Capítulo 2

A Bakugou le sorprendió en un primer momento lo baratos que estaban los tintes cuando le tuvo que pagar cuentas a Ashido, pero la razón principal era porque ella conocía un sitio donde los descuentos eran de otro mundo, según sus palabras.


Decide que quiere pintarlo con un color que de verdad él escogería, pero que también usaría para molestar a la persona tras todo ese embrollo. Va por el azul, que es un color completamente opuesto al rojo. Y esa es la idea, que su dichosa y alma gemela capte el mensaje. Espera que, aunque sea solo un poco, logre molestarlo. O molestarla. Aún no lo tiene del todo claro.


—Quien diría que tú le darías esta clase de importancia —comenta Jirou ese martes por la tarde, mientras ayuda a Ashido a pintar el cabello de Katsuki.


—Es una venganza, enana —le contesta Bakugou—. No sabe con quién se ha metido.


—Pobre alma en desgracia... —dice Sero viendo a las chicas trabajar y preparando bocadillos de apio y salsa de tomate en la cocina.


Ashido se ríe, mientras parece jugar con el cabello de Katsuki.


—Yo digo que es algo divertido —opina ella—. Imagina si en unos años hablan de esto, deberás reírse por horas.


Bakugou se queda callada un momento, mirando un punto fijo en la sala.


—...No sé si quisiera conocer a esa persona.


—¿No? —pregunta Ashido, mientras Jirou pasa la brocha de pintura por la cabeza de su amigo, en silencio.


—Nuestro Bakugou ha aceptado que puede ser muy irritante, irritable, las dos cosas —dice Sero sin mirarlos—. Tarde, pero se ha dado cuenta.


—Pues esa persona se tendría que acostumbrar —Katsuki suelta—. Pero no es que me interese entablar una relación de esta manera.


—¿De la manera que incluye pintarte el cabello cada dos días?


—Me sorprende más que pienses en como entablar una relación con cualquier persona —comenta Kyouka, a modo de broma.


—Cierra la boca —le espeta Bakugou—. Solo... no sé. Solo quiero hacer esto y ya.


Sin embargo, Katsuki sabe que las palabras que dice no revelan tanto como todo lo que piensa, y sus amigos lo saben. No sabe si contárselo a Ashido ahora, de esta forma, porque se siente patético al estar sentado en el banquillo y las otras dos chicas pintando su cabello. No quiere decir que durante toda su vida pensó que era un chico normal y corriente, al menos en el aspecto mágico que invade el mundo día a día. Porque a sí mismo se considera alguien talentoso y capaz de cualquier cosa, que está feliz con su trabajo y su forma tranquila de vivir. Si el mundo fuera más emocionante, hubiera escogido ser un héroe, pero la vida es como es y ha tenido que arreglárselas, y no le ha ido mal. Pero ahora que sabe que tiene algo en su vida que sobrepasa todo el sentido y la lógica de la humanidad, siente que sería un desperdicio no vivir el momento.


Nunca diría en voz alta el cómo le sorprende que su cabello cambie de color de la noche a la mañana. Nunca diría que le fascina la idea de tener una conexión mágica con alguien.


Al día siguiente en el trabajo lo miran con sorpresa cuando se presenta con el cabello azul, pero para él tanto da, mientras piensa en que cara pondrá la otra persona.


Tampoco diría en voz alta que se ha preguntado seriamente si es un chico o una chica. No es como si a él le importara el género, pero de verdad le gustaría saber.


Definitivamente no les contaría a sus amigos tampoco que ese día no pudo dormir inmediatamente tras despedirse de ellos, pensando en si su plan había funcionado o no, en si la otra persona le había seguido el juego o no. Termina durmiendo pensando en ello, de forma inevitable.


Pero se despierta hecho una furia, porque le han seguido el juego de una forma tan miserable que solo quiere gritar.


—¡ES ROSA! ¡ROSA! ¡VOY A MATARLA!


—Quizás es un chico que solo quiere despistarte.


—¡VOY A MATARLO! ¡SERO CON UN DEMONIO DEJA DE TOMAR FOTOS!


—¡OBLIGAME!


