincuenta libros capaces de vacunar a cualquiera contra la lectura. He aquí una muestra de los títulos adquiridos por las MORTIS para cultivar la mente de sus damitas:

Historia de la música popular entre los pueblos esquimales

Los peces comestibles en los Mares del Sur: tratado ictiológico

Ríos y lagos de Ucrania

Biografía de Hans J. Ortlemeyer, renombrando dentista.

Y por supuesto, varias novelas de aventuras y cuentos de hadas... en flamenco, italiano y finlandés. ¡No era culpa de las MORTIS que ninguna de las alumnas hubiera tomado la precaución de aprender alguno de esos idiomas!

Al entrar en la biblioteca, Andrea vio a una niña de su edad encorvada sobre el Manual del filatelista responsable. Era Laurita, la matada de su grupo. Le extrañó un poco verla ahí, pero se limitó a dirigir un "hola" hacia su rincón. Laurita no contestó.

En otro rincón se encontraba Valeria con las narices metidas dentro del mamotreto titulado Oda a la hemerografía: tres famosos archivónomosdel estado de Michoacán.

Andrea la vio y tragó saliva. Era importantísimo contarle lo que había visto en el laboratorio, pero antes...

—Vale, perdón por lo de hace rato— dijo—. No sé qué me pasó ni por qué comencé a portarme como una vil Maripaula. Tuviste razón en salir corriendo de ahí.

Valeria dejó la Oda a la hemerografía y se levantó para abrazar a su amiga.

—¡No te preocupes!—exclamó—. Creéme, no fue tu culpa. Averigüé un montón de cosas ¡Tenemos que hablar!

—De acuerdo— dijo Andrea mirando a Laurita.— Pero... ¿podemos platicar aquí?

—Lau no se entera de nada mientras estudia— contestó Valeria soltando la carcajada—. Ni te imaginas qué trabajo me costó lograr que me dirigiera la palabra.

—¿Y qué hace en la escuela a estas horas? Ella no está en A.S.C.O.

—Vive aquí‑ explicó Vale_—. Pensé que ya lo sabías.

—¡Pobre! ¿Por qué?

—Cuenta la leyenda que hace muchos años tenía papás y una casa, como todas las demás. Pero con tal de sacar puros dieces pidió permiso para hacer la tarea en la escuela, donde no hay tele ni otras distracciones. Empezó a quedarse una hora por las tardes, luego dos, luego tres y al fin toda la noche. Un buen día decidió que no tenía caso salir de aquí para regresar tan pronto a la mañana siguiente. Por supuesto, las MORTIS la dejaron. Ya nadie sabe qué ha sido de su familia y ella no se acuerda de cómo es el mundo allá afuera, pero las MORTIS la tratan bien y ella es bastante feliz. ¿Verdad, Lau?

La matada asintió sin alzar la vista de su manual.

—Bueno— dijo Andre encogiéndose de hombros— Si tú lo dices...

Entonces las amigas se instalaron en una de las mesas. A primera en hablar fue Andrea, quien narró con todo lujo de detalles el episodio de las Reptiles y su conversación con la Petri. Vale sintió sinceramente haberse perdido la clase de cocina: nada le gustaba más en el mundo que hornear galletitas. De hecho tuvo que aguantarse más de cuatro veces las ganas de interrumpir, pero al fin Andrea terminó de hablar y ella pudo contar su historia:

—Mientras las Reptiles y tú echaban pestes de Silvia, mi estómago comenzó a revolverse, malísima onda. Me di cuenta— no me preguntes cómo— de que las palabras me estaban dando náuseas, ¡de que esas palabras me hacían enfermar! Traté de concentrarme en otra cosa...

—¡Y por eso te pusiste a bordar figuras raras!—exclamó Andrea.

_¡Sí, por eso. Tenía muchas ganas de vomitar, pero no me atrevía a irme por miedo a que me empezaran a hablar de mí. De repente tú volteaste a hablarme y tus ojos eran idénticos a los de las Reptiles. ¡Eso ya fue demasiado! No puedo evitarlo: salí corriendo sin saber ni a dónde iba, "Me suena conocido", pensó Andrea.

—Creo que tenía cara de zombi cuando pasé frente al laboratorio de biología. El caso es que la Petri me vio en el pasillo, me hizo entrar y me dio un menjurje de agua con sal para que vomitara en el lavabo. Y chécate esto: mientras yo vomitaba, la Petri se puso a murmurar algo para sí misma, algo que seguramente y no debí haber oído. Dijo: "severa intolerancia a la carne humana".

—¡Órale! ¿Estás segura?

—Segurísima.

—¿Y eso qué significa?

—No tengo ni idea. El caso es que la Petri me dijo, igual que a ti, que no me juntara con Las Reptiles. Y también me mandó para acá. Pero antes me pidió un favor.

