El comienzo



-¡No te mueras por favor, oh Dios no te mueras! Cierra los ojos, corren sus lágrimas. Nada puede hacer. El cielo dignifica a través de las pálidas nubes. La noche es un ave herida, los corazones palpitan una vez más. Nadie recordará más que sus palabras. Un beso o un abrazo es todo lo que puedes ofrecer. Los tiempos de reír, de llorar, de amar, de odiar, de vender, de comprar, esos tiempos sencillamente han pasado. Hoy es Edom, la tierra prometida, la nueva Era. Pero antes...


                                                 Notas de Oscar Condarco


La profesora de geografía lo había anunciado. Esa mañana la clase estuvo de lo más insoportable cuando nos comentó acerca de ese primer bólido que cayó en Siberia y aunque pudo saberse en cuestión de horas a nadie le importó excepto a la profesora. Nos dijo: -chicos atiendan por favor, esto que pasó hace dos días ha recibido una alerta naranja, hay que estar atentos. Alguien desde el fondo le disparó un elastiquín y el barullo continuó. Yo estaba apoyado en la ventana y la escuché. Me interesaba conversar con la profesora aunque a ella no le hacía mucha gracia porque pensaría que lo hacía para burlarme después con mis compañeros. Lo cierto es que de los cuarenta alumnos del quinto año tres eran los que respondían al estudio, los demás solo iban a molestar. A mí me interesaba terminar el secundario, pero no quería pasarme de listo y terminaba por bromear con el resto. Esa vez tuvo razón. Porque en un momento que se me dio por distraerme con la estela dibujada de un avión en el cielo, vi los destellos blanquecinos y el trazo de un humo gris con lo que reventaron los vidrios y hubo un ruido ensordecedor. Automáticamente me tiré al piso y vi a mis compañeros hacer lo mismo aunque uno de ellos no alcanzó a protegerse. El vidrio le había tocado el cuello. Por tres veces sentí que el mundo se desplomaba, y las explosiones precediendo los temblores. Me cubrí los oídos y mis pensamientos estaban confusos. No se me pasó otra cosa más que una guerra nuclear. Pasaron tres minutos hasta que la profesora corrió en auxilio de mi compañero malherido. Sangraba horriblemente. - ¡ay, rápido, rápido! Gritaba la profesora levantando al muchacho y ayudado por otro de mis compañeros lo sacaron del aula. Cuando vi que los demás se iban levantando lo hice. Tenía vidrio metido en mi pelo motoso y algunos me habían cortado las orejas. Miré el cielo y ya no era el mismo que contemplé momentos antes. Tenía un color rojizo sucio y se había levantado como una neblina a dos metros de la superficie. Me dieron náuseas. Me temblaba el cuerpo y estaba aterrorizado. A medida que fui recobrando la audición, escuché más gritos y más personas llorando. Los directivos entraron en pánico porque sacaban y metían chicos o no sé qué pretendían. Los nervios traicionaron a más de uno. Yo agarré mi mochila y salí. Mi mejor amigo Octavio me acompañó. –eh, ¿qué fue? Me preguntó. –ni idea, yo vi unas luces en el cielo y de ahí lo que pasó. Dije caminando apresurado. Necesitaba respirar al aire libre y ver de qué se trataba esa neblina. La escuela Doctor. Diego de Salinas tiene un patio interino. Allí salimos todos pero todavía los porteros no abrían la puerta principal. En los alrededores, los autos se habían detenido y la gente como nosotros hablaban asustados. Lo que me llamó la atención fue ese humo esparciéndose por todas partes. – che, ¿qué es ese humo? Le pregunté a Octavio. – no sé pero (aspiró fuerte) hay un olor como alquitrán. Yo lo imité. Sí, había olor alquitrán. Vimos a varios chicos de otros cursos siendo asistidos por las profesoras. La mayoría tenía profundos cortes como mi compañero que se salvó de no ser degollado. Un pedazo enorme de vidrio le quitaron del cuello. Otros estaban en estado de shock, muchos lloraban. Yo a duras penas podía contener los ojos lagrimosos, ahora pensé que había zafado de una grande. Octavio se trató de comunicar con su madre. –nada de señal. Dijo. Intenté con mi teléfono y directamente no daba tono. Así le ocurrió a todo el mundo. Incomunicados parecíamos propensos a la locura. Ni el wasap funcionaba. La supervisora habló entre el murmullo y los llorisqueo de los alumnos. En cuanto se pudiera llamarían a la ambulancia. La neblina se expandió como dije a dos metros del suelo ocultando la luz del sol. Se había nublado sorpresivamente y sentí una profunda angustia y terror.