Termina persiguiendo a Sero por todo el departamento, mientras él y Jirou se ríen como si no hubiera un mañana. Ashido casi llora de risa cuando lo ve esa tarde.


—¡Hey, estamos combinando!


Bakugou solo puso la cara de enfado de siempre, y se dejó hacer. Está vez todo morado, para estar a juego con el cabello extrañamente violáceo de Jirou.


Y los siguientes catorce días, pasaron igual.


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—Te diría que esto está yendo muy lejos, de no ser porque no creo eso —es lo que dice Sero dos semanas más tarde, antes de comenzar a reír, abrazándose el estómago en el sofá de la sala.


Bakugou solo lo mira, esperando que se caiga del sillón y se desfigure la cara y Ashido no quiera salir con él. Actualmente, su cabello no tiene un color definido, desde un jodido verde militar que abarca la mayoría de su cabeza, hasta puntas de color celeste. También hay manchas azules y negras por allí y allá. Cada vez que Ashido lo ayuda a teñirse, parecía sentir lastima por su cabello, y quizás por algo más también. Jirou pensó a los pocos días que se iba a quedar calvo, pero ambas chicas se sorprendieron bastante cuando se fijaron en que el cabello de Katsuki no se secaba o se horquillaba, y se mantenía con la textura de siempre. No entendían cómo lo único que cambiaba era el color.


­El amasijo de colores que era su cabeza en ese momento fue culpa de su... persona. No podría pensar en las otras dos palabras sin que le revolviera el estómago. Bakugou despertó y se vio al espejo y simplemente pensó que teñirlo de un color diferente no bastaba para saciar su sed de matanza. Se le ocurrió la idea de su podría escribir algo en su nuca, con un tinte que sobresaltara, como rosado, o un color fosforescente, estaba abierto a opciones.


—Pareciera que te divirtieras —comenta Jirou desde la cocina.


—No es nada como eso —le responde Katsuki buscando referencias (si es que las había) de lo que pretendía—. Oye, Sero, ¿Puedes llamar a Ashido y decirle que-?


—Oh, sobre eso —le corta Hanta antes de que pueda acabar de hablar—. Dijo que hoy le había surgido algo y que no iba a poder venir.


—Ah, ¿de verdad? —pregunta Katsuki hastiado—. Ese pedazo de basura pensará que me rendí y no tengo nada mejor con que responder.


—Es increíble la facilidad con la que puedes insultar a gente que ni siquiera conoces —opina Sero, arqueando una ceja.


—Es que a Katsuki le molesta de sobremanera la idea de perder —agrega Jirou, como si Katsuki no supiera que es obvio.


—Sí, como sea... ¿ella te ha dicho dónde compra los tintes?


—Hmm, ¿creo que en Shibuya en un sitio llamado "The Joker"? —responde Sero en forma de pregunta, pensativo—. Solo mencionó eso, aunque no se lo pregunté bien.


—Espera, ¿No es el mismo distrito donde queda tu trabajo?


Bakugou se limita a bufar como respuesta.


—Sí, al menos puedo desechar la idea de ir a comprar esa cosa yo mismo...


Dice eso, y entonces su teléfono suena, avisándole que le acaba de llegar un mensaje. Lee la pantalla, y entonces su expresión se oscurece y casi parece a punto de gruñir. Sero, frente a él, no puede evitar reír.


—Siento que pasó algo malo, ¿es correcto?


Katsuki cierra su laptop con fuerza, al punto de que podría romperla a la mitad si quisiera.


—El estúpido de Deku se ha quedado solo en el estudio y ha hecho no sé qué mierda con la impresora láser. Maldita sea, lo que me faltaba.


Jirou se ríe desde la cocina.


—Ahí va el destino contra ti de nuevo...


—No lo digas. Maldición, enana, no lo digas —Katsuki chasquea la lengua con cansancio, mandándole una respuesta por mensajes a Deku con todo su repertorio de groserías—. ¿Tienen un gorro?


