El embajador en Francia |III|

Había llegado con un pésimo humor. Las calles de Nueva York, no pudiendo ser menos molestas, tenían que mantenerlo a él, en un día tan importante como este, en uno de sus típicos embotellamientos de una hora.


Con esos humos se iba a presentar hoy en reunión él, ''Thomas Jefferson''. Hasta que, justo en la entrada, se topó con algo o más bien alguien. Ante sus ojos yacía un joven mucho más bajo que el de brillante cabello lacio y ojos almendrados. Por unos segundos, y por quien sabe que motivo, se le quedo mirando y tuvo un extraño sentimiento de deja-vu. Al poco tiempo regreso en sí y se disculpó con el más bajo sonriéndole recibiendo una acción parecida reflejada en el más bajo quien luego prosiguió su camino.


Fue así como, casi por arte de magia, desapareció el enfado de Thomas. Hasta a él le sorprendió lo calmado que se sintió después de ese extraño suceso. Sin embargo le restó importancia y prosiguió su camino hacia la oficina del director con una involuntaria sonrisa en el rostro la cual apareció casi por reflejo.


Al subir al segundo piso fue saludado por todos a su alrededor pues él era muy querido en la compañía. Prosiguió su camino y hubiese logrado su cometido de no ser porque una muy molesta voz la llamo. Al girarse se encontró con Sally Hemings... Su prometida. Si damas y caballeros, el gran Thomas Jefferson, gerente de márquetin y puntos de venta de la gran empresa RevModa, el ''soltero'' más cotizado de la gran manzana, estaba comprometido. ¡Ha! Eso no se lo cree ni su abuela. El playboy que ha tenido más novias que cabellos en su abundante melena, en una relación estable. ¡Seamos realistas!


- Sally...que...alegría verte...cariño. Dijo con desasosiego el sureño.


¡Ah! ¡Olvidaba decirles! Thomas Jefferson es de Virginia que técnicamente es el sureste de los Estados Unidos de América por lo que es el sur de Nueva York.


- ¡Tommy cariño! Llegaste!


-Sí y tengo que ir con Washington lo más rápido posible. Por lo sí me disculpas cariño, tengo que irme.


- Está bien. ¿Cenamos juntos esta noche no?


- Ya veré.


- Pero Tommyyyyyyyyyy...


La chica iba a seguir reclamando pero, para lo raro que pueda sonar, el hombre de 1,83 de alto había desaparecido de su vista en un abrir y cerrar de ojos. Ahora bien. Lo más probable es que se pregunten ¿Por qué causa, motivo, razón o circunstancia nuestro querido playboy se comprometió con una chica que a mil leguas uno se da cuenta que le cae mal?


Dos palabras. Su. Padre. Si, un hombre que gana alrededor de 100 000$ por año, tiene un penthouse en Nueva York y una mansión en Virginia y que tiene más 50 activos a su nombre aún se doblega a las reglas de su padre aunque...No por mucho. A Jefferson le gustaba ser libre y para eso tenía un plan y la parte más crucial e importante era la de hacerse el sumiso con su padre hasta que llegue el momento.


En todo caso. El moreno se dirige a la presidencia dando grandes zancadas. Al llegar frente a la puerta al llegar se detuvo para retomar el aire y así abrirse paso atreves de la puerta en la sala.


- Jefferson, llegas tarde


- Lo sé señor, pero me cogió el tráfico.


- Bueno. En todo caso. Necesito que te conviertas en nuestro embajador en Francia.


Tan, tan, tan. Jefferson al ver la mirada de George se dio cuenta de que no se trataba de un tema de risa sin embargo no pudo evitar sonreír como idiota. Aunque Thomas fuera un buen estadounidense, nunca dejo de tener una rara añoranza de visitar Francia.