                                                                              I


                                                 La masiva lluvia de meteoritos


Recorte del diario "El Zonda" página tres acompañado de imágenes plausibles: "Miércoles 15 de febrero del 2020, el meteorito cayó en las estepas siberianas, a una velocidad de 64.800 km por hora, con una masa estimada de diez mil toneladas, dicho impacto provocó diversos daños materiales y más de mil heridos, se prevé que en estos días habrá un "encuentro" total contra fragmentos rocosos del espacio, se recomienda tomar las debidas precauciones ya que no se determina con exactitud el tamaño de los fragmentos y los puntos de colisión"


Mi nombre es Oscar Condarco. Guardo este trozo de papel ya casi amarillento en una carpeta. Mi idea es recopilar los pormenores en caso que no retornemos al internet. Un tipo de aspecto fiero me grita: - ¡eh! traé ese trozo de papel para acá, ¡necesitamos fuego! Está del otro lado del rio. Me arriesgo y le respondo a los gritos: - ¡con este humo se te ocurre hacer fuego! Me da la sensación que hay personas que no entienden lo que está ocurriendo. .-me da lo mismo estúpido, ¡yo voy a prender fuego con humo o sin humo...! Me dice insultándome por lo bajo. Luego el muy imbécil me lanza una piedra negra que esquivo apenas. Suerte que está del otro lado. Agarro la piedra, tiene un aspecto poroso. El rastro de la lluvia de meteoritos. Hay miles de ellas. El tipo desaparece y yo arrojo la piedra. No me interesa llevar demasiado peso. Suficiente tengo con el oxígeno y mis nunchakus. Continúo el camino hacia el suroeste, de acuerdo a las recomendaciones de mi hermano Leonardo.


¡Ah, sí Leo estuviera conmigo, no me sentiría tan indefenso y solo! Pienso en mi mejor amigo también. ¡Octavio! Espero que su padre haya tomado el camino correcto. Sentir una tristeza profunda al recordar, tengo la misma sensación que aquel 17 de febrero, el día que cambió el mundo. Las pocas palabras que salen de mi boca me dejan sin aliento. Tal vez sea necesario vagar solo.


Me apresuro antes que se ponga el sol o una idea de que conserva su majestuosidad sobre mi cabeza, alejándome del rio, porque me aseguro de no encontrarme con gente indeseable .El mundo y las personas han cambiado.


                                                                  Capítulo II


                                      El hundimiento de un buque petrolero


Un video que muchos pasaron por alto que descargué a mi smartphone, en escasos minutos, cuando logro reconectarlo a una vieja batería de sílice:


"El derrame se extiende a más de ocho mil kilómetros cuadrados desde la zona de perforación, se estima que unos 500.000 mil millones de litros de crudo han sido desparramados sobre el Pacifico Sur, intensa actividad por parte de grupos medioambientalistas y bioceánicos que intenta controlar el pozo afectado, detener el vertido, socorrer y limpiar la zona. La compañía acusa de un acto de sabotaje... " Al parecer la batería se descarga y tengo que quedarme sin recuerdos. Intento revivir mentalmente aquella noticia o prefiero sumirme en otras penalidades. Realmente extraño el mundo aunque sea una porquería. Mientras buscaba dónde pasar la noche, curiosamente encontré envueltos en una funda de almohada, varios teléfonos celulares con sus cargadores y una batería portátil. Alguien debió sustraerlas en el pasado escondiendo el motín en estos arbustos, es lo que se me ocurre. Solo me interesa la batería que es la que me llevo. Me detuve un instante y contemplé estos alrededores. Las plantas marchitas, los arboles resecos y una densa bruma de fulgores extraños opacan el día. Veo en mi reloj: las seis de la tarde. Estoy haciendo una observación del tiempo y el efecto. Comienzo a sentir que me falta el aire. Me quito rápidamente la mochila y saco un cilindro de oxigeno de cinco pulgadas aproximadamente. Me coloco la mascarilla y abro la válvula comenzando a respirar. Camino despacio hacia otra cadena montañosa, cargando el cilindro a mis espaldas y arrastrando la mochila. La noche me alcanza y solo encuentro un sauce a medio caerse, como único refugio. Solo duermo tres a cinco horas diarias, me despierta cualquier ruido o hasta el mismo silencio. En estos parajes me cuido de los pumas que han bajado de las montañas a causa del ozono y del hambre. Me quito el oxígeno cuando el barómetro asciende y puedo disponer del resto de la noche para respirar sin él. Otra cosa que me preocupa son mis provisiones y el agua. Aunque apenas si como un poco de picadillo de carne. La oscuridad es intensa y me asusta por más que vengo hace tres días errando por donde me dijo mi hermano. La bruma se condensa en una forma rara de torbellino.