Sero le prestó uno que encontró mientras Katsuki se vestía para salir. Era una gorra negra, salvo por la visera, que era de color rojo. Bakugou miró el gorro como si quisiera que se prenda fuego, pero no le quedaba de otra. Se la puso en la cabeza y se acomodó los cabellos lo mejor que pudo para que no se notaran, y también se acomodó el cuello de tortuga de la chaqueta que se puso encima para que los cabellos de su nuca no se vieran tampoco. Esperaba que el estúpido de Deku no le preguntara nada cuando llegara, aunque eso era definitivamente poco probable.


Si no hubiera pasado todo lo que pasó las últimas dos semanas, creería que el hecho de que su estudio de fotografía y la tienda donde Ashido compraba el tinte quedaran en el mismo distrito, era solo una maldita coincidencia. O que el que tuviera que ir al trabajo un segundo después de saberlo. Odiaba mucho al universo, y a Deku, y a su puta alma gemela. Era difícil decidirse por solo una cosa.


O quizás odie más a Deku, porque el idiota pensó que se había averiado la impresora en el momento en que llamó a Bakugou, pero para cuando él llegó, el aparato comenzó a funcionar como arte de magia.


—¡Te juro que no funcionaba! —le dice su compañero de trabajo y viejo amigo de la infancia (para su mala suerte) mientras se quedaba del otro lado de la mesa, para establecer una distancia segura.


—Claro —escupe Katsuki, quien si no estuviera tan hastiado de la situación y quien no quiere arriesgarse a que la ropa se le desacomode, habría saltado por encima del escritorio para romper el brazo de Deku.


Pero él no tiene tiempo para estas estupideces.


Manda al chico a la mierda y sale del edificio. Es sábado por la tarde, y no hay muchas personas en el piso donde trabaja. Ciertamente, el jefe Hawks (como le dicen, porque ni recuerda su nombre) es un vago liberal, pero Katsuki no se queja. Sale a la calle y camina en dirección a la estación de trenes por donde llegó, pero de repente le viene a la cabeza la idea de buscar el susodicho local y comprar el tinte que necesita. Sin embargo, piensa en sí de verdad vale la pena apurarse para conseguir eso tan solo por el simple hecho de querer jugarle una broma a su alma gemela.


Lo medita un momento cuando el semáforo frente a él está en rojo, y es rodeado por la multitud que espera para cruzar la calle también.


Para cuando el semáforo cambia a verde, él recuerda que detesta perder.


Ya está buscando el sitio en internet para ver qué tan lejos está. Cuando lo hace descubre que no se llama "The Joker" como Sero le dijo, sino que era "Lady Joke". A Katsuki en un primer momento le pareció raro pues buscó las palabras "The Joker + Shibuya" y salieron resultados de un cibercafé, no de una tienda de productos para el cabello. Buscó con esa especificación y fue en ese momento que le salió el nombre correcto, y no entendía la razón de eso, pero decidió no darle tanta importancia.


Estaba a tan solo, siete calles del edificio de su trabajo, en una avenida que luego llegaba directo a la estación de trenes, así que en parte no perdía tanto el tiempo.


La verdad es que solo había recorrido ese distrito en el trayecto que lo llevaba desde la estación de trenes hasta el trabajo, y viceversa. No se había molestado en ir por otros lados, menos cuando compañeros del trabajo lo invitaban a comer por ahí, más que nada porque a él no le interesaba pasar el tiempo con gente con la que no tenía sentido brindarles atención fuera de horarios de trabajo, y porque el barrio no le parecía la gran cosa.


Cuando llega a la avenida, ve la cafetería en una esquina, y más adelante ve un letrero verde fosforescente que reza "Lady Joke", encima de una tienda de un solo piso, con puertas de vidrio que dejan a la vista todo lo que hay dentro del lugar. Se arregla el gorro y el cuello de la sudadera antes de entrar después de un par de chicas. La puerta de vidrio emite un sonido con la intención de avisar que entraron clientes a la tienda, y uno de los encargados se acerca rápidamente a recibir a las clientes.


—¡Buenas tardes! ¿Puedo ayudarles en algo?