—Déjame adivinar: que no estorbaras y la dejaras hacer su trabajo— recitó Andrea, cruzándose de brazos.

—¡Pues no! Me pidió que vigilara el pasillo por si venía una MORTI...¡mientras ella iba al salón de maestros a robarse los paquetitos de crema para el café!

—¿Cómo dices?

—Lo que oyes. Le ofrecí ir yo, pero ella dijo que era "muy peligroso". Así que me puse a espiar desde la puerta del laboratorio, y la tipa se lanzó como bóldio al otro extremo del pasillo para saquear el salón de maestros. Es increíble la velocidad que agarra esa silla. En menos de lo que te cuento ya venía de regreso con todo el botín debajo del suéter.

—¡Vaya! ¿y qué fue lo que hizo la Petri cuando llegó al laboratorio?

—Se puso a sacar el contenido de los paquetes con una jeringa y a vaciarlo en unos matraces. Luego me corrió de ahí.

—¿Y te fuiste?

—No. Para ganar tiempo le pedí que me dejara ayudarla. Creo que no le hizo mucha gracia, pero de alguna forma me debía un favor... así que me puso a trabajar.

—¡Guau!— dijo Andrea, admiradísima.

—Ni tanto: fue bastante aburrido. Me ordenó que copiara en una hoja cuadriculada las etiquetas de unos frascos, dizque para llevarse esa información a su casa. Yo creo que sólo quería mantenerme ocupada.

—¿Y luego qué pasó?

—Acabé de copiar las etiquetas y me corrió del laboratorio.

Andrea estuvo a punto de ahorcar a Vale.

—¡Tú dijiste que habías descubierto muchas cosas!— casi gritó.

—No averigüé nada— comenzó Vale, sonriendo— hasta que descubrí que por error me había traído el cuaderno de la Petri. ¡Ella se quedó con mi libreta cuadriculada de matemáticas, idéntica a la suya!

Vale recogió el tomo I de Oda a la Hemerografía y lo abrió por la mitad. Ahí estaba muy bien disimulado entre las páginas amarillentas, el cuaderno de notas de la Petri. Andrea río triunfalmente antes de clavarse en él como un buitre sobre carroña, pero al llegar al segundo párrafo de la primera hoja tuvo que deja de reír.

No se entendía un pepino.

—Es un hecho— aseguró Andrea, muy seria—, que mientras más picuda es la maestra, menos capaz de expresarse en español. ¿Y cómo se atreve a tener esa letra? Si yo le entregara mis exámenes con esas patas de araña, ella me reprobaría sin pensarlo dos veces.

—Calma— repuso Vale—. Acuérdate de que llevo más de una hora tratando de entender sus apuntes. La parte buena está casi al final. Mira lo que dice esta hoja.

Andrea se asomó al cuaderno y leyó:

E. Scott— ¿Conformina sumisus?

C. Sumisus De procedencia desconocida. Graves alteraciones en mamíferos superiores, como se observó durante análisis prolongado de muestra significativa entre los sujetos cautivos: (EN EL LIBRO VIENE ESCRITO CON GRAFÍAS GRIEGAS PERO PARA MAYOR FACILIDAD LAS ESCRIBIRÉ CON LETRAS DEL ESPAÑOL)

Aletargamiento de las facultades psíquicas, dejamiento de la voluntad hasta producir estado hipnótico en víctima conocida en agresividad en el sujeto variaciones metabólicas alimentación.

—Sigo sin entender ni papa—, dijo todavía más frustrada que antes.

—Yo sólo lo de E. Scott—confesó Vale—, y ya es bastante ¿no? ¡Fíjate bien! Según esto, la Emulsión es idéntica a otra cosa que causa alteraciones. A mí me parece sospechoso.

—Puede ser— gruñó Andrea— maldiciendo para sus adentros a la Petri, a Darwin, a Nobel y a cuanto genio de la ciencia le pasó por la cabeza en ese momento—. Pero el resto está en griego. ¿Quién rayos sabe leer griego hoy en día?

En eso se escuchó un ruidito proveniente del rincón.

Era Laurita.

Había levantado la mano y estaba mirando a Andrea ansiosamente para que le concediera la palabra.

—Lau— comenzó Valeria con suavidad—, no tienes que alzar la mano para hablarnos a nosotras ¿Tú sabes leer griego?

—¡Sí!— exclamó la matada, radiante de felicidad. Con ese entusiasta "sí" quedó clarísimo que había soñado durante años con este día. Seguro había imaginado más de una vez los escenarios en los cuales alguien, al fin, habría de preguntarle si sabía leer griego.

—Entonces— dijo Andrea, imitando el tono apacible de Vale—, ¿podrías traducirnos lo que dice aquí, por favor?