Ya había ido un sin mil de veces y aun no se cansaba. La gran pregunta ahora era. ¿Por qué? No sabía. Puede que sean la arquitectura, la gente o las bellas ''damiselas''. Siempre que iba se quedaba con ganas de regresar. Era, más bien, algo de la infancia. Comenzó, cuando se enteró de que un lugar lejano, más allá del atlántico, existía un país que reagrupaba tanto el pasado como el presente en sus calles. Comenzó, cuando leyó sobre una nación antigua que sobrevivió dinastías, guerras y guerras civiles, una nación que en tiempo récord se recuperaba de enfermedades y epidemias. Debuto, cuando descubrió una región llena de historias fantásticas, de reyes derrocados y reinas rebeldes, de cardenales y mosqueteros, de complots, de magia y fantasía, que se separaba del resto de Europa. A Thomas, eso le fascinó. El primer amor de Thomas Jefferson no fue una niña bonita, no. El primer amor de Thomas Jefferson fue una tierra mágica que se erige por encima del resto bajo el nombre de Francia.


Por eso, el solo hecho de pensar que volvería a la tierra de sus sueños, lo hizo sonreír como si le acabasen de dar la mejor noticia de su vida. Parecía un niño al que le habían sorprendido llevándolo a Disneyland.


Estuvo a punto de pegar un grito de alegría y de saltar por todos lados como un mocoso y lo hubiese hecho de no ser por que la mirada de George estaba fija sobre el, esperando su respuesta. Por lo que Thomas tuvo que volver a poner los pies en la tierra, retomar las riendas de sus pensamientos y dignarse a responder.


- Con mucho gusto seré su embajador.


Respondió, tratando de sonar lo más neutral posible, sin embargo fue traicionado por el brillo de excitación que en sus ojos chocolate yacía. Ese brillo no pasó desapercibido para George, que no pudo evitar burlarse del chico. George ya conocía a Jefferson de años. Sabía que si había alguien en este mundo que se iba a sentir como pez en el agua en Francia y que conocería el lugar más que los mismos franceses, ese es definitivamente Thomas Jefferson. George estaba seguro de que no había nadie más calificado para este trabajo. Bueno, había alguien más. Pero esa persona era indispensable para la compañía en estos momentos por lo que no había de otra. Era en momentos como este Washington no podía evitar dejar caer su velo de frialdad y profesionalismo para comportarse como un hermano mayor y decir cosas como lo que diría en los próximos segundos.


- Tú simplemente no cambias verdad.


- A que te refieres.-Dijo Jefferson algo apenado por haberse dejado leer tan fácilmente.


- Por favor Thomas, nos conocemos desde hace años. Te conozco. Estás loco por salir corriendo de esta oficina para ir a contarle a Madison para luego salir volando a Francia. ¿A que si?


- ¿Cómo sabes que iba a ir con Madison?


- No sé.-Dijo Washington con sarcasmo para recalcar lo obvio del asunto.- Será porque ustedes dos son como goma de mascar y los cabellos de una chica. Una vez unidos no hay quien los separe. O como un capitán y su barco, nunca veraz a uno sin el otro.


- Bueno me pillaste. ¿Puedo irme?


- Si. No olvides leer la información sobre tu cometido, te la envié por correo, y recuerda que todos los gastos son a expensas de la compañía así que ni se te ocurra gastar en tus infantilerías.


- Aww Georgeeeeeeee.


- ¡Nada de ''George'' la última vez la cuenta nos costó un día de producción!


- Ni que hubiese sido para tanto. Dijo Jefferson por lo bajo. - aunque al ver la mirada del presidente decidió no continuar con el tema.


- ¿Yyyyy, cuando ve voy?


- Mañana en la mañana.


- ¡Excelente! Nos vemos presi.


Con eso Thomas se despidió de George quien no dudo en soltar una carcajada ante el comportamiento infantil del más joven. Apenas serró la puerta detrás de él se echó a correr para ir a contarle a Madison, su mejor amigo, lo de la grandiosa oportunidad de ir a un viaje a Francia. La jornada de Jefferson acababa de transformarse, de un día apestoso, a uno de los mejores días de su vida.


Thomas estaba más que contento de poder ser el embajador de Francia.


----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------¡Queridas lectoras/lectores he aquí el capítulo III me tomó un tiempo el escribirlo pero helo aquí al muy condenado! \\٩( ►ω◄ )و ///


1389 palabras.


Espero que lo hayan disfrutado. (〜^∇^)〜


P.D.: Comenten (☆ω☆)b


Att. S2. Queen

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