Las chicas responden, pero Katsuki no alcanza a escuchar bien que dicen, él solo se esconde por entre los pasillos de la tienda, formados por repisas llenas de productos de cuidado personal y productos para el cabello, lo suficientemente altas como para esconderse de cualquier encargado demasiado atento y servicial de la tienda. No entiende como el lugar puede llenarse tanto de artículos de ese tipo. Se pasea rápida y cuidadosamente, buscando lo que necesita.


Pasa por unos, dos, y hasta tres pasillos, hasta llegar al fondo de la tienda, donde bingo, encuentra los tintes para el cabello, desde los colores naturales hasta los de fantasía. Desde las cajas tradicionales hasta frascos con pintura, de esas que se usan de un solo día. Tiene curiosidad por estas últimas, francamente, así que se pone a verlas con detenimiento. Todos los frascos son de color plateado así que, sin pensarlo mucho, abre cada uno para ver los colores, siguiendo su idea de encontrar el color rosado. Cree que sería más fácil así, en vez de hacer todo el proceso de mezclar y pintar su cabeza con brochas, y porque es más fácil de quitar, aunque eso quizás le quite potencia a lo que quiere lograr, porque el color debe durar y notarse, pero se nota que son colores muy brillantes. Quizás después de todo sí debió dejar que Ashido se encargara, porque él-


—Ah, disculpe, señor, hay una lista de códigos por aquí, por si está buscando cierto color, ¿puedo ayudarle?


-acaba llamando la atención de un empleado, vestido con una camiseta verde y el logo del lugar, justo lo que no quería.


Carraspea, dejando el frasco que tiene en las manos en su sitio, antes de girarse a mirar de lado al sujeto, tratando de que no le vea bien el rostro.


—No importa, yo ya me...


Entonces, se calla. Porque apenas se gira a ver al tipo que es prácticamente de la misma altura que él, y se da cuenta de cómo luce y piensa que no puede ser.


Se queda mirando su cabello, lacio, un poco largo, que le roza los hombros y clavículas, peinado de una forma que le contornea todo el rostro, donde tiene una sonrisa amable, gigante. Eso no es raro, para nada, lo que a Katsuki le hiela la sangre es el color. Un color que se va desde verde militar hasta las puntas de color celeste.


Oh no.


Lo peor sucede cuando se fija en sus ojos, que brillan con inocencia e ignorancia, porque el tipo al frente de él no tiene idea de lo que está pasando.


Cuál es el porcentaje de personas que tienen los ojos de color rojo.


Las palabras de su mejor amiga llegan a su cabeza como un huracán, que lo inmovilizan y le secan la garganta.


Katsuki no está listo para esto, no de esta forma. No está listo para nada.


El chico frente a él ladea la cabeza, sin dejar de sonreír.


—¿Sucede algo? —le pregunta, con naturalidad, con la intención de ayudar.


Bakugou desvía la mirada hacia abajo tan solo y, en un vistazo, puede leer el nombre grabado en la placa enganchada en su camiseta.


Kirishima.


Katsuki decide, entonces, que ya sabe suficiente.


No sabe cómo, ni le importa, pero logra evadir al chico y salir de la tienda y caminar a paso veloz por la calle, hasta la estación.


Quiere creer que no está tan alarmado como para perder la noción del tiempo durante todo el trayecto, apenas sintiendo el cómo se está sofocando por todas las personas dentro del vagón del metro. Apenas dándose cuenta de que ya bajó en donde debía, apenas siendo consciente de sus pasos de camino a su departamento.


No puede estar pasando esto, no a él. Ni en un millón de años pensó que le impactaría de esta forma. El conocer a esa persona.


Pasa de sus amigos cuando llega a casa sin nada y le preguntan qué sucede. Quizás les responde algo cortante, como siempre, no está del todo seguro.


No está seguro de nada.


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N/A: Uuuh ya se puso buena la cosa (? Qué creen que pasará ahora :3c al final está cosa tendrá 6 capítulos sí o sí, al parecer, aunque quien sabe quizás me sorprenda a mi misma escribiendo ¿7? Todavía no estoy segura.


En fin, gracias por leer :D y por los comentarios si es que los dejan. Nos leemos el viernes~


Layla Redfox fuera!


:3

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