Laurita tomó la libreta y la estudió durante un rato antes de comenzar a hablar:

—Conformina sumisus... de procedencia desconocida... graves alteraciones en mamíferos superiores como se observó durante análisis prolongado de muestra significativa en los sujetos cautivos... produce aletargamiento de las facultades psíquicas... decaimiento de la voluntad hasta producir estado hipnótico en víctima. Conocida en la antigua Bab... sí, en la antigua Babilonia como "la droga del esclavo"... su abuso produce ataques de agresividad en el sujeto e incluso variaciones metabólicas relacionadas con la temperatura corporal y la alimentación.

—¿Quién más?— preguntó Vale.

—La tinta está borrosa— dijo Laurita—- Algp acerca de unos vertebrados tetrápodos de temperatura interna variable.

—¿De unos qué?

—Reptiles— aclaró la matada, hinchándose de orgullo—. Aquí se habla de reptiles.

—¡Lo sabíamos!— exclamaron Andrea y Valeria. Pero evidentemente Laurita no les creyó, porque ofreció explicarles el texto. Y todavía más evidentemente, las otras dos aceptaron su ofrecimiento.

—El cuaderno dice que la Emulsión de Scott es idéntica a una sustancia llamada Conformina sumisus, conocida en Babilonia como "la droga del esclavo" por los efectos que causa. Quienes toman esa cosa van perdiendo su propia voluntad hasta volverse lentos y obedientes, como si estuvieran hipnotizados. En dosis muy altas vuelve agresivos a los mamíferos y puede cambiar su metabolismo hasta hacerlo parecido al de los reptiles. Ya saben, de sangre fría y más.

Andrea y Vale se pusieron a brincar de gusto.

¡Al fin una prueba convincente de que la escuela era una amenaza para las niñas!

—Mil gracias, Lau— le dijo Andrea—. ¿Te das cuenta de lo que acabas de revelarnos?

—No— dijo Laurita retrocediendo un poco.

—¿Cómo de que no? ¡Tú misma nos lo dijiste: en la Emulsión de Scott hay una sustancia capaz de volvernos obedientes y dóciles! Las MORTIS nos dan aceite de hígado de bacalao a cada rato. ¿No encuentras ninguna conexión entre ambos datos?

—No— repitió Laurita, aterrada ante la vehemncia de Andrea.

—¿Por qué no puedes sacar tus propias conclusiones ante esa información?—preguntó Andrea, boquiabierta—. ¡No hay que ser Sherlock Holmes para..!

—Porque "mis propias conclusiones" no vienen en los exámenes—interrumpió Laurita, como disculpándose— Y no sirven para sacar la banda de excelencia ni para encabezar el cuadro de honor. Ahora, con su permiso, voy a volver a mis estudios. Todavía tengo que memorizar la genealogía de los emperadores etruscos y las coordenadas de todas la provincias del Serengeti. Si van a seguir platicando háganlo en voz baja, ¿sí?

Valeria le hizo a Andrea una seña que significaba "déjala en paz" y las dos se alejaron de Laurita. No era posible alejarse mucho dentro de esas cuatro paredes, pero en fin... el chiste era no volver a interferir con la Procesadora humana de datos inútiles.

—Yo sabía que la Petri estaba estudiando la Emulsión de Scott— susurró Andrea—. La vi en el laboratorio. Lo que no entiendo es eso de la crema.

—Vamos a reconstruir los acontecimientos—sugirió Vale, feliz de usar la importante frase "vamos a reconstruir los acontecimientos"—. La Petri se robó la crema a las cuatro de la tarde.

—Y la puso en unos matraces...

—Exacto. Después, tú viste a la doctora estudiando la Emulsión de Scott en el laboratorio.

—¡Y salía de unos matraces!—exclamó Andrea—. Por lo tanto...

—¡La crema del salón de maestros es Emulsión de Scott!—gritaron las dos.

Pero enseguida Andrea frunció el ceño y dijo: —No, espera, eso no suena bien. Recuerda lo que dice el cuaderno. La Conformina o como se-llame tiene "olor, sabor y consistencia idéntica al aceite de hígado de bacalao".

—Es verdad. Se me hace que la Petri estaba estudiando Emulsión de Scott, ¡sino la Conformina sumimsus que las MORTIS reparten a maestros y a alumnas por igual!

—¡Vale, eres un genio!—exclamó Andrea—. El "aceite" de las MORTIS no tiene nada que ver con los pobres bacalaos ni con ese tal Scott, que ha cargado con culpas ajenas durante demasiado tiempo. Es otra cosa. A nosotras nos lo dan disfrazado de medicina porque no nos podemos defender, pero el caso de los maestros es distinto. ¡Tienen que sustituir la crema de los paquetitos por Conformia sumisus!

—Y disuelta en el café barato que deben comprarles a los pobres, ni quien se dé cuenta.