                                                              Capítulo III


                                                El experimento nuclear


Me levanto cuando amanece o cuando el reloj hace el leve tintineo de las seis. Despabilarme ya me cuesta menos. Me levanto y continúo. Es un terreno pedregoso y rodeado de cerros. Escucho unos silbidos y cierto murmullo. Me distraen y me pongo en guardia. Solo llevo conmigo los nunchakus. Aprenderlos a usar me llevó dos años y un diente partido. Según la situación me han de servir o no. Los llevo colgando de la cintura como si se tratara de armas de fuego. Camino entre esa neblina que desde el 17 nunca desapareció. El fenómeno de los meteoritos y sus gases nocivos. Como a las cuatro horas de una marcha lenta y sin la necesidad del oxígeno, veo un grupo de casas construidas con adobe y caña. Son antiquísimas y están abandonadas. Entro en una de ellas, pero no encuentro alimentos, ni agua. Me causa sorpresa encontrar un billete de doscientos pesos alguien debió perderlos de casualidad. También hay una tarjeta de crédito. ¿Me servirá a futuro? no lo sé pero me los guardo igual. Los que estuvieron aquí no hace mucho que se han ido. Hay huellas de autos de varios días. Soy de curiosear por naturaleza y me dedico a registrar casa por casa, son unas seis en total. En una encuentro una cama con colchón y todo. Comienzo a saltar sobre ella hasta que veo un preservativo. Me dio repugnancia y me fui de allí. Pensándolo bien me gustaría estar acompañado de Antonella. Sigo buscando y encuentro felizmente un surtidor. Nada de agua. Me dejo caer sobre un tronco y trato de disimular mi pena, trato de negarme a mí mismo esto que estoy viviendo. Las casas no tienen más que algunas vinchucas y arañas. Los insectos le sobreviven a las catástrofes. Mi única salvación es el cilindro de oxígeno. Estoy por largarme de ahí, cuando veo un diario, casualmente leo: "...tras el ensayo, la O.N.U sancionó severamente a Irán y a Core del Norte por exceder la cantidad de kilotones emitidos en la troposfera, el porcentaje es demasiado para los gases ionizantes situados allí mismo, provocando una alteración en las partículas con el riesgo de que aumente la densidad del ozono a menor altitud" Ensayos tras ensayos y esto generó que el aire sea irrespirable. En la escuela se hablaba de las pruebas nucleares como una proeza del ser humano. Lamentablemente yo anduve molestando con mis compañeros y nunca expuse mi punto de vista. Es que cuando los profesores creen que uno les toma el pelo o no sabe nada, nos olvidamos que tenemos opinión propia y una forma de pensar. Ahora que tengo tiempo repaso mentalmente las charlas de algunos profesores, pero es imposible retener algo que me sirva ahora, en esta situación. En fin, yo tampoco era buen estudiante. Corto ese pedazo de hoja del diario y lo guardo en la carpeta. Salgo por un camino donde están marcadas las huellas de los neumáticos, cuando veo a un grupo de muchachos en bicicletas, gritando y comportándose muy agresivamente. -¡suerte la mía! Digo. Me quedo escondido detrás de una pared de adobes. Sujeto los nunchakus por si acaso pero observo que aquellos insolentes pasan de largo pedaleando hacia el oeste. Ya lo había visto antes. Por determinadas reacciones moleculares, el efecto atmosférico resulta ser muy dañino contra los cerebros menos preparados, haciéndolos más vulnerable a la acciones agresivas, negativas. Pocos humanos apenas si logramos contener una conducta moderada, el resto vive y muere salvajemente no porque se llegase a situaciones extremas, sino por efectos nocivos del aire, el único que se puede respirar. Una vez que pasaron aquellos pillos, salgo detrás de esa pared y regreso al camino el único directo por ahora. Mi hermano me dijo que no lo frecuentan, aunque la presencia de estos rebeldes me hace dudar. Ya es pasado el mediodía. Me asustan las personas y no sé si estoy perdiendo la cordura o todo esto es demasiado insólito y surrealista....

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