—Eso explica varias cosas—dijo Andrea pensando en Eugévides y en Cheloca.

—Pero no todas—replicó Vale—. Por ejemplo:¿cómo te explicas que la Petri no haya hecho nada por nosotras? ¡Ella sabe que las MORTIS están dándonos Conformina!

—Espérate tantito— replicó Andrea, dispuesta a defender a su ídolo—. Te dije que ha ganado quién sabe cuántos premios, ¿no? Debería estar dando conferencias por todo el mundo, no clases a Reptiles y a Bultos. Tal vez esté aquí para ayudarnos.

—Vaya ayuda aconsejarte que "la secundaria tiene fin". ¡Ya podría haber denunciado a las MORTIS hace mucho tiempo!

Andrea se quedó callada. Eso era verdad.

—Además— continuó Vale, si ella estuviera de nuestro lado, las MORTIS ya la habrían corrido. ¿No te parece raro que siga aquí tan campante?

Ciertamente, la Petri encajaba en Nuestra Señora de la Agonía como piedra en un zapato. Ahí había otro misterio por resolver. ¿Pero quién podía darles la respuesta?

Andrea y Vale tuvieron la misma idea al mismo tiempo. Esta vez le tocó a Vale decir, como si estuviera pensando en voz alta pero asegurándose muy bien de que sus palabras llegaran hasta el rincón de Laurita:

—¿Quién sabrá por qué las MORTIS no han corrido a la Petri?

Como era de esperarse, la matada alzó la mano.

—¡Qué inteligente eres, Lau!—exclamó Andrea, sin avergonzarse en lo más mínimo por usar una táctica de reptil—. Por favor, ilumínanos con tu sabiduría.

—Las señoritas Marrones no han corrido a la doctora Petri— respondió Laurita, recalcando con fuerza los nombres no ofensivos que había elegido para contestar— porque la doctora Petri perdió las dos piernas en la piscina de nuestra amada institución. Ahora las señoritas Marrones están atadas legal y moralmente a prescindir los servicios de...

—Espérate, espérate—interrumpe Andrea—. ¿Cómo dices que perdió las piernas?

—Buceando en la piscina de Nuestra Señora de la Agonía.

—¿Y la leyenda de los arrecifes australianos?— preguntó Vale boquiabierta.

—Tú lo has dicho: es una leyenda.

—¿Pues qué hay en el fondo de la alberca?— preguntó Andrea temblando.

—Ahí vive Ulpidio, la mascota de las señoritas Marrones.

—¿Pero qué es Ulpidio? ¿Y por qué lo tienen ahí?

—Eso es lo que la doctora Petri quería averiguar cuando sufrió el accidente.

—¿Y tú no lo sabes?—gritó Andrea—. ¿Nunca se te ha ocurrido investigarlo, o al menos advertirles a las demás que hay una bestia carnívora debajo de la alberca?

Laurita se puso colorada y comenzó a hacer pucheros.

—Yo no he visto a Ulpidio, pero él no hace daño a nadie— sollozó—. La doctora se acercó demasiado creo...

Vale corrió hasta ella para tranquilizarla— no sin antes haberle lanzado a Andrea un sarcástico gesto de "bien hecho".

—Ya, ya , Lariux, tranquila— susurró Valeria—. No tienes por qué saber nada de Ulpidio: eso no venía en la guía de estudios. De todas formas tienes diez ¿ok?

Andrea tuvo ganas de darle tres cachetadas a Laurita para obligarla a escupir toda la información que había acumulado acerca de la escuela, pero nada más de verle la cara comprendió que era inútil. A la infeliz le habían extirpado la curiosidad. Lo poco que sabía se había adherido a su memoria a lo largo de los años pescando pláticas de pasillo, pero era capaz de encontrarse frente al monstruo sin pensar más que "hmm, tiene x número de escamas, un peso específico de z y 4 dioptrías en el ojo izquierdo..."

La Petri en cambio, merecía ser colgada por los pulgares. El hecho de que supiera tanto y no hubiera dicho nada la volvía en cierto sentido peor que las MORTIS, peor que las maestras descerebradas y casi peor que las Reptiles.

Por eso, a pesar de que la tarde había resultado muy provechosa para la Resistencia, Andrea salió de la biblioteca con el corazón hecho pinole.

A las siete y media en punto, el señor Girón y la señora Núñez pasaron a recoger a las niñas. Miss Norma acompañó a Andrea y a Valeria hasta la puerta. Antes de abrirla, les dijo:

—No quiero verlas el siguiente lunes por aquí. No son dignas de A.S.C.O.

Las dos indignas le dieron toda la razón y salieron de la escuela con más ímpetu que un corcho de champaña.

Así fue como terminó el "lunes" más largo en la vida de Andrea Girón.

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